Papa Juan Pablo IICARTA APOSTÓLICA MANE NOBISCUM DOMINE DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO IIAL EPISCOPADO, AL CLERO Y A LOS FIELES PARA EL AÑO DE LA EUCARISTÍA OCTUBRE 2004–OCTUBRE 2005 CONCLUSIÓN - MANE NOBISCUM DOMINE 29.O Sacrum Convivium, in quo Christus sumitur! El Año de la Eucaristía nace de la conmoción de la Iglesia ante este gran Misterio. Una conmoción que me embarga continuamente. De ella surgió la Encíclica Ecclesia de Eucharistia. Considero como una grande gracia del vigésimo séptimo año de ministerio petrino que estoy a punto de iniciar, el poder invitar ahora a toda la Iglesia a contemplar, alabar y adorar de manera especial este inefable Sacramento. Que el Año de la Eucaristía sea para todos una excelente ocasión para tomar conciencia del tesoro incomparable que Cristo ha confiado a su Iglesia. Que sea estímulo para celebrar la Eucaristía con mayor vitalidad y fervor, y que ello se traduzca en una vida cristiana transformada por el amor. En esta perspectiva se podrán realizar muchas iniciativas, según el criterio de los Pastores de las Iglesias particulares. A este respecto, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ofrecerá propuestas y sugerencias útiles. Pero no pido que se hagan cosas extraordinarias, sino que todas las iniciativas se orienten a una mayor interioridad. Aunque el fruto de este Año fuera solamente avivar en todas las comunidades cristianas la celebración de la Misa dominical e incrementar la adoración eucarística fuera de la Misa, este Año de gracia habría conseguido un resultado significativo. No obstante, es bueno apuntar hacia arriba, sin conformarse con medidas mediocres, porque sabemos que podemos contar siempre con la ayuda Dios. 30. A vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado, os confío este Año, con la seguridad de que acogeréis mi invitación con todo vuestro ardor apostólico. Vosotros, sacerdotes, que repetís cada día las palabras de la consagración y sois testigos y anunciadores del gran milagro de amor que se realiza en vuestras manos, dejaos interpelar por la gracia de este Año especial, celebrando cada día la Santa Misa con la alegría y el fervor de la primera vez, y haciendo oración frecuentemente ante el Sagrario. Que sea un Año de gracia para vosotros, diáconos, entregados al ministerio de la Palabra y al servicio del Altar. También vosotros, lectores, acólitos, ministros extraordinarios de la comunión, tomad conciencia viva del don recibido con las funciones que se os han confiado para una celebración digna de la Eucaristía. Me dirijo el particular a vosotros, futuros sacerdotes: en la vida del Seminario tratad de experimentar la delicia, no sólo de participar cada día en la Santa Misa, sino también de dialogar reposadamente con Jesús Eucaristía. Vosotros, consagrados y consagradas, llamados por vuestra propia consagración a una contemplación más prolongada, recordad que Jesús en el Sagrario espera teneros a su lado para rociar vuestros corazones con esa íntima experiencia de su amistad, la única que puede dar sentido y plenitud a vuestra vida. Todos vosotros, fieles, descubrid nuevamente el don de la Eucaristía como luz y fuerza para vuestra vida cotidiana en el mundo, en el ejercicio de la respectiva profesión y en las más diversas situaciones. Descubridlo sobre todo para vivir plenamente la belleza y la misión de la familia. En fin, espero mucho de vosotros, jóvenes, y os renuevo la cita en Colonia para la Jornada Mundial de la Juventud. El tema elegido —«Venimos a adorarlo» (Mt 2,2)— es particularmente adecuado para sugeriros la actitud apropiada para vivir este año eucarístico. Llevad al encuentro con Jesús oculto bajo las especies eucarísticas todo el entusiasmo de vuestra edad, de vuestra esperanza, de vuestra capacidad de amar. 31. Tenemos ante nuestros ojos los ejemplos de los Santos, que han encontrado en la Eucaristía el alimento para su camino de perfección. Cuántas veces han derramado lágrimas de conmoción en la experiencia de tan gran misterio y han vivido indecibles horas de gozo «nupcial» ante el Sacramento del altar. Que nos ayude sobre todo la Santísima Virgen, que encarnó con toda su existencia la lógica de la Eucaristía. «La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio».[26] El Pan eucarístico que recibimos es la carne inmaculada del Hijo: «Ave verum corpus natum de Maria Virgine». Que en este Año de gracia, con la ayuda de María, la Iglesia reciba un nuevo impulso para su misión y reconozca cada vez más en la Eucaristía la fuente y la cumbre de toda su vida. Que llegue a todos, como portadora de gracia y gozo, mi Bendición. Vaticano, 7 de octubre, memoria de Nuestra Señora del Rosario, del año 2004, vigésimo sexto de Pontificado. [26] Enc. Ecclesia de Eucharistia (17 abril 2003), 53: AAS 95 (2003), 469. 96twg© |
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Sagrada Eucaristía - Enseñanzas por los Padres de la Iglesia, los santos y los Papas - Juan Pablo II