Ante la petición que me ha hecho un feligrés, que le explique las
consecuencias espirituales de la Apostasía formal, que se está dando en
algunos colectivos, he escrito el siguiente artículo, espero te sirva.
Andrés García Torres
Pbro.
Querido amigo:
Paz y bien, ante la pregunta que me haces sobre la Apostasía te voy a
referir lo siguiente; siguiendo mi pensamiento de cristiano y de
sacerdote.
Se que estás preocupado porque las noticias que últimamente se escuchan,
hablan de colectivos que están potenciando la apostasía. Incluso de
internet están bajando impresos para apostatar. Impresos que una vez
debidamente cumplimentados se envían a los obispados para que de estos se
comunique a las parroquias y en estas se apunte en la nota marginal de la
partida de Bautismo, que la persona ha apostatado.
En primer lugar vamos a definir o a indicar lo que es la apostasía. El
Código de Derecho Canónico (libro de leyes de la Iglesia), en su canon 751
nos dice: Apostasía es el rechazo total de la fe cristiana.
Este rechazo se hace de una manera libre y voluntariamente. El apóstata
rechaza todas las verdades de fe en absoluto. El apóstata por lo tanto no es
católico, ni tal siquiera cristiano.
La Iglesia castiga la apostasía con la excomunión latae sententiae (Canón
1364).
La apostasía es un pecado que va contra el primer mandamiento de la ley de
Dios. Es por lo tanto uno de los pecados que van contra la religión y la
unidad de la Iglesia.
En consecuencia podemos afirmar que es un pecado terrible ya que son los
pecados que van directamente contra Dios.
Es un pecado de soberbia y por lo tanto se puede clasificar como un pecado
Satánico. No es un pecado en el que uno obra por debilidad, sino por una
soberbia contumaz contra la Ley de Dios y de la Iglesia.
Por lo mismo el apóstata se pone en un peligro serio y grave de eterna
condenación.
El apóstata al quedar excomulgado no puede participar en la celebración
de la Santísima Eucaristía o en cualquier otra ceremonia de culto Divino.
No puede celebrar los sacramentos o sacramentales (agua bendita, recibir la
bendición, recibir la exequias católicas, etc.), recibir los Sacramentos...
Como vemos el apóstata queda en una situación espiritual terrible.
Con palabras duras pero ciertas el apóstata se ha cerrado a la gracia Divina.
Pone un óbice al Espíritu Santo que impide que obre en su alma. Y se ha
abierto a la influencia nefasta del Maligno que tiene un poder especial sobre
su alma, e incluso sobre su cuerpo. Como vamos a demostrar en otra parte de
este trabajo.
Dentro de la historia de la Iglesia tenemos el caso de Juliano el Apóstata
que ha pasado a la historia como persona que luchó contra Cristo. Su
vida y su muerte se puede resumir en la frase que le ha hecho célebre al
morir herido en una batalla: al fin me venciste Galileo.
La Iglesia en todos los momentos esta esperando la Segunda Venida de
Jesús. Especialmente en el tiempo de Adviento lo recordamos, sobre todo en la
primera parte del Adviento. De hecho el grito de la Iglesia de siempre es
Ven Señor Jesús.
Jesús no nos ha dicho ni el día ni la hora en que El vendrá por segunda vez
para recapitular todas las cosas en El.
Pero sí nos ha dado una señales. Estas señales aparecen claramente en la
Sagrada Escritura, especialmente en los Evangelios y en algunos de los libros
del Nuevo Testamento. La Tradición de la Iglesia y su Magisterio nos la
resumen en las siguientes señales:
1º El Evangelio se habrá predicado en todos los lugares de la tierra.
2º La Gran Apostasía.
3º Aparición del Anticristo.
4º Conversión del pueblo Judío.
Todo esto ira acompañado por señales en el sol y la luna, (como nos
recuerdan los Evangelios, sobre todo en los últimos Domingos del Tiempo
Ordinario). También habrá terremotos y desgracias naturales junto con
anuncios de guerras y otras catástrofes.
Me haría interminable si fuera explicando cada uno de los puntos. Pero me voy
a referir especialmente al punto 2º la Gran Apostasía que es el que nos
interesa.
Jesucristo en su Evangelio cuando habla de su segunda venida se hace una
pregunta; pregunta que la hace para nuestro discernimiento: ¿Cuándo venga
el Hijo del Hombre, encontrará fe en la tierra?.
San Pablo nos dice que vendrán unos tiempos en los que la verdadera doctrina
será rechazada, despreciada y los que la sigan perseguidos.
