Apostolado del Trabajo de Dios

El Trabajo de Dios - Indice
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 Meditaciones- Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
Por la Sierva de Dios, Louisa Piccarreta, pequeña hija de la Divina Voluntad

Segunda Hora de Agonía en la Cruz - Segunda, tercera y cuarta Palabra Segunda Hora de Agonía en la Cruz - Segunda, tercera y cuarta Palabra


De la 1 a las 2 de la tarde

VIGESIMA PRIMERA HORA

Segunda Palabra

Crucificado Amor mío, mientras oro contigo, la fuerza raptora de tu amor y de tus penas mantiene mi mirada fija en ti, pero el corazón se me rompe viéndote tanto sufrir... Tu deliras de amor y de dolor, y las llamas que abrasan tu Corazón se elevan tanto que están en acto de devorarte, reduciéndote a cenizas. Tu amor reprimido es más fuerte que la misma muerte, y Tú queriendo desahogarlo, mirando al ladrón que está a tu derecha, se lo robas al infierno, con tu gracia le tocas el corazón y ese ladrón se siente todo cambiado, te reconoce y te confiesa como Dios, y lleno de contrición te dice: "Señor, acuérdate de mí cuando estés en el reino", y Tú no vacilas en responderle: "HOY ESTARAS CONMIGO EN EL PARAISO" y haces de él el primer triunfo de tu amor.

Pero veo que en tu amor no solamente al ladrón le robas el corazón, sino también a tantos moribundos. Ah, Tú pones a su disposición tu Sangre, tu amor, tus méritos, y usas todos los artificios y estratagemas divinas para tocarles el corazón y robarlos todos para ti... Pero también aquí tu amor se ve obstaculizado... ¡Cuántos rechazos, cuántas desconfianzas, cuántas desesperaciones! Y es tan grande tu dolor, que de nuevo te reduce al silencio...

Quiero reparar, oh Jesús mío, por aquellos que desesperan de la divina Misericordia en el momento de la muerte... Dulce amor mío, inspírales a todos fe y confianza ilimitada en ti, especialmente a aquellos que se encuentran entre las angustias de la agonía, y en virtud de esta Palabra tuya concédeles luz, fuerza y ayuda para poder morir santamente y volar de la tierra al Cielo. En tu santísimo cuerpo, en tu Sangre, en tus llagas contienes a todas las almas, a todas, oh Jesús, así pues, por los méritos de tu preciosísima Sangre, no permitas que ni siquiera una sola alma se pierda. Que tu Sangre aún hoy les grite a todas, juntamente con tu Palabra: "Hoy estaréis conmigo en el Paraíso".

Tercera Palabra

Crucificado Jesús mío, tus penas aumentan cada vez más. Ah, sobre esta Cruz Tú eres el verdadero Rey de los Dolores, y en medio de tantas penas no se te escapa ningún alma, sino que le das tu Vida a cada una. Pero tu amor se ve resistido por las criaturas, despreciado, no tomado en cuenta, y al no poder desahogarse, se hace cada vez más intenso y te procura indecibles torturas; y en estas torturas va ideando qué más puede dar al hombre para vencerlo, y te hace decir: "¡Mira, oh alma, cuánto te he amado! ¡Si no quieres tener piedad de ti misma, ten piedad al menos de mi amor!"

Entre tanto, viendo que no tienes ya nada más que darle, pues ya te has dado todo, vuelves tu mirada agonizante a tu Mamá... También Ella está más que agonizante por causa de tus penas, y es tan grande el amor que la tortura que la tiene crucificada a la par contigo... Madre e Hijo os comprendéis..., entonces Tú suspiras con satisfacción y te consuelas viendo que puedes dar tu Mamá a la criatura; y considerando en Juan a todo el género humano, con voz tan tierna que enternece a todos los corazones dices: "MUJER, HE AHÍ A TU HIJO" y a Juan: "HE AHÍ A TU MADRE".

Tu voz desciende en su Corazón materno y juntamente con las voces de tu Sangre continúas diciéndole "Madre mía, te confío a todos mis hijos; todo el amor que me tienes a Mí, tenlo para cada uno de ellos; todos tus cuidados y ternuras maternas sean también para cada uno de mis hijos... Tú me los salvarás a todos."

La Mamá acepta... Pero son tan intensas tus penas, que de nuevo te reducen al silencio...

Oh Jesús mío, quiero reparar por las ofensas que se le hacen a la Santísima Virgen, por las blasfemias e ingratitudes de tantos que no quieren reconocer los beneficios que nos has hecho a todos, dándonosla por Madre... ¿Cómo podremos agradecerte por tan gran beneficio? Recurro a ti mismo, oh Jesús mío, y en agradecimiento te ofrezco tu misma Sangre, tus llagas y el amor infinito de tu Corazón...

