¿Como estar más cerca de Dios?
Dios es amor. Ese amor divino es una fuerza poderosa que sostiene el universo, es ese espíritu que nos ha dado la vida y que nos persigue con sus generosas bendiciones tratando de seducirnos.
Dios nos ama desde antes de habernos creado, nos ama desde que estábamos en el vientre materno, nos ha cobijado con su amor a lo largo de nuestra existencia, nos ha protegido, nos abrazado con sus caricias y nos ha llamado todos los días de la vida.
¿Y donde he estado yo en todo este tiempo? Resulta que Dios siempre ha estado conmigo, pero yo no.
En el primer mandamiento de la Ley de Dios el Señor me llamó a amarle con toda mi mente, pero ay de mí, mi pobre mente ha estado tan ocupada en las cosas de la tierra que no he tenido mucho tiempo para Dios. ¿Y cuanto tiempo será suficiente? Si miramos la ley del diezmo, una décima parte debe ser para el Señor, el día tiene veinticuatro horas, así que debería de darle a Dios por lo menos dos horas y media. Luego recordemos como el Señor se le quejó a los Apóstoles la noche de Getsemaní cuando invitándoles a orar les dijo, en Mateo veinte seis, versículo cuarenta ¿acaso no pueden estar conmigo siquiera una hora? (Mat 26:40)
Vemos entonces como el Señor primero que todo nos llama a conocerle a través de la oración, pues no se puede amar a alguien que no se conoce y no podemos acercarnos a Él sino a través de la oración.
Y San Pablo nos dice en Primera de Tesalonicenses, capítulo 5, versículo diecisiete “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17)
Lo que pasa es que cuando oramos entramos en la Presencia de Dios, y estar con él cuando le recordamos con fe, amor y adoración, nos permite compartir de una intimidad tan hermosa que nos separa del mundo y nos pone siempre en su Amorosa Presencia.
Orar sin cesar no quiere decir que tenemos que seguir fórmulas de oraciones o devociones. Lo que quiere decir es que oramos mientras trabajamos y trabajamos mientras oramos, no tanto de palabras sino de entrega a Dios, recordando que todo lo hacemos con él, por él y en él.
Porque en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, pero de nada nos sirve saber esto sino lo meditamos, apreciamos y vivimos haciéndolo la mejor parte de nuestra vida.
Nuestra continua reacción a la Presencia de Dios debe ser una entrega de alabanza, agradecimiento, adoración, intercesión y reparación, porque mientras nosotros meditamos en Dios, millones de personas están totalmente desconectadas de él aun los creyentes, porque el mundo es un magneto que nos atrae más que Dios.
Igualmente ese ego, ese Yo, ese amor propio, es como un demonio que nos distrae con su necesidad de complacencias, robándose el amor de Dios. También lo son nuestros sentidos que como hienas hambrientas desean saciarse de todo los que les llena, sin acordarse de su creador.
El demonio ha recibido el poder de tentarnos con todo lo que nos gusta, y no necesita hacer nada más, pues nosotros mismos nos deleitamos con tantas cosas que terminan aislándonos de Dios y haciéndonos caer en el pecado.
Pero si hacemos el esfuerzo por mantenernos en la Presencia de Dios, si somos constantes en nuestra oración, si tratamos de no complacer nuestros sentidos cuando nos exigen, si tratamos de negarnos a si mismos para entregar nuestro tiempo a Dios en oración, si hacemos obras de misericordia y tratamos de encontrar a Dios en las necesidades del prójimo, entonces descubriremos que Dios se complace tanto en nuestros pequeños esfuerzos que nos permite de repente disfrutar del gozo de vivir en su Presencia, y no hay nada en este mundo que se pueda comparar.
También me ha pedido el Señor en el primer mandamiento que le ame con todo mi corazón, pero ay de mí, mi corazón ha sido un templo de ídolos de este mundo, he sido materialista, apegado a las cosas terrenales, he permitido que la ambición llene mi corazón y así desplace el lugar que le pertenece a Dios, he permitido que en mi corazón reine el amor humano que he tenido por alguna persona, incluyendo mis padres, hijos, hermanos, esposos, novios, etc. Pobre de mí.
El corazón es el trono de Dios en nosotros, y se lo hemos cedido a los deportes, al entretenimiento, a la lujuria y a cuantos más ídolos. Realmente tenemos que cambiar, Dios es nuestro Rey. En oración le decimos venga a nosotros tu Reino pero hemos dejado que otros diosecillos materiales reinen en nuestro corazón.
Perdónanos Señor que realmente somos tan ciegos, decimos una cosa pero hacemos otra, tratamos de ponernos máscaras con las cuales nosotros mismos nos autohipnotizamos, dejamos de ver nuestro interior y nos olvidamos de Dios.
Todos somos templos del Espíritu de Dios, y la única forma de tener una relación perfecta con Dios es sacando toda la basura que llevamos por dentro, para que Dios nos llene de su Luz y de su Espíritu, para que nos lave con su Preciosa Sangre y así podamos ser una verdadera casa de Dios donde el se va amañar y siempre va estar con nosotros. De esta manera vamos a estar tan cerca de Dios, porque ya no vamos a ser nosotros los que vamos a vivir sino Cristo que va a vivir en nosotros.
También dice el Señor que le tenemos que amar con toda nuestra fortaleza. Si pudiéramos dirigir todas las fuerzas de nuestra vida hacia lo más valioso que existe, o sea hacia esa relación con Dios, esto sería complacerle grandemente y así cambiaría nuestra vida de tal manera que la paz de Dios siempre nos acompañaría.
Para concluir, Dios siempre está con nosotros, pero nosotros no estamos con Él, si queremos estar más cerca, debemos escuchar su voz, sentir el llamado de sus inspiraciones, regocijarnos en esa presencia que nos rodea constantemente y nos bendice con su gracia, debemos alabar y agradecer a Dios constantemente por su generosidad infinita.
¿Cómo estar más cerca de Dios?
