La parte más importante de la alabanza y la glorificación que le damos a Dios en la Santa misa, se llama doxología. Esta palabra viene del Griego Doxa que significa opinión, palabra o conocimiento. El Cristianismo la ha tomado para expresar la Alabanza y la Gloria que se le debe dar a Dios.
Como doxología principal de la Santa Misa tenemos el Gloria, que es una alabanza y adoración que todos los fieles hacen unidos al Sacerdote.
La doxología Eucarística es una doxología secundaria pero de gran valor que culmina la gran adoración que le damos a Dios antes de recibirle eucarísticamente.
Es dicha solo por el Sacerdote o Sacerdotes que celebran la Santa Misa con esta palabras: “Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre Omnipotente, todo honor y toda Gloria por los siglos de los siglos”
Y es reafirmada por toda la Iglesia presente que responde “Amén”
Es Por Cristo que todo ha salido de la voluntad del Padre y es por Él que volvemos al Padre.
Todo fue creado con la Palabra que es Cristo, a través de Él, en su Palabra, y así fluyó el Poder del Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo, manifestando de la nada el universo de la materia y sosteniéndola en la Voluntad y Palabra del Padre y del Hijo.
Damos de esta manera todo honor y toda Gloria a Nuestro Padre Omnipotente cuando venimos a Él a través del Hijo. Pues Jesús dice “Nadie va al Padre sino por mí.” Juan 14: versículo 6
Al darle Gloria al Padre por Cristo, glorificamos a través de Él el Santo Nombre del Padre tal como lo pide Jesús en Juan 12 versículo 28 cuando dice Padre glorifica tu Nombre.
La glorificación del Nombre del Padr e la hacemos cuando lo aceptamos como Padre y cuando aceptamos a Cristo como Hijo del Padre que nos ha revelado su Nombre en el Padre Nuestro, la hermosa oración que nos enseña que Dios es nuestro Padre.
Es por Cristo que el Padre se complace y nos revela en su Bautismo ver Mateo 3 versículo 17 “Este es mi Hijo amado en quien tengo mis complacencias.”
Por Cristo, con Él y en Él.
Ahora miremos como adoramos al Padre y le glorificamos con Él.
Con Cristo ya no somos simples criaturas expulsadas del Paraíso. Con Cristo somos Hijos de Dios, con Cristo somos los amados del Padre Eterno.
Es en el Bautismo que entramos a participar del Cuerpo de Cristo, donde Él es la Cabeza y nosotros somos los miembros de su Cuerpo Místico la Iglesia.
En el Bautismo somos vestidos con Cristo, el Agua de la Gracia nos lava del pecado original y nos purifica para empezar una nueva vida con Jesús que viene a mostrarnos su camino.
Es con Cristo que recibimos la fortaleza en los Sacramentos de la Iglesia, con Él nos confesamos cuando pecamos, con Él nos fortalecemos cuando le comemos en la Sagrada Eucaristía y con Él tenemos la luz que disipa las tinieblas de nuestras vidas.
Mateo 4 versículo 16 Pues el pueblo que estaba en tinieblas ha visto una gran luz y para aquellos que caminaban en el valle de la sombra de la muerte, la luz de Cristo se ha levantado en medio de nosotros.
Así que con Él tenemos la confianza de acercarnos al Padre y ofrecerle nuestra alabanza y adoración.
Pues cuando morimos al pecado estamos con Cristo y así podemos venir al Padre a ofrecerle nuestra vida, alabanza y adoración.
Por Cristo, con Él y en Él glorificamos al Padre.
En Cristo, En Él Esta es la parte más importante de nuestra ofrenda, porque en ella estamos participando ya no humanamente, ya no solo con pensamientos sino que verdaderamente participamos espiritualmente porque nos unimos al Sacrificio Perpetuo de la Cruz, donde Cristo hace su ofrecimiento al Padre, allí es donde tiene más fuerza nuestra adoración.
En Cristo estamos dentro de su Cuerpo Místico, en Cristo vivimos esta afirmación cuando meditamos que es estar en Él.
El sacrificio de la Santa Misa es aunque no lo vemos con los ojos de la carne, el mismo sacrificio doloroso y sangriento que aconteció en el Calvario.
Todos los Santos encontraron su santificación en la profunda meditación de la Pasión, Agonía y Muerte de Jesús.
En la cruz es destruida la Sagrada Humanidad de Cristo y con su corazón abierto nosotros somos invitados a entrar en Él.
Es entonces entrando en sus Santas Llagas, Sangre, Agua, Dolores, Lágrimas y Angustias que verdaderamente entramos en su Presencia, en su Espíritu y de esa manera podemos decirle al Padre Por Cristo, con Él y en Él.
Entrando en Él comprendemos el dolor de esas Santas Llagas y las sufrimos con Él para ser sanados.
En Él podemos entrar al mar de su Preciosa Sangre y ser purificados totalmente para quedar nuestras almas tan blancas como la nieve.
En Él podemos lavarnos con el agua de su humanidad, que es el Agua de la Gracia y así recibimos todo su favor.
En Él podemos entrar en sus dolores y compartirlos sintiendo dolor por toda la humanidad que está fuera de Él.
En Él podemos entrar en sus Lágrimas y llorar con nuestras lágrimas de arrepentimiento y contrición por todas las almas que necesitan la conversión.
En Él podemos entrar en las Angustias de su Alma y sentir lo que Él siente por nosotros.
Finalmente por Cristo, con Él y en Él venimos crucificados con Cristo ante el Padre Eterno para obtener nuestra Salvación y la de toda la humanidad.
No pasemos estas alabanzas de la Santa Misa con distracción, pues aquí está el gran secreto de la Santidad.
Venimos entonces Señor Jesús a pedirte que nos unas a tu sacrificio en la cruz para que seamos sanados del cuerpo, la mente y el alma.
Te entregamos todas nuestras cargas porque allí tu las llevaste todas, te pedimos que nos sanes porque por tus santas llagas todos somos sanados.
Libéranos Señor Jesús de todo mal, sánanos de toda enfermedad del cuerpo y del alma y llénanos de tu Espíritu Santo para poder vivir el camino que tú nos ofreces y junto contigo podamos entrar a la patria celestial en la Gloria del Padre.