El Nuevo Testamento nos dice que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y
siempre. No os dejéis llevar por doctrinas complicadas y extrañas.
¿Hoy vivimos estos tiempos? La respuesta clara es que sí.
Vemos como lo antinatural se quiere presentar como natural. Claro caso tenemos
en la homosexualidad. Lo que es un desequilibrio causado por el pecado
original, se quiere presentar como algo normal. Se tacha con el tópico y la
etiqueta de homófogo al que afirma; siguiendo la moral natural y católica;
que las practicas homosexuales son en sí intrínsecamente malas y perversas,
por ser inmorales y contrarias al orden natural, impuesto por Dios y escrito
en el corazón del hombre.
Esto ha llevado a que los colectivos de homosexuales y lesbianas sean los que
están especialmente propagando, como nunca se ha hecho hasta ahora, la
apostasía.
Varios miles de petición de apostasía formal se han presentado en los
obispados de España.
Nunca en la historia de la Iglesia se ha conocido otro hecho similar. Al menos
de una manera programada, formal y sabiendo lo que se hace.
Esta actitud entra dentro del entramado del Principio de la Iniquidad, de
rechazar a Cristo y su Iglesia y esto de una manera sistemática en las almas;
que produce consecuencias espirituales terribles.
Este puede ser un indicio de que estamos en los últimos tiempos y de
que la Venida de Cristo es inminente.
Pero yo no soy persona apta para decir esto, sólo digo una opinión que
someto en todo al juicio de la Santa Madre Iglesia Católica. Por ella
Jesucristo actúa y nos habla, por medio del Papa y de los obispos en
comunión con él. Yo sólo manifiesto una opinión mía que en cualquier caso
no es más que una mera opinión fruto de la observación.
En un sentido más amplio la Gran Apostasía consiste en que los pueblos que
han sido cristianos, dejaran de serlo. Incluso perseguirán a Cristo en sus
miembros que es la Iglesia.
Hoy vemos como esta persecución se da cuando se desprestigia a la Iglesia y a
sus pastores tachándolos de oscurantistas e integristas. O de ser contrarios
al progreso. Y esto porque estos grupos con mucho poder mediático llaman
progreso a lo que es la destrucción de la familia, de la persona, en
definitiva del ser humano.
La Iglesia presenta la liberación integran del hombre. Libre cuanto más
mejor de sus pasiones. Estos grupos llevan al hombre a la mayor esclavitud. Le
someten a las lacras del sexo, de la droga, de la prostitución, de la
promiscuidad, etc.
Sin duda una persona ingenua dirá: es una rabieta que ciertos grupos han
cogido contra la Iglesia y ya se les pasará. Esto puede tener algo de cierto.
Pero no es la causa última de esta campaña de apostatar.
La causa última creo que la explica muy bien el punto 395 del Catecismo de la
Iglesia Católica, cuando al hablar de la Caída de los Ángeles, termina con
este texto, que es del Papa Juan Pablo II y que pronunció en unas preciosas
catequesis sobre los Ángeles en el año 1987. Dice así:
Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una
criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura.
No puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el
mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause
graves daños de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de
naturaleza física en cada hombre y en la sociedad, esta acción es
permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la
historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica
es un gran misterio, pero nosotros sabemos que en todas las cosas
interviene Dios para bien de los que le aman (Rom. 8,28).
Podíamos analizar detenidamente esto texto que no tiene desperdicio. Sólo
caer en la cuenta de la idea que nos apunta la Iglesia: el poder del Diablo
causa graves daños, sobre todo de orden espiritual. Ese intento de apartarnos
de la fe, y concretamente de Jesucristo y su Iglesia. ¿No es esto lo que
consigue con los apóstatas?
Invito a que medites profundamente esto texto.
El que usando mal de su libertad y de su libre albedrío. De una manera
formal quiere apostatar, lleva su alma a la perdición y también su cuerpo
como vamos a ver.
En el momento de la muerte del ser humano se produce ese encuentro con
Jesucristo. Ese Juicio Particular. El alma se encuentra sola con Dios. Dios
que es Padre Misericordioso, pero Juez Justo. Nos juzga sobre nuestras obras y
sobre nuestra fe.
Si nosotros hemos libremente rechazado el nombre de Cristiano y por un acto
formal de apostasía hemos dicho NO A CRISTO. Irremisiblemente Dios nos juzga
para una condenación eterna.
