Meditaciones Eucarísticas - Santos Evangelios
explicados por Jesús
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Mujer, tienes gran fe
Año A - 20o Domingo en tiempo ordinario - Mateo 15:21-28
21 Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón.
22 En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: ¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.
23 Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.
24 Respondió él: No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25 Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: ¡Señor, socórreme!
26 El respondió: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.
27 Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
28 Entonces Jesús le respondió: Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y desde aquel momento quedó curada su hija.
Mujer, tienes gran fe
Yo recompenso la fe, por eso ten fe en mí. Yo vine a mi propia gente pero fui rechazado, con la excepción de los humildes, quienes reconocieron el valor del regalo de Dios. Solamente aquellos abiertos al Espíritu Santo me aceptaron como el hijo de David, el Mesías que tenía poder para salvar a la gente de Dios.
Todos mis milagros fueron concedidos a aquellos que tenían fe; Yo quería impresionarles a todos la importancia de creer en mí, el Hijo del Dios vivo.
Es solamente aceptándome que tu puedes aceptar al Padre Celestial, es solamente creyendo en mí, que aun ahora tu puedes esperar que el poder de Dios se manifieste en tu vida a través de un milagro.
Los milagros no son tan populares ahora como en mi tiempo, porque no hay fe. Rezar por un milagro es la oración perfecta, pero esta tiene que venir de un corazón lleno de fe, de otra manera la petición permanece una oración y no es contestada como un milagro.
Mucha gente durante la profesión de mi ministerio de sanación fue atraída por mis milagros, no por su fe; habían muchos curiosos en busca de lo sobrenatural. Sin embargo también había una gran cantidad de gente genuina, quienes aceptaban la dignidad de mi presencia entre ellos, firmemente creían en el poder de Dios a mi disposición y tenían mérito para los que milagros que Yo hice.
Está en mi poder el conceder cualquier petición que Yo quiera, pero Yo deseo cultivar la fe en los corazones humanos. Una oración para mí es mucho más atractiva cuando viene de un corazón humilde y contrito. Si Yo fuera a conceder milagros por cada petición, los hombres se volverían muy orgullosos y pecarían pensando que tendrían el poder de controlar el poder de Dios.
El verdadero santo reza muy humildemente por un milagro, haciendo eco a mi oración en Getsemaní, “Padre, que no sea mi voluntad sino la tuya.“ El hombre de fe pone toda su confianza en el Señor, no en su esfuerzo humano, está preparado a darle todo el crédito a Dios por cada buena cosa que recibe.
Aquel que desea un milagro debe primero reconocer que no es digno de estar en mi presencia, y de que no merece ser escuchado. Sin embargo, al confesar su pecaminosidad, su indignidad, y al reconocer mi santidad, llama mi compasión con sus buenos deseos y puede ser afortunado de recibir.
No subestimes el gran poder de Dios que está a tu disposición si tienes fe. Reza para que tu fe aumente. Cree que Yo puedo concederte cualquier buen deseo de tu corazón, reza de acuerdo a mi voluntad y espera pacientemente por mi respuesta.
Recibido by: José de Jesús y María
Los santos evangelios explicados por Jesús
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