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Reflexiones espirituales
José Belmore Arias

Sufrimiento – la cruzSufrimiento – la cruz

Sufrimiento – la cruz

Sufrimiento – la cruz

El sufrimiento entró al mundo en el momento en que el hombre al rechazar el reino de la Divina Voluntad por causa de su desobediencia, fue expulsado del Paraíso. El sufrimiento se manifestó a través de la mano poderosa de Dios que no queriendo aniquilar la criatura del todo, le facilitó una manera de hacer expiación de sus pecados y entrar a su reino aceptando su Divina Voluntad.

Por causa del pecado el Señor dijo:
Génesis capítulo tres, versículos del dieciséis al veintitrés: A la mujer: “Multiplicaré los trabajos de tus preñeces; parirás con dolor los hijos y buscarás con ardor a tu marido, que te dominará.”

A Adán le dijo: “Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol de que te prohibí comer, diciéndote: “No comas de él,” por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida;" te dará espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo.

Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado, ya que polvo eres y al polvo volverás.”

Y le arrojó Yahvé Elohim del jardín de Edén a labrar la tierra de la cual había sido tomado. (Génesis 3:16-23)-

Como hijos de la desobediencia, todos tenemos que afrontar las durezas de la vida, pues hasta nacemos con lágrimas y llanto, vivimos una vida infligida por sufrimientos y morimos con dolor y lágrimas.

Todos los seres humanos por naturaleza sentimos fastidio por el dolor y no lo nos incomoda lo qu e no nos gusta y rechazamos los sufrimientos porque queremos disfrutar de la vida y acumular fortuna para nuestro bien.

Pero nuestros deseos contaminados por el amor propio buscan las cosas buenas para el cuerpo y el amor propio mientras ponemos nuestras almas en peligro, peligro mortal por el pecado.

Dios en su bondad nos ha dado el sufrimiento para que sirva de medicina que nos haga sentir su mano poderosa sobre nosotros, esa fuerza que aunque la resistimos no la podemos vencer, pero que tiene la medicina para darnos humildad y hacernos dignos del reino de los Cielos. En esa aceptación de la Divina Voluntad de donde proviene todo lo bueno y también todo el mal que nos aflige, está también el camino de nuestra salvación.

Dios es amor, (Juan 3:16) Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna.
Y ese hijo de Dios vino al mundo con el único propósito de salvarnos a través de su humillación, sufrimiento y muerte en la cruz.

Y si Dios que ama tanto a su hijo, aquel que nunca cometió pecado, le envió para que sufriera en la tierra, está muy claro que con el mismo derecho de creador nos ha enviado al mundo a conocer el sufrimiento como la manera de imitar a su hijo Jesús y así llegar a la obediencia o voluntad divina.

Los sufrimientos de Cristo no fueron los sufrimientos normales que tenemos los seres humanos, sino que fueron los sufrimientos del Dios hombre, que sobrepasan todos los sufrimientos de todos los seres humanos juntos.

Isaías capítulo cincuenta y tres del uno al doce. (Isaías 53:1-12) ¿Quién creerá lo que hemos oído? ¿A quién fue revelado el brazo de Yahvé?

Sube ante él como un retoño, como raíz de tierra árida. No hay en él parecer, no hay hermosura para que le miremos, ni apariencia para que en él nos complazcamos.

Despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, y como uno ante el cual se oculta el rostro, menospreciado sin que le tengamos en cuenta.

Pero fue él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores, mientras que nosotros le tuvimos por castigado, herido por Dios y abatido.
Fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él, y en sus llagas hemos sido curados, Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yahvé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros.

Maltratado, mas él se sometió, no abrió la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores.

Fue arrebatado por un juicio inicuo, sin que nadie defendiera su causa, pues fue arrancado de la tierra de los vivientes y herido de muerte por el crimen de su pueblo.

Dispuesta estaba entre los impíos su sepultura, y fue en la muerte igualado a los malhechores, a pesar de no haber cometido maldad ni haber mentira en su boca.
Quiso Yahvé quebrantarle con padecimientos. Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, verá descendencia que prolongará sus días, y el deseo de Yahvé prosperará en sus manos.

