¿Quién es ésta que asoma como el alba, hermosa como la luna, refulgente como el sol, imponente como ejército en formación?"
¿Quien es esa mujer a quien Dios le ha dado el poder de aplastarle la cabeza a la serpiente?
Pues ella es nuestra madrecita santa, la Virgen María, madre de Dios y madre de todos los hijos de Dios engendrados en la gracia, virgen antes, durante y después del parto. Ella es el vaso de la pureza donde fue engendrado Dios hombre. Ella es la creación perfecta de Dios que le glorificó aun antes de la creación porque ya estaba en sus designios perfectos como la victoria contra el mal.
Y Que sería de la Santísima Trinidad si no tuviera el gozo de la Virgen María?
Sin la Virgen María, la humanidad no tendría una criatura perfecta que glorificase a Dios más que todos los ángeles y los santos. Dios estaría aun esperando ser glorificado. Pero que bellos son los designios de Dios, que antes de la creación angélica y humana, ya tenía en su mente predestinada la existencia de la Santísima Virgen María, pues el Padre deseaba tener una criatura perfecta que hiciera su voluntad, una hija perfecta, Dios el Hijo necesitaba tener una madre de la naturaleza humana y el amor de Dios en el Espíritu Santo necesitaba tener una dulce esposa para llevar a cabo la tercera creación de la gracia en la cual todos somos hijos de Dios.
Pues Dios sabía que en la creación angélica algunos ángeles se iban a rebelar en su contra, sabía sobre la creación del hombre del futuro pecado de Adán y Eva, y por eso esperaba ansioso la venida al mundo de la Santísima Virgen María, toda bella, toda pura, toda santa, Inmaculada.
Ese gozo de la Virgen María, motivó a Dios a crear los seres humanos. Pues ella es la más grande gloria de Dios. ¿Y que sería de nosotros si no existiera la Virgen María? Aun estaríamos bajo el yugo de Satanás, bajo la esclavitud del pecado, esperando con incertidumbre la venida del Mesías prometido.
Pero que afortunados somos, tenemos a María, tenemos a Jesús nuestro Salvador, por cuyas santas llagas somos sanados, por cuya preciosa sangre NOSOTROS somos purificados. Oh Sangre purísima de Jesús, sangre purísima que te dio tu Santísima madre la Virgen María.
El Apocalipsis capítulo 20 en las visiones de San Juan nos dice, Luego vi a un ángel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave del abismo, una gran cadena.
Dominó al Dragón, la serpiente antigua - que es el diablo y Satanás - y lo encadenó por mil años.
Ese ángel es la Santísima Virgen María, usando el poder que Dios le ha dado, su cadena es humilde porque es el Santo Rosario, es poderosa porque es la cadena de la gracia, la cadena dorada que nos amarra a su Inmaculado Corazón el arca de la salvación y a la vez es terrible y poderosa porque tiene el poder de amarrar al demonio. Y con esta devoción nosotros los que confiamos en nuestra madre celestial nos volvemos sus santos pies para aplastar al demonio y compartir la victoria de nuestra madre poderosísima en el Nombre del Señor.