26. ¡Oh Rey altísimo y sapientísimo Señor, cuán incomprensibles son tus juicios y tus caminos investigables (Rom., 11, 33)! Dios invicto, que has de permanecer para siempre (Eclo., 18, 1) y no se te conoce origen ¿quién podrá conocer tu grandeza y bastará para contar tus magníficas obras? ¿Y quién te podrá decir por qué así lo hiciste? Pues tú eres altísimo sobre todos y nuestra vista no te puede alcanzar, ni nuestro entendimiento comprender. ¡Bendito seas, Rey magnífico, porque te dignaste mostrar a esta tu esclava y vil gusanillo grandes sacramentos y altísimos misterios, levantando mi habitación y suspendiendo mi espíritu adonde vi lo que no sabré decir! Vi al Señor y Criador de todos; vi una Alteza en sí misma antes de criar otra cosa alguna; ignoro el modo cómo se me mostró, más no lo que vi y entendí. Y sabe Su Majestad, que todo lo comprende, que para hablar de su deidad mi pensar se suspende, mi alma se conturba, mis potencias en sus operaciones se atajan y toda la parte superior deja a la inferior desierta, despide a los sentidos y vuela adonde ama, desamparando a quien anima; y en estos desalientos y deliquios amorosos, mis ojos derraman lágrimas y enmudece mi lengua. ¡Oh altísimo e incomprensible Señor mío, objeto infinito de mi entendimiento, cómo a tu vista, porque eres sin medida y eterno, me hallo aniquilada y mi ser se pega con el polvo y apenas diviso lo que soy! ¿Cómo esta pequeñez y miseria se atreve a mirar tu magnificencia y grande majestad? Anima, Señor, mi ser, fortalece mi vista y da aliento a mi pavor, para que pueda referir lo que he visto y obedecer tu mandamiento.
27. Vi al Altísimo con el entendimiento, cómo estaba Su Alteza en sí mismo, y tuve clara inteligencia con una noticia verdadera de que es un Dios infinito en sustancia y atributos, eterno, suma trinidad en tres personas y un solo Dios verdadero; tres, porque se ejercitan las operaciones de conocerse, comprenderse y amarse; y sólo uno, por conseguir el bien de la unidad eterna. Es trinidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre no es hecho, ni criado, ni engendrado, ni puede serlo, ni tener origen. Conocí que el Hijo le trae del Padre sólo por eterna generación y son iguales en duración de eternidad y es engendrado de la fecundidad del entendimiento del Padre. El Espíritu Santo procede del Padre y el Hijo por amor. En esta individua Trinidad no hay cosa que se pueda decir primera ni postrera, mayor ni menor; todas tres personas en sí son igualmente eternas y ternamente iguales; que es una unidad de esencia en trinidad de personas y un Dios en la individual trinidad y tres personas en la unidad de una sustancia. Y no se confunden las personas por ser un Dios, ni se aparta o se divide la sustancia por ser tres personas; y siendo distintas en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, es una misma la divinidad, igual la gloria y la majestad, el poder, la eternidad, inmensidad, sabiduría y santidad y todos los atributos. Y aunque son tres las personas en quien subsisten estas perfecciones infinitas, es uno solo el Dios verdadero, el santo, justo, poderoso, eterno y sin medida.
28. Tuve también inteligencia de que esta divina Trinidad se comprende con una vista simple y sin que sea necesaria nueva ni distinta noticia; sabe el Padre lo que el Hijo, y el Hijo y el Espíritu Santo lo que el Padre; y que se aman entre sí recíprocamente con un mismo amor inmenso y eterno; y es una unidad de entender, amar y obrar, igual e indivisible; que es una simple, incorpórea, indivisible naturaleza, un ser de Dios verdadero, en quien están en supremo e infinito grado todas las perfecciones juntas y recopiladas.
29. Conocí la condición de estas perfecciones del Altísimo, que es hermoso sin fealdad, grande sin cantidad, bueno sin calidad, eterno sin tiempo, fuerte sin flaqueza, vida sin mortalidad, verdadero sin falsedad; presente en todo lugar, llenándole sin ocuparle, que está en todas las cosas sin extensión; no tiene contradicción en la bondad, ni defecto en la sabiduría; es en ella inestimable, en consejo terrible, en juicios justo, en pensamientos secretísimo, en palabras verdadero, en obras santo, en tesoros rico; a quien ni el espacio le ensancha, ni la estrechez de lugar es angosta, ni la voluntad es varia, ni lo triste lo conturba, ni las cosas pasadas pasan, ni las futuras suceden; a quien ni el origen dio principio, ni el tiempo dará fin. ¡Oh inmensidad eterna, qué interminables espacios en ti he visto! ¡Qué infinidad reconozco en vuestro ser infinito! No se termina la vista, ni se acaba mirando a este objeto ilimitado. Este es el ser inconmutable, el ser sobre todo ser, la santidad perfectísima, la verdad constantísima; esto es lo infinito, la latitud, longitud, la alteza y profundidad, la gloria y su causa, el descanso sin fatiga, la bondad en grado inmenso. Todo lo vi junto y no acierto a decir lo que vi.
