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Padre perdónales, porque no saben lo que hacen.

Con estas palabras de Jesús, todos habemos sido perdonados. Meditemos en la forma como el Señor usó estas palabras tan importantes en el camino hacia el Calvario mientras le hacemos compañia.
Sintamos lo que el sintió y experimentemos su amor misericordioso. Vivamos esos momentos de dolor y hagamos eco a sus palabras mientras rezamos por el perdón de nuestros pecados y los de todo el mundo.

En la agonía en el Huerto, el sufrió angustia en su alma, iba a dar su vida por esta ingrata humanidad y dudaba por causa de la indiferencia con la que valoramos su sacrificio salvífico. Padre, si es posible, aleja esta copa de mi, pero que se haga tu voluntad y no la mía. “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En la dolorosa flagelación, nuestro Señor pagó por todos los pecados de impureza cuando su cuerpo fue rasgado tan salvajemente por todos los pecados de impureza cometidos en nuestras mentes y en la carne. Imaginémos como Jesús casi se desmayaba con dolor y sin embargo solo podía pensar en salvarnos mientras decía silenciosamente: “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En la coronación de espinas, el Señor experimentó mucho dolor en su sagrada cabeza, el cual continuó hasta el momento de su muerte, su mente fue torturada por los horrores causados por nuestro desprecio a la sabiduría. Nuestro orgullo y los apegamientos al mundo han rechazado el reino de los cielos mientras le hemos abierto nuestros corazones al reino del mundo. Jesús anticipó todo esto y humildemente pagó por nuestro orgullo. Con su pensamiento en estos pecados tan humillantes, el rezó en silencio: “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

Durante su juicio, el Juez Supremo fue mal juzgado y condenado por nuestra ignorancia. Que insulto tan grande para aquel que tiene el poder de perdonar. Pero Jesús fue paciente hasta la muerte, susurraba con mucho amor:“Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En la cargada de la cruz sobre su hombro herido, Jesús experimentó el peso de todos nuestros pecados, su dolor no puede ser medido. Y sin embargo el lo hizo voluntariamente porque nos ama tanto, “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En el encuentro con su madre bendita, Jesús estaba unido a su sufrimiento, no hubo intercambio de palabras, pero sus corazones eran uno, se sentían tan abandonados, pero en su poderosa intercesión por nosotros estaban diciendo la misma oración: “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En el encuentro con el Cirineo, el Señor compartió un poco de su sufrimiento con este hombre, quien representa a cada uno de nosotros cuando compartimos los sufrimientos de Cristo y los del prójimo, no tanto físicamente sino espiritualmente. Imploremos: “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En el encuentro con Verónica, el Señor dejó una impresión de su rostro en el velo de esta mujer, puesto que ella sintió compasión por sus sufrimientos y estaba dispuesta a unirse a sus palabras de salvación: “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En el encuentro con las mujeres santas de Jerusalén, el Señor sintió lástima por ellas y por sus hijos, les señaló que no era suficiente tan solo llorar por el, que ellas debían de preocuparse por sus hijos y siempre rezar: “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En las tres caídas de nuestro Señor, El enfatizó que caemos y caemos de nuevo, debilitando nuestras almas con el pecado, pero de esta manera sufrió misericordiosamente porque sabia la importancia de su ruego:“Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En el doloroso despojo de sus vestiduras, el Señor experimentó el dolor que destruye las almas de su inocencia, porque son despojadas de las vestiduras de la salvación, la imagen de Cristo. Que tontos somos, pero Jesús continua rogando en su dolor:“Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En la crucifixión, el Señor sufrió el dolor mas excruciante, nosotros los mortales estamos paralizando a nuestro Dios con nuestro pecado, no le dejamos reinar en nuestras vidas porque nos rebelamos en su contra, el está pegado a la cruz para destruir nuestros pecados y para perdonarnos cuando dice con gran amor: “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

En su dolorosa agonía y muerte, nuestro salvador sufrió dolor inimaginable por causa de su grandísimo amor misericordioso por nosotros. La ofensa infinita de los hombres no podía ser pagada por ofrecimientos y sacrificios finitos, Dios en la persona de su Hijo tenía que experimentar personalmente el dolor del sacrificio para satisfacer su justicia divina para que de esta manera nos pudiera perdonar y abrir el camino a la vida eterna. “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

Cuando el Sagrado corazón de Jesús fue punzado después de su muerte, el ya no podía sufrir mas, pero la humillación de los hombres tenía que ser empujada hasta el límite. De su corazón fluyó sangre y agua como símbolos de su misericordia y gracia. Nuestra Madre Santísima tuvo que soportar todos los sufrimientos de la pasión y muerte, ahora la lanza cumple la profecía de Simeón quien predijo sus sufrimientos para que nuestros pensamientos pudieran revelar compasión por ella, la Madre de la humanidad, nuestra madre, quien ha concebido espiritualmente los hijos de Dios en gran dolor y pena. Ella continúa la oración de nuestro Salvador: “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

El cuerpo de Jesús es llevado al sepulcro. Nosotros somos templos del Dios Vivo, el visita nuestras almas en el Santísimo Sacramento de la Sagrada Eucaristía, haciéndonos sepulcros vivientes para la carne y sangre de nuestro Salvador quien nos concederá la resurrección y la vida eterna. Sus palabras hacen reverberación en nuestros corazones, el contínuamente esta diciendo:“Padre perdónales, porque no saben lo que hacen”.

José de Jesús y María
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