Año A -
5o Domingo de Cuaresma
Yo soy la resurreccion y la vida
Juan 11:1-45
1 Había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta.
2 María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo.
3 Las hermanas enviaron a decir a Jesús: Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo.
4 Al oírlo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
6 Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba.
7 Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: Volvamos de nuevo a Judea.
8 Le dicen los discípulos: Rabbí, con que hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuelves allí?
9 Jesús respondió: ¿No son doce las horas del día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
10 pero si uno anda de noche, tropieza, porque no está la luz en él.
11 Dijo esto y añadió: Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle.
12 Le dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, se curará.
13 Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño.
14 Entonces Jesús les dijo abiertamente: Lázaro ha muerto,
15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos donde él.
16 Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: Vayamos también nosotros a morir con él.
17 Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro.
18 Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios,
19 y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano.
20 Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa.
21 Dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
22 Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.
23 Le dice Jesús: Tu hermano resucitará.
24 Le respondió Marta: Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.
25 Jesús le respondió: Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?
27 Le dice ella: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.
28 Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: El Maestro está ahí y te llama.
29 Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue donde él.
30 Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado.
31 Los judíos que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
32 Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33 Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó
34 y dijo: ¿Dónde lo habéis puesto? Le responden: Señor, ven y lo verás.
35 Jesús se echó a llorar.
36 Los judíos entonces decían: Mirad cómo le quería.
37 Pero algunos de ellos dijeron: Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?
38 Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra.
39 Dice Jesús: Quitad la piedra. Le responde Marta, la hermana del muerto: Señor, ya huele; es el cuarto día.
40 Le dice Jesús: ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: Padre, te doy gracias por haberme escuchado.
42 Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.
43 Dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, sal fuera!
44 Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: Desatadlo y dejadle andar.
45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él.
Inspiración del Espíritu Santo - Desde el Sagrado Corazón de Jesús.
Yo soy la resurrección y la vida, El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?
Yo dije esto antes de llamar el poder de Dios en mi como el hijo engendrado de Dios, para ilustrar con hechos la integridad de mis palabras. Yo soy el que da la vida. Primero he favorecido a todos con vida temporal aquí en la tierra, pero después de la muerte del cuerpo, Yo doy vida espiritual eterna desde el momento de la resurrección.
Yo abrí los ojos del los ciegos, abrí los oídos de los sordos, aflojé las lenguas de los mudos, hice que los paralíticos caminaran, sane leprosos y muchos otros que estaban enfermos con toda clase de enfermedades, también arroje espíritus malignos de aquellos que estaban poseídos. Por medio de todos estos milagros confirmé mi poder de reversar los males que vienen a los hombres, pero Yo quería principalmente fijar en sus mentes la realidad de las enfermedades del alma, que son reflejadas en el cuerpo, para que pudieran aprender de mi y confiar en mi.
La peor cosa que le puede ocurrir a la vida del cuerpo es la muerte; por eso Yo hice este milagro de devolver la vida para hacerles entender que Yo soy verdaderamente la resurrección y la vida.
Bendito es el hombre que pone su confianza en mis palabras, es como un árbol plantado a la orilla del rió, sus raíces se extienden hasta las aguas vivientes de la vida, el no tendrá miedo cuando llegue la tribulación, producirá buen fruto cada día de su vida. Siempre será mi deleite.
Mi Padre Celestial ha dado testimonio al mundo a través de su continua manifestación en la creación. Yo la Palabra de Dios, su Hijo; he venido a dar mi propio testimonio. Como hombre les demostré que ustedes son hechos en la imagen de Dios. En palabras humanas les invité a que me siguieran y ofrecí mi salvación para todos. Yo no vine a condenar sino a perdonar, vine a salvar a todos los que me aceptan como su Señor y Salvador.
Como un último ofrecimiento para todos ustedes, Yo le ofrecí mi vida al Padre como el sacrificio que quita los pecados del mundo.
Pongan toda su confianza en mí si ustedes desean la vida eterna, porque Yo soy la resurrección y la vida.
Autor: José de Jesus y María
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