Por la fatiga de su alma verá y se saciará de su conocimiento. El Justo, mi Siervo, justificará a muchos y cargará con las iniquidades de ellos.

Por eso yo le daré por parte suya muchedumbres, y dividirá la presa con los poderosos por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los pecadores, llevando sobre sí los pecados de muchos e intercediendo por los pecadores.

Esto fue lo que le ocurrió a Jesús, aceptó la voluntad de su Padre y sufrió para conseguirnos el perdón de los pecados. Igualmente su madre Santísima la Virgen María acompañó a Jesús en todos sus sufrimientos, inmaculada y sin mancha de pecado sufrió al lado de su hijo para volverse la mártir de los mártires.

Ella sufrió muchas penas durante su vida, de las cuales se destacan sus siete dolores que la Santa Madre Iglesia honra, ellos son.

1 La profecía de Simeón le llegó a esta madre de quince años, con su hijo recién nacido en sus brazos, como una espada que atravesó su corazón, pues tuvo conocimiento de la pasión, agonía y muerte de su hijo Jesús antes de que aconteciera.

2 La huida a Egipto. La Virgen María y San José tuvieron que huir durante la noche con su pequeño infante que ya era perseguido a muerte por el Rey Herodes, sufrieron durante ese largo viaje y luego en su vida de exilio como refugiados en Egipto.

3 La pérdida del Niño Jesús y su hallazgo en el templo, en esta ocasión la Virgen María sufrió amargamente por la pérdida de su amadísimo hijo, la luz de sus ojos. Durante tres días experimentó la futura amargura que tendría después de la muerte de Jesús.

4 La Virgen María se encuentra con Jesús en el camino hacia el Calvario. Aquí la Virgen María se une a los sufrimientos de Jesús durante su pasión.

5 Crucifixión, agonía y muerte de Jesús. Aquí Nuestra Madre Dolorosa, la Virgen María sufre paralelamente en su alma todos los sufrimientos de Jesús y se ofrece al Padre unida a su Hijo como corredentora del mundo.

6 María recibe el cuerpo de Jesús cuando lo bajan de la cruz. Que dolor tan profundo experimenta nuestra madre dolorosa al ver su hijo sin vida, despedazado por la furia de la pasión que recayó sobre él, la víctima que se ofreció al Padre por el perdón de nuestros pecados.

7 Jesús es llevado al sepulcro. Cuanto dolor sufre nuestra madre dolorosa. Ella preferiría quedarse encerrada en esa tumba si fuera posible, cuanta amargura la de la Madre de los dolores hasta el momento de la resurrección de su Hijo.
Nosotros somos todos invitados a compartir estas penas de Jesús y María, si, cada que tengamos un sufrimiento unirlo a esos sufrimientos y ofrecérselos al Padre Eterno en reparación de nuestros pecados y los del mundo entero.

Ahora si podemos entender que tan cierto es el refrán “A donde irá el buey, que no are” Siempre tendremos sufrimientos.

Y los seres humanos se oponen tanto al sufrimiento que hasta blasfeman diciendo
“Dios no existe”, si existiera ¿como es que nos manda enfermedades, como es que permite que sufran aun los bebes con cáncer y otros sufrimientos, como es que permite que nazcan tantos en un mundo lleno de hambre, guerras, plagas, maldad y sufrimiento, adonde está Dios cuando hay terremotos, tsunamis, volcanes, catástrofes, pobreza y cuanto más? ¿Cómo es que mientras unos viven en opulencia y salud, otros sufren en tanta pobreza y enfermedad? ¿Por qué es que Dios permite que sufran los los desamparados, los indigentes, los que nacen ciegos, sordos o con cualquier inhabilidad física o mental?

