Espíritu Santo - Milagros - Poder de lo Alto

Espíritu Santo - Milagros - Poder de lo Alto - Amando a Dios

Amando a Dios

El primer mandamiento dice: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma y con toda tu fortaleza (Mateo 22:37)
Si verdaderamente amaramos a Dios como Él manda todos seríamos santos. No tendríamos este mundo de sufrimiento y miseria humana, podríamos estar todos en el Paraíso porque nuestro perfecto amor a Dios causaría un cambio en la forma en que el mundo está ahora. Por supuesto que esto es imposible porque nadie ha amado a Dios perfectamente, con la excepción de la Virgen María. Ella amó tanto a Dios que por causa de Ella el mundo cambió y empezó una nueva fase. Dios vino al mundo por causa de Ella, y las Sagradas Escrituras comenzaron un nuevo capítulo llamado el Nuevo Testamento. Esta fue la época en que el mundo empezó nuestro calendario actual hace mas de dos mil años.
La Santísima Virgen María amó tanto a Dios el Padre que Él escuchó sus oraciones y envió el Salvador al mundo.
La Santísima Virgen María amó tanto a Jesús, Hijo de Dios e hijo suyo, que nosotros nunca podríamos igualar dicho amor.
La Santísima Virgen María amó tanto a Dios el Espíritu Santo que Ella se volvió su esposa, y por esa unión vino al mundo el Hijo del Hombre, Jesucristo.
La Santísima Virgen María nos da el perfecto ejemplo de cómo amar a Dios perfectamente, Ella fue una criatura sin pecado y por eso pudo probar su amor a Dios. Nosotros somos pecadores pero todavía podemos tratar lo mejor para crecer en el amor a Dios. Si nuestro amor es sincero, podemos cambiar el mundo, tenemos el testimonio de los santos que nos demuestran eso.
¿Cómo podemos amar a Dios con todo nuestro corazón? Si nosotros pudiéramos amar a Dios con todo nuestro corazón, esto significaría que lo amaríamos con cada latido de nuestro corazón.
Cuando estamos jóvenes y nos enamoramos de otro ser humano, amamos con todo nuestro corazón. Cuando nos despertamos pensamos en la otra persona, deseamos llamarla o escribirle o estar personalmente con ella. El amor se vuelve un deseo de estar con la otra persona. El amor del hombre y la mujer tomado al más alto concepto que es el santo matrimonio es muy similar a la unión entre Dios y el hombre. El Apocalipsis nos habla de las bodas del Cordero y la novia. Cristo es el cordero y la Iglesia es la novia (Revelación 19:7)
Tal como una pareja se une y se vuelven uno, el hombre ha sido creado para estar unido con Dios y volverse uno con Él a través del amor de Jesús (Juan 6:56) Esta debe ser la cúspide de la relación entre el hombre y Dios.
Los amantes tienen las mas grandes intenciones de complacerse entre si en cuanto sea posible. Nuestra relación con Dios tiene que ser lo mismo y debería ser aún mejor puesto que Dios tiene mas que ofrecernos que un amante humano.
El corazón es el centro de nuestras emociones, la emoción mas alta y noble del hombre es el amor, por eso debemos de tratar de amar a Dios con cada latido de nuestro corazón.
Cuando pensamos en los latidos del corazón deberíamos pensar que cada latido es como un decreto de Dios diciéndonos “Yo te amo”. Él nunca deja de amarnos, así que nosotros debemos responderle a este gran amor.
¿Como podemos amar a Dios con toda nuestra mente? Muy simple, preguntémosle a un joven o a una joven enamorada. Preguntémosle a una madre.
La persona que ama mantiene la otra persona en su mente la mayoría del tiempo, está siempre preocupada por la otra persona y ese es un pensamiento constante.
Los hombres y mujeres jóvenes que están enamorados pensarán en la otra persona constantemente, algunas veces se distraen tanto que hacen cosas necias porque tienen la experiencia del amor en sus corazones. Las madres están preparadas a dar sus vidas para salvar a sus hijos. Jesús dio su vida a cambio de nuestra libertad del pecado. Él pagó con su vida por el precio de nuestra Salvación.
El pensamiento acerca de Dios o de La Santísima Virgen María o de la Sagrada Eucaristía, eran suficientes para que San José de Cupertino entrara en éxtasis. El empezaría a flotar y tenía que ser amarrado porque su profundo amor a Dios lo colocaba más allá de sus sentidos.
Imaginémonos que tan fuerte era ese deseo de Dios que con tan solo un pensamiento le causaría a San José de Cupertino disfrutar el regalo de la Presencia de Dios.
Nuestro propósito de conocer a Dios nos lleva a un estado de pensar en Él con mas frecuencia. Tenemos que comenzar a imaginar que Él está con nosotros en todo momento y en todas nuestras actividades. Tenemos que vivir a través de Él, con Él, en Él y para Él. Tenemos que volvernos como niños pequeños y pedirle a Jesús o al Espíritu Santo que nos acompañe en todas nuestras actividades. Sí. Invitemos a Dios a que esté con nosotros, a que trabaje con nosotros, a que nos ayude, nos enseñe, nos perdone y nos ilumine. Dios debe actuar en nosotros, hacer su voluntad en nosotros y llenarnos completamente puesto que somos templos de Su Espíritu Santo.

Autor: José de Jesús y María ©

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