Meditaciones Eucarísticas - Domingo 13/07/2014 lista |
El sembrador
2 Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. 3 Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. 4 Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. 5 Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; 6 pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. 7 Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. 8 Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. 9 El que tenga oídos, que oiga.» 10 Y acercándose los discípulos le dijeron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» 11 El les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. 12 Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 13 Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. 15 Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane. 16 «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! 17 Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron. 18 «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. 19 Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. 20 El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; 21 pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. 22 El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. 23 Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.» El Sembrador El Reino de los cielos es semejante al sembrador que planta las semillas con la esperanza de recoger su cosecha en buen tiempo. Es una inversión que hace el Señor en cada alma, pues espera que esta palabra que tiene el poder de crecer y multiplicarse tome vida a través de todos aquellos que la escuchan. Pero la palabra de Dios al igual que las semillas que se siembran en el campo no tienen toda la protección debida. Pues la palabra de Dios entra al corazón del hombre del mundo que con sus propios intereses le quita el mérito y el valor que tiene y prefiere escuchar las voces del mundo, de esta manera es ahogada y desaparece como semilla entre malezas. En otros esta palabra es importante cuando se escucha pero, pierde su fuerza cuando el hombre se encuentra de nuevo en el mundo de los deleites y de los entretenimientos, cuando las atracciones del dinero y los bienes materiales toman tanta fuerza que se convierten en el tesoro del hombre, por eso descalifican el valor de la palabra de Dios. Son muy pocos los que le dan el verdadero crédito a la santa palabra de Dios. En estos esa palabra toma vida y empieza a germinar. Este proceso es invisible y puede tardar mucho tiempo. Sin embargo el Señor es el que la planta a través de sus propios deseos, él también es el que la riega con el agua del espíritu y de repente se produce el fruto que el Señor espera, en unos puede llegar al ciento, en unos un sesenta, en otros un treinta. Lo importante es que cuando la semilla es plantada en tierra buena, como cuando la palabra llega a una persona que escucha no con los oídos sino con el corazón, esta palabra germina para dar frutos hermosos que atraen a Dios. Por esta razón el Señor se deleita tanto en encontrar un corazón abierto a su palabra y hambriento de su conocimiento; que le multiplica sus regalos, le aumenta sus virtudes y lo colma de gracia. En cambio, aquel que desprecia su palabra es indigno de los regalos de Dios, pues sus tesoros mundanos no son compatibles con los dones que Dios le da al alma buena. El Señor dice que el tiene recibirá más pero el que no tiene se le quitará aún lo que tiene. Y cual es la mejor manera de recibir la palabra de Dios? Si meditamos en esas simples palabras que iniciaron la creación, que estaban cargadas del poder de Dios cuando dijo “Hágase la luz” vemos que la luz fue hecha y que de igual modo esa palabra llena de vida es la comida que debemos de recibir continuamente para que nos transforme en aquello que Dios quiere de nosotros. Y como se complace el Señor cuando tenemos oídos para escucharle y ojos para verle, pues haciendo esto el Señor ablanda y engrandece nuestro corazón para hacerlo una morada suya. La mejor manera de hacer la voluntad de Dios es escuchar su palabra y ponerla en práctica, pues esto es verdadero amor cuando cumplimos sus mandamientos y le escuchamos con toda confianza. Las semillas más valiosas que podemos dejar crecer en nuestra vida son las de aquellas palabras de Jesús "Arrepiéntete, el Reino de los Cielos está dentro de tí. Si quieres ser mi discípulo, niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme", aquí demostramos nuestra fidelidad a Cristo y aquí empieza la jornada.
El sembradorHabla el Señor:Hijo mío, Mis palabras son palabras de vida eterna, llévalas en tu corazón así como las llevaron los apóstoles y todos los mártires y los santos. Aprende de mi hijo mío que mi palabra es palabra santa, es la palabra poderosa con la que he creado todo lo que existe, vive en mi palabra. Virgen María Hijo mío, Quiero que tu vivas constantemente en la humildad, que todo lo hagas desde esta plataforma de la santidad. Quiero que tu lo hagas todo siempre pensando en la Divina Voluntad y que no aspires nada, que lo entregues todo a la Divina Providencia así como lo hice Yo. Si, Yo quiero que tu seas santo, como Yo soy Santa.
Notas: El sembradorAutor: José de Jesús y María Por favor comparte en las redes sociales, tu voto es una gran forma de evangelizar: |