Meditaciones Eucarísticas - Santos Evangelios
explicados por Jesús
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A menos que el grano de trigo caiga en tierra y muera
Año B - Quinto Domingo de Cuaresma - Juan 12:20-30
20 Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta.
21 Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: Señor, queremos ver a Jesús.
22 Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
23 Jesús les respondió: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre.
24 En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.
25 El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna.
26 Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.
27 Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!
28 Padre, glorifica tu Nombre. Vino entonces una voz del cielo: Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.
29 La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: Le ha hablado un ángel.
30 Jesús respondió: No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros.
A menos que el grano de trigo caiga en tierra y muera
Mi reputación creció rápidamente y gente de otros países fue atraída por mis enseñanzas y por los milagros que yo estaba haciendo. Eran paganos que serían transformados por mis palabras y se volverían mis seguidores.
Yo le pedí a mi Padre Celestial que glorificara su nombre, entonces mi Padre respondió diciendo: “Yo lo he glorificado, y lo glorificaré de nuevo.” Aquellos que escucharon la voz pensaron que estaban escuchando truenos, algunos pensaron que un ángel me estaba hablando. Mi Padre hizo que se sintiera su presencia para darle fe a los no creyentes, para testificar de que Yo era el Hijo del Dios vivo, su Eterna Palabra que tiene que se escuchada, para que cada uno pueda ser salvado.
La hora había llegado par que el Hijo de Dios fuera glorificado, pero era difícil que ellos entendieran que Yo tenía que morir para ser glorificado como el Salvador del mundo, aquel que da la vida eterna a quienes están muertos en sus pecados. Yo ilustré como, a menos que un grano de cebada caiga a la tierra y muera, permanece solo un grano; pero si muere, da mucho fruto. De la misma manera Yo tuve que sufrir y morir por los pecados de la humanidad, para que con mi propia muerte Yo destruyera el pecado, el demonio y la muerte, para poder así compartir el poder de la resurrección con cada uno que me sigue.
Yo dije, aquellos que aman su vida la perderán, y aquellos que odian su vida en este mundo, por causa mía, la conservarán para la vida eterna. El hombre que ama su vida y vive para la carne y los placeres de este mundo perderá su vida. El hombre que mortifica sus sentidos por causa de su alma, que se niega a si mismo y lleva la cruz de mi voluntad, saboreará la vida eterna como su recompensa.
Querida alma, si tu verdaderamente me amas, no tengas temor de la muerte. La muerte es la puerta a la vida eterna y Yo estoy allí esperándote para recibir tu alma y bendecirte por toda la eternidad. Por eso vive tu vida con desprecio por el mundo, purifícate a ti mismo con pensamientos celestiales, aspira a poseer el reino de los cielos en tu corazón, acepta la voluntad de Dios y reza constantemente porque tu liberación está cerca.
Recibido by: José de Jesús y María
Los santos evangelios explicados por Jesús
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