El Señor murió pero ha resucitado, su victoria es nuestra victoria, Aleluya, aleluya, aleluya.
El Señor así como la semilla que murió, entró en la tierra y ha renacido, ha nacido de nuevo, ha nacido en el Espíritu para entrar en cada uno de los seres humanos.
Con su dolorosa muerte consiguió el perdón de nuestros pecados y nos abrió el camino de regreso al Paraíso.
Para encontrar a Jesús resucitado, todos tenemos que estar primero con Él en la cruz.
Pues es allí donde con sus siete palabras el resume su vida y la nuestra.
En la primera palabra nos consigue el perdón del Padre: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.”
En la segunda palabra nos asegura que hoy si le aceptamos como nuestro Salvador estaremos en el Paraíso. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.”
En la tercera palabra nos acoge como Hijos de Dios y nos da una madre en la Gracia. “Mujer, ahí está tu hijo, y a Juan y a cada uno de nosotros: ahí está tu madre.”
En la cuarta palabra nos muestra su amor exagerado por cada uno de nosotros. “Tengo sed”, tengo sed de tu alma, por eso estoy entregando mi vida por ti.
En la quinta palabra, Jesús se queja al Padre de nuestra frialdad e indiferencia. “Padre, porque me has abandonado” Puesto que en su alma lleva las almas de todos los seres humanos, hace eco a las palabras de todos los que experimentamos esa lejanía de Dios y también se queja de cada uno de nosotros cuando nos alejamos de Él.
En la sexta palabra “Todo está consumado” Jesús le pide al Padre, lo he hecho todo por el hombre, ahora el hombre debe hacer algo por el mismo y
así merecer su salvación.
En la séptima palabra Jesús dice “En tus manos encomiendo mi Espíritu.” Es el ejemplo que nos da para que pongamos en todo momento nuestra vida en las manos del Señor.
Aquella luz que brilló intensamente, se apagó por un momento para brillar aun más intensamente, ya no era su Sagrada Humanidad sino en cada uno de nosotros. De esta manera cuando nacemos de nuevo en el agua y en el Espíritu, lo hacemos no en nuestra naturaleza sino en la naturaleza divina de Cristo, por eso somos hombres nuevos.
El hombre solo puede ser restaurado y nacer de nuevo cuando muere al pecado y es perdonado por el Señor.
Jesús por eso cuando venció la muerte y regresó a la vida, lo hizo para cada uno de nosotros, así la victoria que consiguió sobre la muerte y el pecado, se convirtió en nuestra victoria.
Cuando morimos a nuestra naturaleza del pecado y nacemos de nuevo en Cristo, somos criaturas nuevas, experimentamos la Paz de Cristo en nuestro corazón y nos convertimos en faros de su luz para todos los que viven en la oscuridad.
Los Apóstoles tenían miedo, pero el Señor se les apareció, y les dio su Paz, esa paz que ninguna inteligencia humana podría entender, porque es la Paz de Dios que nos convierte en una nueva creación. El Señor respiró su Espíritu sobre ellos; así como en el Paraíso respiró sobre el barro su aliento para dar vida temporal, ahora respiró su propio Espíritu Santo para que tengamos en Él la vida eterna.
Este encuentro con Jesús causó en los Apóstoles gozo de conocer a Dios como es, y por eso sintieron los dones del Espíritu Santo, se llenaron de coraje para predicar el Evangelio y ser Testigos de la Resurrección y la Vida Eterna.