Y Jesús nos dice en Mateo, capítulo dieciséis versículo veinticuatro: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame. (Mateo 16:24)
Vemos como entonces Dios el Padre impuso el sufrimiento sobre su hijo para que nos salvara en la cruz y Jesús nos llama a negarnos a nosotros mismos, esto es, a olvidarnos de nuestro querer para aceptar la voluntad de Dios, nos pide que tomemos la cruz para poder seguirle. Y por supuesto Jesús nos está llamando a aceptar todos los sufrimientos que no son otra cosa que la voluntad de Dios, el camino humilde de regreso a su casa celestial.

Nuestro sufrimiento es unión con Cristo cuando lo aceptamos, y es expiación para muchos pecados tanto nuestros como de otras personas cuando lo ofrecemos.
Hebreos capítulo cinco, versículo ocho nos dice que aunque Jesús era Hijo de Dios, aprendió por sus padecimientos la obediencia. (Hebreos 5:8)

Esto nos enseña que solo a través del sufrimiento podremos aceptar la voluntad de Dios y ser obedientes.

El sufrimiento ha acompañado la humanidad desde el principio. Vemos como José fue vendido por sus hermanos y sufrió por su familia, pero su sufrimiento logró ayudarles después.

Moisés también sufrió arrastrando el pueblo hebreo, luchando por su salvación.
El Rey David también sufrió luchando por el Reino de Israel.

Los profetas sufrieron proclamando la palabra de Dios y fueron asesinados por sus convicciones.

Jesús vino al mundo, sufrió con su madre la pobreza, sufrió la crítica de sus familiares, la persecución de los Judíos y finalmente su pasión, agonía y muerte en la cruz.

Vemos como a través del sufrimiento de los padres, los hijos reciben techo y comida, educación y un futuro.

Todos los sufrimientos obtienen frutos no solo físicos y temporales sino espirituales y eternos.

Sin sacrificio nunca se obtiene beneficio, por eso Dios lo ha previsto de tal manera. Y el hombre está destinado a sufrir en imitación de Cristo, gústele o no. El verdadero cristiano recibe el sufrimiento como una prenda de su salvación, el que no es cristiano se enoja ante el sufrimiento, la adversidad y la calamidad.
Tan poderoso es el sufrimiento espiritualmente que combinado con la oración y el ayuno hasta puede contra los demonios (Mateo 17:21)

Hay que entender que no todas las cruces son dadas por Dios, pues muchas las buscamos y las conseguimos nosotros mismos, y esto es por salirnos de la voluntad de Dios.

El sacrificio que le ofrecemos a Dios solo es aceptado en la cruz que él nos da, esto es a través de lo que es dado por su voluntad y no la nuestra, pues muchos sufrimientos no son dados por Dios sino que los buscamos o los encontramos, no en la cruz dada por su voluntad sino en la cruz dada por Satanás en el yugo del pecado que dentro de sus atracciones germina el sufrimiento y la muerte.

Por ejemplo, como fruto del adulterio, las familias empiezan a sufrir una cruz dada por Satanás, tal como separaciones, violencia familiar, enfermedades y mucho más. Por causa del pecado y la brujería muchas personas sufren cruces o sufrimientos infligidos por el demonio como enfermedades, depresiones, influencias diabólicas y otras cosas que no vienen de Dios.

Miremos por ejemplo el caso de un hombre que se separa de su mujer, pierde el amor de su familia, su relación con Dios y empieza a cargar el yugo de Satanás. Así mismo la joven que cae en el pecado de la fornicación, concibe un hijo que le va a dar sufrimientos toda la vida, su pecado viene combinado con el yugo de Satanás, pero Dios en su misericordia puede convertir lo malo en bueno y ese sufrimiento aceptado y ofrecido a Dios le puede reversar el mal del demonio y traer la conversión y salvación del alma.

El sufrimiento que Dios manda es aceptación de su Divina Voluntad, es una carga liviana y un yugo suave. Y aunque finalmente nos produzca la muerte, es el deseo de Dios de llevarnos purificados por el sufrimiento ante el altar de su Reino.

