Apostolado del Trabajo de Dios

El Trabajo de Dios - Indice
Index

 Meditaciones- Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
Por la Sierva de Dios, Louisa Piccarreta, pequeña hija de la Divina Voluntad

La captura de Jesús La captura de Jesús


De las 12 de la noche a la 1 de la mañana

OCTAVA HORA

Oh Jesús mío, es ya medianoche. Ya oyes que se aproximan los enemigos. Te veo ahora limpiándote y enjugándote la sangre y reanimado por los consuelos recibidos. Veo nuevamente a tus Apóstoles, a quienes llamas y los amonestas y te los llevas contigo, y sales al encuentro de tus enemigos, queriendo con esto reparar con tu prontitud mi lentitud, mi desgano y mi pereza en obrar y en sufrir por tu amor. Mas, oh Jesús mío, qué escena tan estrujante veo: Al primero que encuentras es al pérfido Judas, el cual, acercándose a ti y poniendo un brazo a tu hombro te saluda y te besa; y Tú, Amor entrañabilísimo, no desdeñas el beso de esos labios infernales; abrazas a Judas y lo estrechas a tu Corazón, queriendo arrancarlo del infierno, dándole muestras de nuevo amor...

Jesús mío, ¿cómo es posible no amarte? La ternura de tu amor es tanta que debiera arrebatar a cada corazón a amarte, y sin embargo, no te aman. Mas, oh Jesús mío, en este beso de Judas Tú reparas las traiciones, los fingimientos, los engaños bajo aspecto de amistad y de santidad, y sobre todo en los sacerdotes. Tu beso, además, declara que a ningún pecador, con tal que venga a ti humillado y arrepentido, rehusas perdonarlo.

Ternísimo Jesús mío, ya que te entregas a merced de tus enemigos, dándoles el poder de hacerte sufrir todo lo que quieran, yo también, Jesús mío, me entrego a tus manos, para que libremente puedas hacer de mí lo que más te agrade. Y junto contigo quiero seguir tu Voluntad, tus reparaciones y sufrir tus penas. Quiero estar siempre en torno a ti para hacer que no haya ofensa que no te repare, amargura que no endulce, salivazos y bofetadas que recibas que no vayan seguidas por un beso y una caricia mía... En tus caídas estarán siempre dispuestas mis manos ayudarte para levantarte. De manera que, oh Jesús, siempre quiero estar contigo, ni un solo minuto quiero dejarte solo; y para estar más segura, introdúceme dentro de ti, y así yo estaré en tu mente, en tus miradas, en tu Corazón y en todo tu Ser para hacer que lo que Tú haces pueda hacerlo también yo; así podré hacerte fiel compañía y no pasar por alto ninguna de tus penas, y podré darte por todo mi correspondencia de amor. Dulce Bien mío, a tu lado estaré para defenderte, para aprender tus enseñanzas y para numerar una por una todas tus palabras... ¡Ah, cómo me descienden dulces en mi corazón las palabras que dirigiste a Judas: "Amigo, ¿a qué has venido?". Me parece que a mí también me diriges las mismas palabras, no llamándome amiga, sino con el dulce nombre de Hija... "Hija, ¿a qué has venido?" Y yo te respondo: "¡Jesús, a amarte!"... "¿A qué has venido?" me dices si hago oración; "¿A qué has venido?" me repites desde la Hostia Santa, o si trabajo, o si tomo alimento, o si sufro, o si duermo... ¡Qué hermoso reclamo para mí y para todas las almas! ¡Pero cuántos, a tu pregunta "A qué has venido?" responden: ¡Vengo a ofenderte!; otros, fingiendo no escucharte se entregan a toda clase de pecados, y a tu pregunta "¿A qué has venido?" responden con irse al infierno... ¡Cuánto te compadezco, oh Jesús! Quisiera tomar esas mismas sogas con que van a atarte tus enemigos, para atar a estas almas y evitarte este dolor.

Y de nuevo oigo tu voz ternísima que ahora dice, mientras sales al encuentro de tus enemigos: "¿A quién buscáis?" Y ellos responden: "A Jesús Nazareno". Y Tú les dices: "YO SOY". Y con estas solas palabras dices todo y te das a conocer por lo que eres, tanto que tus enemigos tiemblan y caen por tierra como muertos... Y Tú, amor sin par, diciendo de nuevo "YO SOY", los vuelves a llamar a la vida, y por ti mismo te entregas en manos de tus enemigos. Y ellos, pérfidos e ingratos, en vez de quedar humildemente postrados a tus pies y pedirte perdón, abusando de tu bondad y despreciando gracias y prodigios te ponen las manos encima y con sogas y cadenas te atan, te inmovilizan, te hacen caer por tierra, te pisotean bajo sus pies, te arrancan los cabellos, y Tú con paciencia inaudita callas, sufres y reparas las ofensas de los que, a pesar de los milagros, no se rinden, sino que además cada vez más se obstinan... Con tus sogas y cadenas suplicas que sean rotas las cadenas de nuestras culpas, y nos atas con las dulces cadenas de tu amor. Y a San Pedro, que quiere defenderte, y llega hasta a cortar una oreja a Malco, lo corriges amorosamente, y quieres reparar con esto las obras buenas que no son hechas con santa prudencia, y que por excesivo celo caen en la culpa.

Pacientísimo Jesús mío, estas cuerdas y cadenas perecen añadir algo de más hermoso a tu persona. Tu frente se hace más majestuosa, tanto que atrae la atención de tus mismos enemigos; tus ojos resplandecen con más luz; tu rostro divino manifiesta una suprema paz y dulzura, capaz de enamorar a tus mismos verdugos; con tus modos suaves y penetrantes los haces temblar, tanto que si se atreven a ofenderte es porque Tú mismo así lo consientes...

Oh Amor encadenado y atado. ¿Es que vas a permitir que estando Tú atado por mí, para probar más que me amas, yo, que soy tu pequeña hija, esté sin cadenas? ¡No, no! Con tus manos santísimas átame con tus mismas sogas y cadenas. Te ruego que ates, mientras beso tu frente divina, todos mis pensamientos, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, mis afectos y todo mi ser, y que ates juntamente a todas las criaturas, para que sintiendo las dulzuras de tus amorosas cadenas, no se atrevan a ofenderte más.

Ah, dulce Bien mío, ya es la una de la madrugada y la mente está cargada de sueño; voy a hacer lo más que pueda por mantenerme despierta, pero si el sueño me sorprende, me quedo en ti para seguir lo que haces Tú; es más, Tú mismo lo harás por mí. En ti, Jesús mío, dejo mis pensamientos para defenderte de tus enemigos, mi respiración para hacerte compañía, mis latidos para que te digan siempre que te amo y para darte el amor que no te dan los demás, y las gotas de mi sangre para repararte y para restituirte los honores y la estima que te quitarán con los insultos, salivazos y bofetadas. Jesús mío, bendíceme; y si Tú quieres que duerma, hazme dormir en tu adorable Corazón, para que por tus latidos, acelerados por el amor o por el dolor, pueda ser yo despertada frecuentemente y así no quede interrumpida nunca nuestra compañía…


Estaciones de la cruz - La captura de Jesús

Apostolado del Trabajo de Dios - mpjs#11
Meditaciones de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo - Veinticuatro Horas de la Pasión

El Trabajo de Dios
www.theworkofgod.org