Juan capítulo 12 versículo 24 - En verdad, en verdad os digo que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero, si muere, llevará mucho fruto."
Señor Jesús, Tu eres el grano de trigo que murió para nacer en todos los corazones y hacernos hijos inmortales de la Luz. Entraste a la tierra con tu sangre para tinturarla toda de tu divinidad.
Y por eso, nosotros criaturas de barro hemos sido bañados con esa preciosa sangre, y así de esa manera tú completas la obra maestra del barro con tu divinidad.
Como Espíritu puro, tú, la Divina Palabra de Dios, el Verbo eterno, bajaste a la tierra y te hiciste hombre como nosotros en el vientre virginal de tu madre Santísima la Virgen María.
Tú eres ese puente entre la divinidad y la humanidad. Has venido a la tierra a levantar el barro al Espíritu y para eso le quieres hacer morir primero para poder nacer de nuevo en el Espíritu.
Juan versículos 3 al 12 Díjole Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer?
Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos.
El Señor nos llama a nacer de nuevo de varias maneras, primero tenemos que nacer del agua, esto es del bautismo el cual nos lava del pecado original y nos hace dignos de entrar al cuerpo místico de Cristo. Y nacer del Espíritu es el nacimiento que tenemos cuando morimos a la carne. Pues el hombre carnal se guía por sus pasiones y permanece en el pecado, mientras viva en esa condición es indigno de recibir el Espíritu Santo, pero al morir a sus inclinaciones animales, al vivir por la palabra de Cristo, al negarse a si mismo por Cristo, su corazón se vuelve digno de llenarse del Espíritu Santo y de esta manera nace de nuevo en el Espíritu, lo cual lo hace digno de entrar en el Reino de los Cielos.
Y es que si estamos en el pecado no podemos estar en Cristo, pues enturbiamos el agua cristalina de la Gracia y llenamos nuestro templo con los espíritus de la maldad y como el agua no se mezcla con el aceite, así también lo divino no se puede mezclar con lo mundano y para que Dios viva en el hombre, este debe renuncia el mundo, el demonio y la carne.
Dice el Señor, lo que nace de la carne, carne es, pero lo que nace del Espíritu, es espíritu.
Mientras vivimos de acuerdo a la carne, somos materia, polvo que regresa al polvo, sin ningún valor para Dios. Pero cuando nacemos del Espíritu, participamos del Espíritu de nuestro padre que es padre de todos los espíritus y somos entonces espíritus, más divinos que humanos. Este es el deseo de Dios, que seamos santos como Él es santo.
Dice luego el Señor, no te maravilles porque te he dicho: Es preciso nacer de arriba.
El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adonde va; así es todo nacido del Espíritu."
Jesús nos explica que debemos seguir los llamados del Espíritu, que siendo Dios quiere que escuchemos su voz, que hagamos su voluntad y nacidos en el Espíritu nos dejemos llevar del viento del Espíritu por el camino seguro de la Salvación.
Respondió Nicodemo y dijo: ¿Cómo puede ser eso?
Jesús respondió y dijo: ¿Eres maestro en Israel y no sabes esto?
En verdad, en verdad te digo que nosotros hablamos de lo que sabemos, y de lo que hemos visto damos testimonio; pero vosotros no recibís nuestro testimonio."
Jesús siendo Dios vino en su Espíritu para todos nosotros a través de la Virgen María, así nació de la carne de su madre santísima.
Para nacer de nuevo, también tenemos que nacer de María como hijos de Dios en imitación de Jesús. María es la nueva Eva, debemos nacer de su vientre inmaculado, esto lo hacemos cuando nos consagramos a su Inmaculado Corazón, pues el Señor le dijo a la Virgen María para cada uno de nosotros: Ahí está tu hijo.
Y a Juan junto con todos nosotros le dijo: Ahí está tu madre.