El Trabajo de Dios

Jesus habla sobre los Sacerdotes Tesoro de Oraciones  

Jesus habla sobre los Sacerdotes

Jesus habla sobre los Sacerdotes

Autor: José de Jesús y María


El Señor dice:
Quiero que todos sepan que Yo soy el Sumo Sacerdote de la Orden de Melquisedec.
Mi Sacerdocio Real no es de este mundo, sino del cielo. El pueblo de Dios tenía muchos sacerdotes en el Antiguo Testamento, hombres buenos ungidos por Dios para ofrecer oraciones y sacrificios de animales para apaciguar la ira de Dios. Pero esos sacrificios solamente expiaban los pecados de las personas por las que se ofrecían en ese momento, se ofrecían sacrificios materiales, ofrecimientos finitos que no satisfacían la Justicia Divina de forma permanente.
Se requería un sacrificio de valor infinito para expiar los pecados de toda la humanidad de una vez por todas, es por eso que Yo vine al mundo para ofrecerme como el templo, el sacerdote, el altar y la víctima. Yo soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. No existe otro sacrificio como el mío capaz de apaciguar la justa ira de Dios causada por los pecados de la raza humana.

Yo estaba en Dios en el principio, Yo soy la Palabra de Dios, y Yo hablo desde la Voluntad del Padre. Hemos traído el mundo a la existencia, con el Espíritu Santo, que es el Amor y el Poder del Padre, y mío. Le dimos vida al universo y lo sostenemos. Hemos creado los ángeles, seres espirituales, bellas imágenes de nuestro propio ser, algunos de ellos se enorgullecieron y fueron arrojados fuera del cielo, otros permanecen fieles y le dan Gloria a Dios con su servicio y adoración.

Después, creamos los seres humanos en nuestra propia imagen, criaturas hechas del polvo de la tierra, débiles en el exterior, pero llenos del aliento de Dios, el alma y el espíritu, para crecer como pequeñas semillas y producir una cosecha espiritual para la Gloria de Dios. El hombre fue creado inmortal, pero a causa de su desobediencia, perdió su inmortalidad y fue condenado a morir. Nuestra creación humana fracasó en el paraíso porque el pecado entró en el mundo. El maligno, Satanás, el jefe de los ángeles caídos todavía orgullosos y ahora llenos de odio contra Dios, comenzó una guerra contra Dios en sus nuevas criaturas. Por lo tanto, Dios en sus infinitas perfecciones me envió al mundo para poner fin a la esclavitud del pecado a través de mi Gracia.

Yo soy lleno de Gracia y Verdad, mi Gracia es el don de Dios para todos, mi Misericordia Divina se da a todos los pecadores, porque la ofensa infinita hecha por el pecado ha sido expiada, por mi sacrificio de valor infinito en la cruz.

Como sacerdote, Me ofrecí al Padre, y me ofrecí al mundo como comida y bebida en el pan y el vino que consagré el Jueves Santo, la noche de la última cena. Lo que ofrecí fue mi verdadero cuerpo quebrantado en la cruz y la Sangre Preciosa que derramé para su redención. Por lo tanto, establecí mi nuevo Sacerdocio Real en mi Iglesia, ungí los Apóstoles en su bautismo y les confirmé con mi bendición para que fueran los nuevos Sacerdotes de mi Iglesia, donde Pedro fue el primer Obispo, también Papa, quien recibió mi autoridad para ungir y consagrar Sacerdotes a mi servicio. Todos los sacerdotes consagrados por la Iglesia Católica tienen el poder que viene de mí, para administrar los siete Sacramentos, los cuales son Encuentros Santos conmigo.

Como templo, Yo abarqué a todos los seres humanos en mi alma, Yo los creé, los reuní en mi corazón y con todo mi amor morí por todos, Yo pagué por todos sus pecados. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos, permanezcan en mí y vivan conmigo para siempre.

