Apostolado del Trabajo de Dios

El Trabajo de Dios - Indice
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 Meditaciones- Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
Por la Sierva de Dios, Louisa Piccarreta, pequeña hija de la Divina Voluntad

Dios mío, Dios mío. ¿Por que me has abandonado? Dios mío, Dios mío. ¿Por que me has abandonado?".


Penante Jesús mío, mientras me estoy abandonada y estrechada a tu Corazón numerando tus penas, veo que un temblor convulsivo invade tu santísima Humanidad; tus miembros se debaten como si quisieran separarse unos de otros, y entre contorsiones por los atroces espasmos, gritas fuertemente: "DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?".

Ante este grito, todos tiemblan, las tinieblas se hacen más densas, y la Mamá petrificada palidece y casi se desmaya... ¡Vida mía y Todo mío! ¡Jesús mío! ¿Qué veo? Ah, estás próximo a la muerte, y aun las mismas penas, tan fieles a ti, están por dejarte; y entre tanto, después de tanto sufrir, ves con inmenso dolor que no todas las almas están incorporadas en ti; por el contrario, ves que muchas se perderán, y sientes su dolorosa separación como si se arrancaran de tus miembros... Y Tú, debiendo satisfacer a la Divina Justicia también por ellas, sientes la muerte de cada una y hasta las penas mismas que sufrirán en el infierno, y gritas con fuerza a todos los corazones:

"¡No me abandonéis! Si queréis que sufra más penas estoy dispuesto, pero no os separéis de mi Humanidad. ¡Este es el dolor de los dolores, ésta es la muerte de las muertes! ¡Todo lo demás me sería nada si no sufriera vuestra separación de Mí! ¡Ah, piedad de mi Sangre, de mis llagas, de mi muerte! ¡Este grito será continuo en vuestros corazones: ¡Ah, no me abandonéis!".

Amor mío, cuánto me duelo junto contigo... Te asfixias; tu santísima cabeza cae ya sobre tu pecho; la vida te abandona... Amor mío, me siento morir... Pero también yo quiero gritar contigo: ¡Almas, almas! No me separaré de esta Cruz y de estas llagas tuyas, para pedirte almas; y si Tú quieres, descenderé en los corazones de las criaturas, los rodearé con tus penas para que no se me escapen, y si me fuese posible quisiera ponerme a la puerta del infierno para hacer retroceder a las almas que quieren ir ahí y conducirlas a tu Corazón.

Pero Tú agonizas y callas, y yo lloro tu cercana muerte... Oh Jesús mío, te compadezco, estrecho tu Corazón fuertemente al mío, lo beso y lo miro con toda la ternura de que ahora soy capaz, y para procurarte un alivio mayor, hago mía la ternura divina y con ella quiero compadecerte, con ella quiero convertir mi corazón en un río de dulzura y derramarlo en el tuyo, para endulzar la amargura que sientes por la pérdida de las almas...

Es en verdad doloroso este grito tuyo, oh Jesús; más que el abandono del Padre, es la pérdida de las almas que se alejan de ti, lo que hace escapar de tu Corazón este doloroso grito.

Oh Jesús mío, aumenta en todos la Gracia, para que nadie se pierda, y que mi reparación sea a favor de aquellas almas que habrían de perderse, para que no se pierdan. Te ruego además, oh Jesús mío, por este extremo abandono, que des ayuda a tantas almas amantes, que por tenerlas de compañeras en tu abandono, parece que las privas de ti, dejándolas en tinieblas. Que sus penas sean, oh Jesús, como voces que llamen a todas las almas a tu lado y te alivien en tu dolor.


Estaciones de la cruz - Dios mío, Dios mío. ¿Por que me has abandonado?

Apostolado del Trabajo de Dios - mpjs#31
Meditaciones de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo - Veinticuatro Horas de la Pasión

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