Lo más hermoso que le puede ocurrir a cualquier alma es encontrarse con Jesús. Él es nuestro Creador, nuestro Señor, nuestro Rey, nuestro Dios y nuestro Salvador.
Nuestra vida tiene su primer encuentro con Jesús en nuestro Bautismo, cuando nos volvemos parte de Jesús y entramos en su cuerpo místico la Iglesia. En este primer encuentro somos vestidos con su Luz, recibimos la Gracia y el perdón de nuestros pecados, nos convertimos en Cristianos.
Todos los sacramentos de la Iglesia son encuentros con Jesús, quien está verdaderamente presente en la acción sacramental administrada por el Sacerdote.
Sin el Sacerdote no podemos encontrarnos sacramentalmente con Jesús en la Iglesia. Por esta razón debemos de tener mucho respeto y agradecimiento por los Sacerdotes, hombres que llenos de fe han entregado su vida al Señor y a nosotros su Iglesia. Hombres cuya dignidad ante Dios sobrepasa toda dignidad humana, pues ellos durante la consagración del pan y del vino nos hacen trascender el tiempo y la eternidad, pues nos traen por sus manos y sus palabras a Jesús crucificado en el altar.
La Santa misa es por esto el encuentro predilecto del buen Cristiano con Jesús, presente en la liturgia y en la Eucaristía.
Aparte de estos encuentros sacramentales con Jesús, desde nuestra infancia hemos
tenido el regalo de la oración, cuyo efecto es ponernos en la Presencia de Dios.
La oración debe tomar diferentes actitudes para que tenga mayor provecho para el alma. Las primeras oraciones deben ser de arrepentimiento porque debemos siempre venir con humildad ante el Señor. Un corazón humillado y contrito jamás es despreciado por el Señor.
En todos estos encuentros de oración debemos de manifestar nuestra alabanza, la cual nos eleva espiritualmente exaltando las maravillas infinitas de nuestro Dios.
También debemos de hacer muchas oraciones de adoración, en las cuales nos unimos a la Virgen María, los ángeles y los santos para dejar que nuestras almas ardan en fervor, y así puedan ascender en el espíritu a la Presencia de Dios en lo más alto de lo alto, en su Luz, Majestad y Gloria.
Debemos hacer igualmente muchas oraciones de agradecimiento para expresar nuestro beneplácito por las bondades infinitas que recibimos de nuestro Dios.
Y no nos pueden faltar las oraciones de intercesión, las cuales son muy poderosas cuando las unimos a la Sangre de Cristo, especialmente durante el ofrecimiento de la Santa Misa.
La oración es combustible para nuestra fe y la mantiene encendida, nos aleja de la maldad, nos protege del demonio y nos mantiene en la Presencia del Señor.
Finalmente debemos hacer muchas oraciones de reparación, son muy poderosas cuando las hacemos ante el Santísimo Sacramento del altar, en el cual encontramos el Sagrado Corazón de Jesús abierto y esperando que nosotros entremos en él con nuestra reparación no solo por nuestros pecados sino por los pecados de toda la humanidad.
La oración constante como nos recomienda San Pablo, es un encuentro constante con Jesús, es una manera de expresar nuestra confianza en Dios y de amarle sobre todas las cosas.
La oración también nos da mucho fruto en forma de devociones a Jesús y a María, como también a los santos.
En estos tiempos, El Señor nos ha dado una fuerte arma para combatir los males espirituales de la humanidad, es la recitación del Santo Rosario, en el cual nos unimos a nuestra Madre Santísima la Virgen María y meditamos la vida, muerte y gloria de Jesús al igual que los misterios de la Virgen María.
No debemos de buscar al Señor solamente en tiempos de necesidad o de sufrimiento, debemos entonces de buscarle siempre solo por el hecho de que él es Dios, digno de toda alabanza, adoración y agradecimiento. Para el todo el poder, el honor, el reino, y la Gloria, ahora y siempre. Amén.
Que es un encuentro con Jesús - Testimonio . video