Juan 20:21-23
21 Jesús les dijo otra vez: La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.
22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
El Santo Padre Juan Pablo Segundo fue un pacificador por excelencia. Siguiendo las palabras de Cristo, él fue por todo el mundo proclamando el mismo mensaje de Cristo.
La paz es el fruto de la reconciliación. Jesucristo nuestro Señor murió para poder perdonar nuestros pecados, por eso es que el día que se apareció a su discípulos, sus primeras palabras fueron, “La paz sea con ustedes,” después respiró el Espíritu Santo sobre ellos y les ordenó, “los pecados que perdonen, serán perdonados, los pecados que retengan serán retenidos.”
Jesús dio el mandato a sus apóstoles de perdonar los pecados, la Iglesia por los poderes concedidos a ella ha instituido el Sacramento de la Penitencia para que podamos confesar nuestros pecados al Sacerdote y así ser perdonados por Cristo a través de la absolución del Sacerdote.
El Santo Padre dio testimonio público del perdón cuando fue a la cárcel a perdonar personalmente al hombre que trató de matarle. Sabía la importancia de la reconciliación y salvó el alma de este hombre de esa manera. También pidió perdón a los Judíos y a los Musulmanes por todos los pecados de los Católicos en el pasado.
Nos exhortó a mantener en nuestros corazones las palabras de Cristo. “Perdonad y series perdonados.” Cuando rezamos el Padre Nuestro, hacemos un compromiso con Dios de perdonar a los demás, si fallamos en reconciliarnos con los demás, no habrá paz en nuestros corazones.
+ + + + + +
La Paz sea con vosotros:
Jesús, don de paz
Extracto
19. « Paz en la tierra a los hombres que Dios ama ». En todo el mundo, en el contexto del Gran Jubileo, los cristianos están comprometidos a hacer solemne memoria de la Encarnación. Retomando el anuncio de los ángeles en Belén (cf. Lc 2,14), ellos proclaman este acontecimiento con la conciencia de que Jesús « es nuestra paz » (Ef 2,14), es don de paz para todos los hombres. Sus primeras palabras a los discípulos después de la Resurrección fueron: « Paz a vosotros » (Jn 20, 19.21.26). Él vino para unir lo que estaba dividido, para destruir el pecado y el odio, despertando en la humanidad la vocación a la unidad y a la fraternidad. Él es, por tanto, « el principio y el ejemplo de esta humanidad renovada, llena de amor fraterno, de sinceridad y de espíritu de paz, a la que todos aspiran ».(7) |