Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.
Año B - 14° Domingo en tiempo ordinario - Marcos 6:1-6
1 Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen.
2 Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?
3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros? Y se escandalizaban a causa de él.
4 Jesús les dijo: Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.
5 Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos.
6 Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.
Fue muy desconcertante para mí ver como la gente se maravillaba temporalmente de los milagros, de las palabras de sabiduría que escuchaban y aun así no lograban darse cuenta de las maravillas que Dios estaba haciendo en ellos. Todos los profetas demostraron que traían un mensaje divino y merecían ser escuchados, todos ellos perecieron por causa de la hipocresía de quienes les escuchaban con duda y desprecio, aquellos pecaron por menospreciar el regalo de Dios al igual que los que me escucharon y aun me escuchan, rechazando mi Palabra.
¿Quién puede acaso tener palabras como Dios, quien puede unir poder a su palabra como lo hace Dios, quien puede hablar perfectamente sin errar expresándose directamente desde la Sabiduría como lo hace Dios? Solo uno lo ha podido hacer, aquel que es la misma Palabra de Dios, aquel que es el verbo encarnado, la Sabiduría de Dios que ha venido a la tierra, Jesús, su maestro, su amigo, su doctor celestial, el verdadero camino, verdad y la vida.
Pero que difícil fue para mí convencer aquella humanidad que me escuchaba, aun demostrándoles mi poder, para que lograran ver que las Sagradas Escrituras se estaban cumpliendo delante de sus ojos, muchos fueron los llamados, pero pocos los escogidos.
Muchos esperaban el Mesías, pero pocos le reconocieron cuando llegó, muchos le buscaron pero pocos le encontraron y aun al encontrarle y escuchar su testimonio rechazaron sus enseñanzas y prefirieron ponerle a un lado. Por esta razón, sus corazones se llenaron de envidia y de maldad, empezando por aquellos que me conocían desde la infancia y no podían aceptar lo que sus ojos veían, por aquellos que estudiaban la Ley de Moisés y se habían llenado de preceptos humanos que no tenían que ver nada con las enseñanzas divinas. Al encontrar algo nuevo, algo fuera de lo convencional, esta gente me rechazo totalmente, despreciaron el regalo que Dios les había enviado y cerraron sus ojos para no ver la Luz que había descendido de lo alto.
Para muchas almas que buscan a Dios les es difícil reconocer el encuentro espiritual que yo hago con cada uno, muchos piensan “yo no soy digno de recibir al Señor”, así, cerrados en sus casi nobles conceptos, pasan desapercibidos de mi Presencia, rechazan las inspiraciones de mi Espíritu Santo, menosprecian las oportunidades de hacer el bien sin darse cuenta de que Yo les estoy proporcionando formas de acercarse a Mí. De esta manera se vuelven fríos en la fe, y llegan al punto de olvidarse de que Yo estoy realmente Presente en la Iglesia tal como lo prometí, por sus mentes corre la duda, especialmente de mi Presencia Sacramental.
Cantidades de Cristianos se preguntan, ¿Quien es este, alguien de carne y hueso, que se viste con una sotana y que reclama que al consagrar el pan y el vino está trayendo a Jesús al altar, como es eso de que tiene poder para perdonar los pecados y unirme a Dios? Pues estos están haciendo exactamente lo que hicieron conmigo en mi propia tierra, me están despreciando en aquellos que Yo he ungido con mi Palabra Divina que todo lo puede. Aquellos que rechazan mis sacerdotes me rechazan a Mí, aquellos que no abren el oído espiritual porque viven amarrados a su mundo material, están dejando perder el regalo que Dios les está ofreciendo para la sanación de todos sus males.
Si no hubo fe ante mi Presencia corporal aquí en la tierra, ahora es más difícil creer en Mí cuando las mentes están saturándose diariamente con la basura del mundo, por esto Yo he destinado en todas las generaciones instrumentos fieles a mi Palabra que son mi medio de alcanzar a aquellos que están a punto de perderse para siempre. Bienaventurados son aquellos que sin ver, creen en Mí, sin experimentar mis milagros tienen fe, pues ellos reconocen la dignidad de mi Persona y el valor único de mi Palabra.
Muchas bendiciones tengo para los que tienen fe en mí. Mi Paz y mi Gracia fluyen en sus vidas como ríos de Luz celestial, su gozo es continuo y seguro, porque están caminando firmemente en mi camino.
Recibido by: José de Jesús y María
Los santos evangelios explicados por Jesús
|