Divina Misericordia
Mateo 18:21-22
21 Pedro se acercó entonces y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?
22 Dícele Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Cuando rezamos el Padre Nuestro, algunas veces nos olvidamos de perdonar a los demás y fallamos en recibir la Divina Misericordia de Dios que nos pide que perdonemos para poder ser perdonados.
Jesús murió en la cruz por el perdón de nuestros pecados. El Santo Padre hizo eco del trabajo redentivo de Cristo con su continuo ofrecimiento, con su vida de sacrificio y de entrega y con su predicación del perdón.
Demostrando con sus hechos personales, él visitó al hombre que atentó matarle y le perdonó su mal proceder. Él exhortó a los fieles a ser misericordiosos como nuestro Padre Celestial es misericordioso.
Juan Pablo Segundo canonizó a la Hermana Faustina Kowalska de Polonia, quien recibió de nuestro Señor la devoción de la Divina Misericordia. El perdón es la llave de la paz. Nosotros tenemos que reconciliarnos y estar en paz con Dios, con nuestros hermanos y con nosotros mismos.
El Santo Padre buscó la reconciliación con los Judíos y los Musulmanes, les pidió que perdonaran a los Católicos por los previos malentendidos y abrió el camino para mejores relaciones en el futuro con muchas otras religiones.
Siendo sacerdote y también Papa, a él le fue confiado el Sacramento de la Reconciliación, por el cual la Iglesia recibió autoridad para perdonar los pecados. El Santo Padre dio coraje a los fieles para hacer uso de los Sacramentos disponibles en nuestra Iglesia Católica.
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Extractos
JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2002
El perdón, vía maestra
10. La propuesta del perdón no se comprende de inmediato ni se acepta fácilmente; es un mensaje en cierto modo paradójico. En efecto, el perdón comporta siempre a corto plazo una aparente pérdida, mientras que, a la larga, asegura un provecho real. La violencia es exactamente lo opuesto: opta por un beneficio sin demora, pero, a largo plazo, produce perjuicios reales y permanentes. El perdón podría parecer una debilidad; en realidad, tanto para concederlo como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda prueba. Lejos de ser menoscabo para la persona, el perdón la lleva hacia una humanidad más plena y más rica, capaz de reflejar en sí misma un rayo del esplendor del Creador.
El ministerio que llevo a cabo al servicio del Evangelio me hace sentir profundamente el deber, y a la vez me da la fuerza, de insistir sobre la necesidad del perdón. Lo hago también hoy, sostenido por la esperanza de poder suscitar una reflexión serena y madura, de cara a una renovación general, tanto en los corazones de las personas como en las relaciones entre los pueblos de la tierra.
11. Meditando sobre el tema del perdón, habría que recordar algunas situaciones trágicas de conflicto, que desde hace demasiado tiempo fomentan odios profundos y lacerantes, con la consiguiente espiral incontenible de tragedias personales y colectivas. Me refiero, en particular, a cuanto ocurre en Tierra Santa, lugar bendito y sagrado del encuentro de Dios con los hombres, lugar de la vida, muerte y resurrección de Jesús, el Príncipe de la paz.
La delicada situación internacional invita a subrayar con renovada fuerza la urgencia de una solución del conflicto árabe-israelí, que dura ya más de cincuenta años, con una alternancia de fases más o menos agudas. El continuo recurso a actos terroristas o de guerra, que agravan para todos la situación y obscurecen las perspectivas, tiene que dar paso finalmente a una negociación decisiva. Los derechos y exigencias de cada parte serán tenidos debidamente en cuenta, y regulados de manera ecuánime, si y cuando prevalezca en todos la voluntad de justicia y de reconciliación. A estos queridos pueblos dirijo de nuevo una invitación apremiante a esforzarse por llegar a una nueva era de respeto mutuo y de acuerdo constructivo.
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/messages/peace/documents/
hf_jp-ii_mes_20011211_xxxv-world-day-for-peace_sp.html
Apóstol de la Divina Misericordia
"REGINA CAELI" Domingo 7 de abril 2002
2. La liturgia de hoy nos invita a encontrar en la Misericordia divina el manantial de la auténtica paz que nos ofrece Cristo resucitado. Las llagas del Señor resucitado y glorioso constituyen el signo permanente del amor misericordioso de Dios a la humanidad. De ellas se irradia una luz espiritual, que ilumina las conciencias e infunde en los corazones consuelo y esperanza.
Jesús, ¡en ti confío!, repetimos en esta hora complicada y difícil, sabiendo que necesitamos esa Misericordia divina que hace medio siglo el Señor manifestó con tanta generosidad a santa Faustina Kowalska. Allí donde son más arduas las pruebas y las dificultades, más insistente ha de ser la invocación al Señor resucitado y más ferviente la imploración del don de su Espíritu Santo, manantial de amor y de paz.
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/angelus/2002/documents/
hf_jp-ii_reg_20020407_sp.html
Extracto
ÁNGELUS DE JUAN PABLO II Explanada Blonia, Cracovia
Domingo 18 de agosto de 2002
Amadísimos jóvenes amigos, recientemente en Toronto (Canadá), se celebró el encuentro especial de los jóvenes de todo el mundo, que tiene lugar cada dos años, llamado Jornada mundial de la juventud. Fue un acontecimiento maravilloso, vivido con espíritu de fe; la fe es el fundamento sólido del entusiasmo de las aspiraciones y de los propósitos juveniles. Como ya he dicho, a orillas del lago Ontario revivimos la experiencia de la gente de Galilea, a la que Jesús entregó el mensaje de las Bienaventuranzas en la ribera del lago de Tiberíades. Hoy evoco esa experiencia, teniendo presente el mensaje sobre la Misericordia divina. A través de santa Faustina Dios os lo entrega a vosotros, para que a su luz comprendáis mejor lo que quiere decir ser pobres de espíritu, misericordiosos, constructores de paz, hambrientos y sedientos de justicia y, por último, perseguidos a causa del nombre de Jesús.
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/angelus/2002/documents/
hf_jp-ii_ang_20020818_sp.html
Durante la Santa Misa
martes, 15 Junio 1999, Kraków
Por eso, con san Pablo, os pido, hermanos y hermanas: tomad como modelo los sanos principios, en la fe y en el amor a Cristo Jesús. Conservad el buen depósito con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en vosotros (cf. 2 Tm 1, 13-14). Llevadlo al tercer milenio del cristianismo con el sano orgullo y con la humildad de los testigos. Transmitid a las futuras generaciones el mensaje de la Misericordia divina, que tuvo a bien escoger esta ciudad para manifestarse al mundo. Al final del siglo XX, el mundo parece necesitar más que nunca ese mensaje. Llevadlo a los tiempos nuevos como germen de esperanza y prenda de salvación. |