Marcos 8:34-35
34 Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
35 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
Las Buenas Nuevas o el Evangelio acerca de Nuestro Señor Jesucristo, es que El es el Salvador del mundo, el Hijo del Dios vivo quien ha descendido del Cielo. El tomó sobre si mismo los pecados de toda la humanidad y se ofreció como un sacrificio viviente al Padre Celestial para que todos pudiéramos tener vida eterna.
El llamado de Cristo empieza en nuestra niñez cuando aprendemos de nuestros padres, nuestros profesores y cuando venimos a conocer a Jesús en los Sacramentos. Viene un momento en nuestras vidas cuando tenemos que hacer una decisión acerca de Cristo. Para algunos es un privilegio ser llamados a servir como discípulos y apóstoles de Cristo.
El Santo Padre, Papa Juan Pablo II sintió este llamado en su corazón a pesar de las dificultades y persecuciones que experimentó viviendo en el régimen comunista, el siguió el llamado de su vocación y fue ordenado Sacerdote en 1948. Sin embargo su llamado de Cristo lo llevó por todo el camino hasta el Vaticano, donde se volvió el Vicario de su Iglesia.
Al encontrar a Cristo, el se convirtió en un gran apóstol, comenzó a predicar el evangelio de Cristo: “Síganme”
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Extracto
APOSTOLIC LETTER SALVIFICI DOLORIS
La respuesta que llega mediante esta participación, a lo largo del camino del encuentro interior con el Maestro, es a su vez algo más que una mera respuesta abstracta a la pregunta acerca del significado del sufrimiento. Esta es, en efecto, ante todo una llamada. Es una vocación. Cristo no explica abstractamente las razones del sufrimiento, sino que ante todo dice: « Sígueme », « Ven », toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo, que se realiza a través de mi sufrimiento. Por medio de mi cruz. A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. El hombre no descubre este sentido a nivel humano, sino a nivel del sufrimiento de Cristo. Pero al mismo tiempo, de este nivel de Cristo aquel sentido salvífico del sufrimiento desciende al nivel humano y se hace, en cierto modo, su respuesta personal. Entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual. |