Como altar, Yo estuve clavado en la cruz para convertirme en el Altar Supremo donde quiero que todos los seres humanos vengan a hacer un ofrecimiento de acción de gracias, al Dios que se ha hecho hombre como uno de ustedes con el fin de sufrir para que puedan regresar de la muerte a la vida en mí. Yo soy el altar; Yo soy Emanuel, Dios con ustedes, realmente presente en los altares del Dios-hombre crucificado.

Como el sacrificio, y como la víctima, Yo soy el verdadero Cordero de Dios que fue sacrificado. He sufrido los tormentos más atroces, Yo fui totalmente humillado con el fin de vencer el orgullo de las almas que les ha llevado al pecado. Cuando levanté el pan y el vino en la última cena le dije a los Apóstoles, "hagan esto en memoria mía". He perpetuado mi Santo Sacrificio en la cruz extendiéndolo a los altares de la Iglesia por las manos de mis sacerdotes, en el momento que me levantan. Y, a pesar de que se lleva a cabo de manera no sangrienta; se hace en mi Espíritu, que es Omnipresente y Omnipotente. El comando de mi Palabra Eterna está allí como un eco de mi voz el Jueves Santo, por eso con las palabras del Sacerdote, Yo vengo al altar y convierto el pan en mi cuerpo y el vino en mi sangre. Soy yo, el Señor, quien he perpetuado mi sacrificio en la cruz a través de la consagración hecha durante la Santa Misa. (Juan 12,32) Cuando Yo sea levantado, atraeré a todos los hombres a mí.

Quienes son mis sacerdotes? Mis sacerdotes son hombres que han escuchado mi voz, Yo los llamé a esta vocación divina y por mi Gracia, han sido ungidos para honrar a Dios con la unción santa que han recibido, la cual el Espíritu Santo ha pasado de Pedro y los Apóstoles a todos consagrados en el Sacramento del Orden Sagrado de la Iglesia Católica. Cuando ves a un sacerdote en el altar durante la consagración, él está dejando que mis palabras den poder al ofrecimiento, de tal manera que el pan y el vino ofrecidos se convierten en mi carne y mi sangre, aquel solemne momento es atendido por una multitud de huestes celestiales que vienen a dar gloria a Dios. No existen otros hombres en la tierra que hayan recibido semejante regalo celestial, sólo mi madre tuvo la dignidad de darme la vida en su seno virginal, pero el Sacerdote durante el Sacrificio de la Santa Misa tiene la dignidad de traerme a la vida una vez más, Y el milagro de mi Presencia se repite en todos los siete sacramentos de la Iglesia.

En el bautismo, cuando son bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ustedes se vuelven parte de mi cuerpo, la mancha del pecado original es borrada, y mi Gracia Santificante sobrenatural llena sus almas.

En la Confirmación, ustedes son ungidos por el Obispo o sacerdote designado para confirmar su fe, y para recibir mi Espíritu Santo.

En el Sacramento de la Confesión, Yo escucho sus pecados a través del sacerdote, su humildad se pone a prueba cuando confiesan sus pecados a un hombre que ha sido nombrado por orden mía. Él les da mi perdón y les dará alguna penitencia para compensar y empezar a pagar por su culpa.

En la Sagrada Comunión, ustedes participan de mi cuerpo y mi sangre, la comida y alimento de sus almas. Ustedes permanecen unidos a mi cuerpo y reciben muchas gracias que les sostienen en la vida espiritual.

En el sacramento del matrimonio, Yo uno un hombre y una mujer como un solo ser, para siempre, ellos reciben mi bendición a través del sacerdote.

En el sacramento de la extremaunción o la unción de los enfermos, Yo le doy una bendición a los enfermos, y si es la voluntad del Padre, doy la sanación a los enfermos, pero en todos los casos perdono sus pecados.

En el Sacramento del Orden, Yo unjo nuevos hombres para que se conviertan en otros Cristos, para que se vuelvan Sacerdotes para servirme y servirle a los demás.

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Apostolado del Trabajo de Dios - tdo©#104

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