La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la
aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo
Y sigue en el 1022:
Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución
eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de
una purificación (Purgatorio). Bien para entrar inmediatamente en la
bienaventuranza del cielo. Bien para condenarse inmediatamente para siempre en
el Infierno.
A este respecto vamos a ver lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia
Católica sobre el Infierno.
Trata de este estado en el número 1033:
Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor
misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para siempre por
nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de
la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la
palabra infiernos.
El apóstata libremente ha rechazado la gracia de Dios, como ya hemos dicho
antes. Le ha dicho a Dios: no quiero saber nada contigo...
El punto 1034 nos presenta el mismo testimonio de Jesús sobre el Infierno:
Jesús habla con frecuencia de la gehenna y del fuego que nunca se
apagara (Mt 5, 22.29) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan
creer y convertirse, y donde se pierde a la vez el alma y el cuerpo (Mt 10,
28). Jesús anuncia en términos graves que enviará a sus ángeles que
recogerán a todos los autores de iniquidad..., (apóstatas y pervertidores
viciosos), y los arrojarán al horno ardiendo (Mt 13, 41 42), y que
pronunciará la condena: ¡Alejaos de mí, malditos al fuego eterno¡.
(Mt, 25, 14).
En el punto 1035 el catecismo cita el testimonio de la misma Iglesia:
La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su
eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a
los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas
del infierno, el fuego eterno. La pena principal de infierno consiste en
la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la
vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.
Terribles palabras para nuestra consideración. No nos lo podemos tomar en
broma.
En el punto 1036 el catecismo nos da una preciosa advertencia y un consejo:
Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a
propósito del Infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el
hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno.
Al apostatar formalmente, estamos cometiendo una terrible irresponsabilidad de
consecuencias espirituales para el alma incalculables. Y lo peor quien
promueve esto y lleva a otros a esa situación...
Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión:
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; más
¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida¡; y
pocos son los que la encuentran (Mt 7, 13 14).
A ti homosexual y lesbiana que lees este trabajo... No te das cuenta como el
Señor te está llamando a la conversión, a volver a El. Te animo a que vivas
tu vida ofrecida al Señor en pureza y castidad. Esa es la puerta estrecha que
te llevará a la vida y te hará santo. Lo otro te sumergirá en la peor de
las situaciones morales y acabará con tu cuerpo y con tu alma en los más
profundo del Infierno. Podemos decir incluso, que el Diablo te
presentará el día del Juicio tu apostasía firmada por ti como prueba de
tu actitud.
En el punto 1037 el catecismo nos dice que Dios a nadie predestina al
Infierno. Para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios, y
persistir en esa aversión hasta el final (la apostasía que has firmado).
Termino este capítulo cintando el punto 393 del catecismo de la Iglesia
Católica, cuando habla de esta situación irreversible del condenado:
Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita
misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles apóstatas no
pueda ser perdonado. No hay arrepentimiento para ellos después de la
caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte
(San Juan Damasceno).
Antes hablábamos de que para el cuerpo la condenación eterna,
consecuencia de la apostasía también tiene unas propiedades.
Serán inmortales, vivirán en estado de integridad material y sin deformidad
física ni enfermedad, pero tendrán cualidades opuestas a las cuatro propias
de los cuerpos gloriosos (Impasibilidad, belleza, luminosidad y
sutileza).
Serán incorruptibles: Apoc. 9,9 en aquellos días buscarán los hombres la
muerte y no la hallarán, desearán morir y la muerte huirá de ellos.
Tendrán pasibilidad, podrán sufrir irán al suplicio eterno (Mateo,
24,46). Como su alma está voluntariamente apartada de Dios y privada de su
propio fin, sus cuerpos no serán espirituales, sino que, más bien su alma
será carnal. Sus cuerpos graves y pesados, insoportables al alma,
sufrirán daños... serán además opacos y tenebrosos.
Realmente impresionante estas palabras que nos hacen temblar de espanto al
escucharlas. Es impresionante meditar en el Infierno y en su Eternidad. Como
gozoso es meditar en el Cielo y en su Gloria. Por eso como dice san Pablo: los
sufrimientos de ahora, no son nada en comparación de la gloria que se nos va
a manifestar.
Creo que una imagen vale más que mil palabras. Os invito a acudir al mismo
testimonio que Jesús nos da en los Evangelios sobre el Infierno cuando lo
define como el lugar del fuego inextinguible, la gehena, donde
será el llanto y el crujir de dientes, o cuando dice apartaos de mí
malditos de mi Padre, id al fuego eterno preparado para el Diablo y sus
ángeles.
