Año A- Domingo de Ramos
1 Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos,
Inspiración del Espíritu Santo - Desde el Sagrado Corazón de Jesús.El momento había llegado para hacer mi entrada final a Jerusalén, una ciudad donde Yo había hecho tantos milagros, donde mucha gente humilde había escuchado mi Palabra y se había convertido, un lugar donde había también mucho celo por mis enseñanzas, donde mis enemigos se estaban preparando para matarme.Esta seria mi entrada final a ese lugar donde yo estaba destinado a morir por la salvación de la humanidad. Grandes multitudes se prepararon para mi entrada, algunos adornaron el camino cubriéndolo con sus capas, mientras otros cortaron ramas de los árboles y las esparcieron en el camino para darme una bienvenida digna como el gran profeta que venia en el nombre del Señor. Ellos estaban gritando a todo pecho, ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Eran genuinos en su alabanza, apreciaban el regalo de Dios de enviar a su Hijo al mundo para ser su redentor, aunque muchos en la multitud estaban simplemente llevados de histeria y siendo de una mente débil serian aquellos que más tarde seguirían las voces de sus líderes religiosos y se vendrían en contra mía demandando mi crucifixión. Yo era el Rey de Reyes, pero ellos no lo sabían. Yo estaba humildemente montado en un burrito, pero mi dignidad siempre estaba alta como el Hijo de Dios, ellos estaban aclamando justamente la presencia de su Rey. Fue muy triste para mi observar como trabaja la debilidad de la mente humana. En esos momentos ellos estaban conmigo, regocijándose y alabando a Dios, pero pronto me traicionarían y me entregarían a las manos de los verdugos. Mientras yo recibía el aprecio de los fieles de ese día, tuve en mi mente el aprecio de todas las generaciones, la alabanza de los humildes y de todas las almas genuinas que vienen a mí con sinceridad. Yo desprecio la hipocresía. Puedo ver claramente un corazón manchado por el orgullo, pero me siento muy complacido con aquellos que me aceptan como el Hijo de Dios y su Redentor. Yo estoy preparado a perdonar las debilidades de todos los seres humanos, cuando ellos se me acercan con humildad y contrición. Autor: José de Jesus y María Lista de
Homilias - Evangelios Catolicos
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