Jesús, tú eres Dios y hombre. Tu estadía en la tierra como hombre no duró mucho tiempo, pero nos enviaste tu Espíritu Santo para llenar nuestros templos.
La tercera persona de la Santísima Trinidad es Dios el Espíritu Santo, aquel que estaba desde la eternidad en el Padre y el Hijo, aquel que en el comienzo de la creación aleteaba sobre las aguas, aquel que ante la Voluntad del Padre y la Palabra del Hijo ejecuta el Poder de Dios creando, sosteniendo y santificando.
Dios es Espíritu y este Espíritu está siempre con nosotros. Dios es amor y el Espíritu Santo es el Espíritu del Amor de Dios el Padre y de Dios el Hijo, un amor que brota incesantemente y lo sostiene todo para la Gloria de la Santísima Trinidad.
El amor de Dios fecundó a María y le hizo producir el fruto de la Vida, nuestro Señor Jesucristo. Igualmente este amor de Dios cuando se encarna en nuestro corazón produce los frutos que muestran que Cristo está en nuestras vidas, traen el amor de Dios a nuestro prójimo y glorifican la Santísima Trinidad.
Juan capítulo 14 versículo 26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.
El Espíritu Santo nos da sus dones, La Sabiduría, el Entendimiento, el Consejo, la Ciencia, la Piedad y el Santo Temor de Dios.
Con todas estas herramientas espirituales el hombre aprende directamente de Dios y nos recuerda vivir en la Palabra, en el evangelio que Jesús nos dio.
El Espíritu Santo es nuestro ayudante divino que soluciona muchos de nuestros problemas dándonos sus inspiraciones.
El Espíritu Santo es nuestro consolador, atiende el alma que busca la santidad y trae consolaciones para confirmar la fe.
El Espíritu Santo es nuestro maestro celestial, fuente eterna de Sabiduría y conocimiento que en un instante revela más de lo que se puede aprender a través de los años.
El Espíritu Santo es nuestro doctor celestial, con su Poder nos da regalos de sanación cuando oramos por los enfermos.
El Espíritu Santo es nuestro consejero espiritual, nos guía en el camino de Jesús hacia la Gloria del Padre, nos ilumina con su luz y nos llena de la verdad.
El Espíritu Santo es el Espíritu de la Verdad, nos trae el discernimiento y el afán por la virtud.
El Espíritu Santo es el Espíritu de la Santidad, nuestro santificador, todo lo bueno que hacemos es inspirado por su deseo, el mismo deseo de Dios el Padre de que seamos santos.
El Espíritu Santo es Luz, es Verdad, es Amor apasionado de Dios por su creación, es el fuego que crece en nosotros que enciende el alma para que se eleve en adoración a Dios.
El Espíritu Santo es el dueño de nuestro templo, por eso él mismo nos inspira a limpiar nuestra vida para que sea un digno ofrecimiento, un sacrificio de alabanza, agradecimiento, adoración y reparación.
El Espíritu Santo tomó a la Santísima Virgen María como su esposa, para concebir la Palabra de Dios, Cristo Jesús en su vientre virginal.
Igualmente el Espíritu Santo es el esposo de nuestras almas y quiere concebir a Cristo en nosotros.
Oh Espíritu Santo, amor de Dios el Padre y del Hijo, esposo de la Santísima Virgen María, ven reina en nuestros corazones, quédate con nosotros, santifica nuestra vida, Bendito seas Señor.