¡Qué mejor testimonio que el mismo de Cristo¡ Sus parábolas también nos
hablan de estar preparados: con las lámparas encendidas como las vírgenes,
pues no sabemos a que hora va a llegar el Hijo del Hombre. O el mayordomo. O
el ladrón. O el banquete de bodas, etc.
Invito a leer tres testimonios impresionantes de santos beatificados y
canonizados por la Iglesia a los cuales el Señor les mostró el Infierno.
1º Santa Teresa de Jesús. Está gran santa Española, doctora de la Iglesia.
Reformadora del Carmelo. La Santa más grande de la Iglesia Católica. Cumbre
y cima de la mística. En el capítulo XXXII del Libro de su Vida nos
relata con unas palabras impresionantes la visión que tuvo del Infierno.
2º San Juan Bosco en uno de sus sueños. Este santo de los jóvenes, gran
pedagogo y formador. Quedó vivamente impresionado con esta visión, donde
describe el estado del Infierno con una viveza que estremece y hace temblar.
3º Los pastorcitos de Fátima. En la tercera aparición del 13 de julio de
1917 la Virgen les mostró el infierno donde van las almas de los pobres
pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer la Devoción al Inmaculado
Corazón de María. Lucía dice que los niños quedaron espantados y si no
hubiera sido porque la Virgen estaba con ellos hubieran muerto de espanto.
Esta visión del infierno causó tal impresión en los niños, que ellos se
tomaron muy en serio el consejo de la Virgen, de ofrecer siempre que tuvieran
ocasión algún sacrificio para evitar que los pecadores fueran a ese lugar. Y
los niños llegaban a atarse una cuerda al cuerpo fuertemente. La Señora les
indicó que para dormir se la quitaran. En verano pasaban una sed terrible
para evitar que muchas almas fueran al Infierno.
Podríamos citar otros muchos testimonios de grandes santos, pero con estos
creo que es suficiente.
Y ahora que has apostatado piensa bien y medita: ¿Cómo se encuentra mi alma
en este momento? ¿Si ahora muriera donde iría?
Reflexiona: Estoy en el tiempo de la Misericordia. Con la muerte llega el
tiempo de la Justicia de Dios.
Conclusión a la que puedes y debes llegar: Por un placer pasajero,
momentáneo y efímero voy a pasar toda una Eternidad condenado.
Quiero apuntar aquí, como siguiendo la doctrina cristiana, se nos dice: La
cuantía de la pena de cada uno de los condenados es diversa según el diverso
grado de su culpa. El mismo San Agustín Doctor de la Gracia y gran
pensador cristiano nos dice: La desdicha será más soportable a unos
condenados que a otros. La Justicia exige que la magnitud del castigo
corresponda a la gravedad de la culpa.
Si te condenas más te valdría no haber nacido. En el Infierno por toda una
Eternidad se maldice la hora en que fuiste concebido, la hora en que uno vino
a este mundo. Se maldice a las personas que te hicieron perderte: tus colegas
homosexuales y lesbianas. Las asociaciones, etc. El Infierno es una Eterna
Maldición. Con las penas de daño y de sentido: la privación de Dios que es
la esencial y peor y los tormentos propios de los condenados físicos y
morales.
Si este artículo te ha conmovido. Si ha sido un toque a tu conciencia en
la actitud en la que te encuentras te diré como salir de esta situación.
El apóstata no puede ser absuelto por un sacerdote ordinario. Te aconsejo que
te dirijas al Canónico Penitenciario que confiesa en la Catedral de tu
diócesis, al Vicario General o a tu obispo diocesano para que el te absuelva
del pecado y de la pena. Es un pecado reservado, es decir, no tiene la
facultad cualquier sacerdote para perdonarte.
En el obispado te indicarán lo que tienes que hacer para entrar de
nuevo en la Iglesia TABLA DE SALVACIÓN, que has abandonado. Tendrás que
renunciar al acto formal de apostasía también de una manera formal y es
conveniente que el obispo te reciba por un rito prescrito por la Santa Madre
Iglesia.
Te aconsejo mucha oración ante el Santísimo Sacramento, para que Jesús
Médico Divino te sane... Acude a la Virgen con el Rosario diario.
Encomiéndate a los Santos y a los Ángeles. De una manera especial a San
Miguel Arcángel y al Ángel Custodio que Dios ha puesto a tu lado.
Pido que el Espíritu Santo te de luz y gracia.
Con mi afecto y bendición.
Andrés García Torres
Pbro.
e-mail: baraquiel1@wanadoo.es |