Que tan hermoso es entender que no somos simples criaturas sino hijos de Dios.
Dios siendo Trinidad, es en la primera persona Dios el Padre, Dios el Ser Supremo, el Todo Poderoso, el Omnipotente en su Divina Voluntad. Dios el Padre es nuestro creador y nos ha hecho en su imagen y semejanza.
Y puesto que Dios es Espíritu ha colocado en nuestras almas y espíritus esa pequeña imagen de su grandeza, dándonos la dignidad de ser sus hijos.
Pero nos colocó en vasijas de barro para separar la dignidad divina espiritual de la raza humana y dejar que nuestra frágil humanidad le glorificara conociéndole, amándole y sirviéndole.
Para probar nuestra fidelidad nos propuso la obediencia a través de nuestros primeros padres, pero en ellos toda la humanidad le falló, pues no solo caímos en el pecado sino en la muerte.
Pero Dios no creó nada imperfecto, fue nuestra desobediencia la que causó la imperfección.
La pobre humanidad fue desterrada del paraíso para vivir en el desierto. Aquí nos encontramos aún, luchando para sobrevivir no solo para las necesidades de nuestra vida sino para las de la vida venidera.
Pero nuestra gran ayuda vino del cielo en la persona de Jesucristo, el Hijo del Padre que vino a salvarnos. También nos hizo Hijos del Padre, y nos reveló que Dios es nuestro Padre.
El Espíritu Santo nos mueve a entender que Dios es Abba, que quiere decir papito, ese Padre de Jesús, ese padre de toda la humanidad que nos quiere abrazar y acoger en su regazo paternal.
En la oración del Padre Nuestro se nos revela ese poder del Padre, a quien debemos alabar, agradecer y adorar, se nos enseña que Él quiere entronizar su reino en nuestros corazones y que debemos de pedirle no solo para nosotros sino para toda la humanidad. Él es quien nos perdona, y quien nos libra de caer en el pecado.
Jesús le oraba a su Padre, pero nosotros escasamente rezamos el Padre Nuestro y no le tenemos la suficiente confianza que Él nos ofrece y quiere de todos los seres humanos.
Debemos de llamarle Padre en to do momento, reconociendo su grandeza y su amor por nosotros. Él que lo apostó todo, aun la vida de su Hijo por nosotros, Él que confía en nosotros nos ama con todo su corazón y desea que nosotros corramos a sus brazos para sentir su amor paternal eterno.
Dios es nuestro Padre, no es como muchos imaginan, un Juez que espera para condenarnos, un Dios serio y severo que condena el pecador. No, nada de eso.
Nuestro padre celestial es un Dios misericordioso, lento a la cólera, un Dios paciente que por toda una larga vida nos da oportunidades en todo momento para que le conozcamos y le amemos para poder así glorificarle y ser dignos de los regalos que nos tiene preparados para toda la eternidad.
Con la misma entrega, confianza y fidelidad que un niño ama a su padre, así desea nuestro Padre Celestial que nos acerquemos a Él.
Esta es una manera de venir a Dios nuestro Padre: Padre bueno, padre santo, padre amoroso, padre bondadoso, padre generoso, papito Dios.
Con humildad me acerco a ti, padre mío, deseo sentir tu abrazo paternal, cobíjame con tu amor divino, envuélveme en tu presencia.
Te abro mi corazón y te pido humildemente que me llenes de tu palabra, de tus inspiraciones, de tus bendiciones y de tu gracia.
Dame permiso para hacer todo lo que yo haga siempre en tu Santísima Voluntad, pues deseo estar contigo siempre, no me dejes salir de tus manos.
Y Jesús dice que el Reino de los Cielos es de los niños y de todos los que pueden volverse niños, hijos de papito Dios y de nuestra madrecita santa la Virgen María.
El Padre y el Hijo son uno solo, Jesús engendró toda la humanidad en su alma, por eso Él es el Nuevo Adán. A través de Jesús la palabra del Padre nos acercamos humildemente al Padre y nos dirigimos a Él como “papito Dios”.