Oh Mamá santa, ¿cuál no es tu conmoción al oír la voz de tu Hijo, que te deja como Madre de todos nosotros? Yo te doy las gracias, Virgen bendita, y para agradecerte como mereces te ofrezco la misma gratitud de tu Jesús. Oh dulce Mamá, sé Tú nuestra Madre, tómanos a tu cargo y no dejes que jamás te ofendamos en lo más mínimo; manténnos siempre estrechados a Jesús y con tus manos átanos a todos, a todos a El, de modo que nunca más podamos huir de El. Con tus mismas intenciones quiero reparar por todas las ofensas que se hacen a tu Jesús y a ti, dulce Mamá mía...

Oh Jesús mío, mientras continúas inmerso en tantas penas, abogas aun más por la causa de la salvación de las almas; y yo por mi parte no me quiero quedar indiferente, sino que quiero recorrer tus llagas, besarlas, curarlas y sumergirme en tu Sangre, para poder decir junto contigo: "¡Almas, almas!". Y quiero sostener tu cabeza traspasada y dolorida para repararte y pedirte misericordia, amor y perdón para todas.

Cuarta Palabra

Penante Jesús mío, mientras me estoy abandonada y estrechada a tu Corazón numerando tus penas, veo que un temblor convulsivo invade tu santísima Humanidad; tus miembros se debaten como si quisieran separarse unos de otros, y entre contorsiones por los atroces espasmos, gritas fuertemente: "DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?".

Ante este grito, todos tiemblan, las tinieblas se hacen más densas, y la Mamá petrificada palidece y casi se desmaya... ¡Vida mía y Todo mío! ¡Jesús mío! ¿Qué veo? Ah, estás próximo a la muerte, y aun las mismas penas, tan fieles a ti, están por dejarte; y entre tanto, después de tanto sufrir, ves con inmenso dolor que no todas las almas están incorporadas en ti; por el contrario, ves que muchas se perderán, y sientes su dolorosa separación como si se arrancaran de tus miembros... Y Tú, debiendo satisfacer a la Divina Justicia también por ellas, sientes la muerte de cada una y hasta las penas mismas que sufrirán en el infierno, y gritas con fuerza a todos los corazones:

"¡No me abandonéis! Si queréis que sufra más penas estoy dispuesto, pero no os separéis de mi Humanidad. ¡Este es el dolor de los dolores, ésta es la muerte de las muertes! ¡Todo lo demás me sería nada si no sufriera vuestra separación de Mí! ¡Ah, piedad de mi Sangre, de mis llagas, de mi muerte! ¡Este grito será continuo en vuestros corazones: ¡Ah, no me abandonéis!".

Amor mío, cuánto me duelo junto contigo... Te asfixias; tu santísima cabeza cae ya sobre tu pecho; la vida te abandona... Amor mío, me siento morir... Pero también yo quiero gritar contigo: ¡Almas, almas! No me separaré de esta Cruz y de estas llagas tuyas, para pedirte almas; y si Tú quieres, descenderé en los corazones de las criaturas, los rodearé con tus penas para que no se me escapen, y si me fuese posible quisiera ponerme a la puerta del infierno para hacer retroceder a las almas que quieren ir ahí y conducirlas a tu Corazón.

Pero Tú agonizas y callas, y yo lloro tu cercana muerte... Oh Jesús mío, te compadezco, estrecho tu Corazón fuertemente al mío, lo beso y lo miro con toda la ternura de que ahora soy capaz, y para procurarte un alivio mayor, hago mía la ternura divina y con ella quiero compadecerte, con ella quiero convertir mi corazón en un río de dulzura y derramarlo en el tuyo, para endulzar la amargura que sientes por la pérdida de las almas...

Es en verdad doloroso este grito tuyo, oh Jesús; más que el abandono del Padre, es la pérdida de las almas que se alejan de ti, lo que hace escapar de tu Corazón este doloroso grito.

Oh Jesús mío, aumenta en todos la Gracia, para que nadie se pierda, y que mi reparación sea a favor de aquellas almas que habrían de perderse, para que no se pierdan. Te ruego además, oh Jesús mío, por este extremo abandono, que des ayuda a tantas almas amantes, que por tenerlas de compañeras en tu abandono, parece que las privas de ti, dejándolas en tinieblas. Que sus penas sean, oh Jesús, como voces que llamen a todas las almas a tu lado y te alivien en tu dolor.


Estaciones de la cruz - Segunda Hora de Agonía en la Cruz - Segunda, tercera y cuarta Palabra

Apostolado del Trabajo de Dios - mpjs#24
Meditaciones de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo - Veinticuatro Horas de la Pasión

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