30. Vi al Señor cómo estaba antes de criar cosa alguna y con admiración reparé dónde tenía su asiento el Altísimo, porque no había cielo empíreo, ni los demás inferiores, ni sol, luna ni estrellas, ni elementos, y sólo estaba el Criador sin haberlo criado. Todo estaba desierto, sin el ser de los ángeles, ni de los hombres, ni de los animales; y por esto conocí que de necesidad se había de conceder estaba Dios en su mismo ser y que de ninguna cosa de las que crió tuvo necesidad, ni las hubo menester, porque tan infinito era en atributos antes de criarlas como después; y en toda su eternidad los tuvo y los tendrá, por estar como en sujeto independiente e increado. Y ninguna perfección perfecta y simple puede faltar a su divinidad, porque ella sola es la que es y contiene todas las perfecciones que se hallan en todas las criaturas por inefable y eminente modo, y todo cuanto tiene ser está en aquel ser infinito como efectos en su causa.
31. Conocí, pues, que en el estado de su mismo ser estaba el Altísimo, cuando entre las tres divinas personas a nuestro entender se decretó el comunicar sus perfecciones de manera que hiciesen dones de ellas. Y es de advertir, para mejor declararme, que Dios entiende todas las cosas con un acto en sí mismo indivisible y simplicísimo y sin discurso; y no procede del conocimiento de una cosa a conocer otra, como nosotros procedemos, discurriendo y conociendo primero una con un acto del entendimiento y luego otra con otro; porque Dios todas las conoce juntamente de una vez, sin que haya en su entendimiento infinito primero ni postrero, que allí todas están juntas en la noticia y ciencia divina increada, como lo están en el ser de Dios, donde se encierran y contienen como en primer principio.
32. En esta ciencia, que primero se llama de simple inteligencia, según la natural precedencia del entendimiento a la voluntad, se ha de considerar en Dios un orden, no de tiempo, mas de naturaleza, según el cual orden, primero entendemos que tuvo acto de entendimiento que de voluntad; porque primero consideramos sólo el acto de entender, sin decreto de querer criar alguna cosa. Pues en este estado o instante confirieron las tres divinas personas, con aquel acto de entender, la conveniencia de las obras ad extra y de todas las criaturas que han sido y serán futuras.
33. Y porque Su Majestad quiso dignarse de responderme al deseo que le propuse, indigna, de saber el orden que tuvo, o el que nosotros debemos entender, en la determinación de criar todas las cosas y yo lo pedía para saber el lugar que en la mente divina tuvo la Madre de Dios y Reina nuestra diré, como pudiere, lo que se me respondió y manifestó y el orden que entendí en estas ideas en Dios, reduciéndolo a instantes; porque sin esto no se puede acomodar a nuestra capacidad la noticia de esta ciencia divina, que ya se llama aquí ciencia de visión, adonde pertenecen las ideas o imágenes de las criaturas que decretó criar y tiene en su mente ideadas, conociéndolas infinitamente mejor que nosotros las vemos y conocemos ahora.
34. Pues aunque esta divina ciencia es una y simplicísima e indivisible, pero como las cosas que mira son muchas, y entre ellas hay orden, que unas son primero y otras después, unas tienen ser o existencia por otras con dependencia de las unas a las otras; por esto, es necesario dividir la ciencia de Dios, y lo mismo la voluntad, en muchos instantes o en muchos actos que correspondan a diversos instantes, según el orden de los objetos; y así decimos que Dios entendió y determinó primero esto que aquello y lo uno por lo otro; y que si primero no quisiera o conociera con ciencia de visión una cosa, no quisiera la otra. Y no por esto se ha de entender que tuvo Dios muchos actos de entender ni querer; mas queremos significar que las cosas están entre sí encadenadas y suceden unas a otras; e imaginándolas con este orden objetivo, refundimos, para entenderlas mejor, el mismo orden en los actos de la divina ciencia y voluntad.
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