Espíritu Santo -
Milagros - Poder de lo AltoImportancia de estar en la Presencia de DiosNosotros estamos siempre en la Presencia de Dios ya sea que lo apreciemos concientemente o no. En Él nos movemos, vivimos y existimos. Pero ¿Qué es estar en la Presencia de Dios continuamente?El nombre de Dios es muy poderoso y santo. Con razón los Israelitas tenían miedo de llamar el nombre de Dios, ellos tenían miedo de estar expuestos ante Él. El nombre Jehová es una traducción del nombre de Dios sin vocales en el idioma Hebreo. Los Israelitas no querían pronunciar el nombre completo de Dios porque tenían santo temor de Dios. Todos nosotros sabemos que Él nos verá desnudos, con nuestras almas expuestas mostrando nuestra pecaminosidad, leyendo todos nuestros pensamientos. Cuando alguien está haciendo algo malo tratará de evitar encontrarse con la persona ofendida para permanecer lejos de conflicto. Cuando llamamos a alguien, esa persona tiene que estar a nuestro alcance, de otra manera desperdiciaremos nuestro tiempo. Sin embargo el más mínimo pensamiento acerca de Dios es suficiente para ponernos en contacto con Él. Por esta razón Su nombre es Santo, por esta razón si amamos a Dios tan solo tendremos que llamar Su Nombre y Él estará con nosotros. Esto nos da una forma muy poderosa para estar en la Presencia de Dios. Todo lo que tenemos que hacer es pensar en Él y el llegará. Este poderoso regalo hace que nuestras vidas sean capaces de sostener una continua relación con Dios, y podemos así rezar constantemente según nos aconseja San Pablo (1 Tesalonicenses 5:17): Recen sin cesar! Cuando leemos las Sagradas Escrituras leemos la Palabra de Dios porque Su Palabra fue dada a todos los que vivieron en su Presencia. David estuvo siempre en la Presencia de Dios, el hablaba con el constantemente y siempre estaba hablando de Dios. Estaba completamente saturado de Dios; este es un buen ejemplo de alguien que vivió en la Presencia de Dios. Si comenzamos a leer los Salmos constantemente aprenderemos mucho de Dios y de cómo estar en su Presencia. Tenemos que volvernos como niños pequeños (Mateo 18:3) Jesús dijo, “En verdad les digo, a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños pequeños, nunca entrarán al Reino de los Cielos.” Con la mente pura e inocente de un niño pequeño deberíamos de venir a la Presencia de Dios, realmente tenemos que usar nuestra imaginación porque el mundo espiritual está escondido detrás del velo de nuestra humanidad. Una vez que venzamos nuestro orgullo espiritual podremos invitar a Jesús para que esté en nuestros corazones, para que dirija nuestras vidas, para que nos consuele, nos reprenda, nos ayude y nos acompañe en todas las cosas pequeñas que hacemos. Nosotros entonces aprendemos a compartir con Jesús todas nuestras experiencias, hablamos con Él y finalmente empezamos a recibir su conversación. El alma que llega a este estado es muy privilegiada porque en este punto, el Espíritu Santo comienza a comunicarse a través de sus corazonadas. De alguna manera aprendemos a conocer la Voluntad de Dios con respecto a diferentes situaciones; recibimos intuiciones en nuestros corazones que nos dicen que hacer, recibimos la llamada para rezar por los demás, invocamos el poder de Dios para que haga cosas, rezamos en adoración, alabanza y agradecimiento, nuestra relación con Dios se vuelve algo natural. Nosotros sentimos paz y gozo extremo amando a Dios y sintiéndonos amados por Él; dejamos de vivir para nosotros y comenzamos a vivir para Dios. Ya no importará en que situación nos encontremos porque Dios está con nosotros. (Salmo 23:1) El señor es mi Pastor, nada me faltará. Probablemente la más grande ventaja de estar en la Presencia de Dios es volvernos como Él. Esto pasará porque nosotros somos hechos en la imagen de Dios y Él es muy feliz de reproducir la imagen de Cristo en cada uno de nosotros. Nuestra inmersión en Dios nos saturará de Él. Otra ventaja es que tendremos el coraje de hablar con Él con confianza, para que cuando se llegue el momento podamos pedir y luego recibir. 1 Juan 3:21-22 21 Amados míos, si nuestros corazones no nos condenan, tenemos el valor ante Dios; 22 y recibimos de Él cualquier cosa que pidamos, porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le complace. Autor: José de Jesús y María ©
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