Matt 5:9
9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
El Santo Padre Juan Pablo Segundo fue un ángel de la paz. Su visita trajo gozo a millones de personas a través del mundo, cuando celebraba la Santa Misa, muchos Católicos fueron a recibir los Sacramentos y a renovar la fe.
Él se opuso a las guerras y siempre estaba dispuesto a actuar como mediador, y a dar su santo consejo.
La paz de Cristo fue el regalo que el Santo Padre llevó a todo el que se acercó a él, en la vida y aun en la muerte.
Su funeral fue atendido virtualmente por mas de un billón de personas a través del mundo, mas de cuatro millones de personas fueron a Roma, la Ciudad Eterna, para este evento único. Millones más miraron en sus pantallas de televisión y estuvieron unidos recibiendo la paz que el Santo Padre Juan Pablo Segundo enviaba a nuestros corazones.
Hemos rezado y continuamos rezando por su bien merecida paz eterna, el regalo de Dios. Estamos seguros que en su nueva morada espiritual, el Santo Padre continuará rezando por nosotros y se volverá nuestro ángel de paz. Podemos buscar refugio en las palabras de Cristo que él proclamó con tanto amor en su evangelio de paz.
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Extractos
JUAN PABLO II - PARA LA CELEBRACIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2004
Los distintos aspectos de la paz ya han sido ilustrados abundantemente. Ahora no queda más que actuar para que el ideal de la convivencia pacífica, con sus precisas exigencias, entre en la conciencia de los individuos y de los pueblos. Los cristianos sentimos, como característica propia de nuestra religión, el deber de formarnos a nosotros mismos y a los demás para la paz . En efecto, para el cristiano proclamar la paz es anunciar a Cristo que es « nuestra paz » (Ef 2,14) y anunciar su Evangelio que es « el Evangelio de la paz » (Ef 6,15), exhortando a todos a la bienaventuranza de ser « constructores de la paz » (cf. Mt 5,9).
Educar a la paz
4. En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1o de enero de 1979 dirigía ya este llamamiento: « Para lograr la paz, educar a la paz ». Esto es hoy más urgente que nunca porque los hombres, ante las tragedias que siguen afligiendo a la humanidad, están tentados de abandonarse al fatalismo, como si la paz fuera un ideal inalcanzable.
La Iglesia, en cambio, ha enseñado siempre y sigue enseñando una evidencia muy sencilla: la paz es posible. Más aún, la Iglesia no se cansa de repetir: la paz es necesaria. Ésta se ha de construir sobre las cuatro bases indicadas por el Beato Juan XXIII en la Encíclica Pacem in terris: la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Se impone, pues, un deber a todos los amantes de la paz: educar a las nuevas generaciones en estos ideales, para preparar una era mejor para toda la humanidad. |