El sufrimiento que Dios nos envía no se debe convertir en amargura, porque esto es privarnos de la gracia de Dios, pues convierte la cruz en desprecio de la voluntad de Dios, cierra nuestros caminos y resiste la obra de Dios en nuestra vida. Así como el barro no resiste la mano del alfarero, nosotros no debemos resistir la cruz que nos purifica y santifica. Cuando resistimos la cruz con amargura, esta se hace más pesada, en cambio cuando la aceptamos con resignación, agradamos a Dios por su Santa Voluntad.

(Hebreos 12:15) San Pablo nos dice: Velad para que nadie se vea privado de la gracia de Dios; para que ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe.

Cuando recibimos el sufrimiento estamos recibiendo un regalo de Dios aunque no nos parezca, pues a través del sufrimiento han levantado muchos padres a sus hijos, a través del sufrimiento se han conseguido triunfos en la vida, a través del sufrimiento muchos mártires glorificaron a Dios y consiguieron no solo su salvación sino la de muchas almas.

El sufrimiento y la cruz no son opciones que podemos tomar, pues el pan de la vida nos es también servido con la copa del dolor. No ha existido ningún ser humano que no haya experimentado el dolor. Y recordemos que esto es parte del castigo que Dios le dio al hombre cuando lo arrojó del Paraíso por causa de su pecado. El único lugar de gozo eterno es el Cielo y para eso tenemos que ganarlo a través de la aceptación de la Voluntad de Dios, que en resumidas palabras es el sufrimiento que nos envía para poder purificarnos.

Algunos optan por evitar el sufrimiento. Así los jóvenes evitan el compromiso y sufrimiento del matrimonio y viven más bien en unión libre, los padres evitan tener que sufrir criando un nuevo hijo y prefieren abortarle, los enfermos no quieren sufrir y deciden por la Eutanasia, los que sienten que no pueden con la cruz de la vida optan por el suicidio. Pero evitar el dolor aquí en la tierra nos trae consecuencias dolorosas después de la muerte, quizá el castigo eterno del infierno.

El sufrimiento de Jesús fue transformado en nuestra Salvación y en Gloria para Dios el Padre, así mismo Él recibe nuestros sufrimientos cuando se los ofrecemos y los transforma espiritualmente para salvarnos y darnos una corona de gloria.

Sufrir es imitar a Cristo que fue el hombre de los dolores, unir nuestro dolor a los dolores de Cristo es tener un sacrificio de oblación para unir con el Sacrificio de Jesús que nos da la Salvación.

El que no se crucifica con Cristo no es digno de Él, pues la cruz perfecciona el corazón.

El sufrimiento es el secreto verdadero para obtener la felicidad eterna, por eso dice Jesús que el grano tiene que morir, y nuestra alma es como un grano que a través de las tribulaciones, sufrimientos y cruces diarias por fin logra morir para darle mérito al alma y purificarle para la vida eterna, produciendo el fruto que se consigue en unión con Cristo.

Dichosa el alma que recibe el sufrimiento con silencio y resignación, pues así crece su humildad ante la Voluntad de Dios.

Sin el sufrimiento no podemos acumular nuestro tesoro en el cielo, cada crucecita que recibimos con gusto se convierte en nuestra corona de luz y de gloria.

Con el sufrimiento en Cristo somos igualmente levantados ante el Padre para ascender del polvo de la tierra a la gloria del Espíritu.

Los sufrimientos que recibimos son nuestra cruz, ellos son como el fuego que arde y purifica el oro en el crisol, limpiando toda impureza que contamina el alma y asemejándonos en la imagen de Cristo Jesús.

Así como Cristo se sacrificó en la cruz por todos nosotros, así también nosotros recibimos una porción de su cruz en nuestros sufrimientos diariamente para poder presentárselos a Dios como sacrificios vivientes de alabanza, agradecimiento, adoración, intercesión y reparación.

El camino más corto para adquirir la paz que viene del amor de Dios, fuente inagotable de virtudes, es el aceptar todas las tribulaciones, ya sean temporales o espirituales, las enfermedades, los golpes de fortuna, los problemas y cualquier adversidad.

En el sufrimiento y la cruz diaria encontramos la medicina de la esperanza y la resignación, el poder de la Voluntad de Dios que puede sacar lo bueno de lo malo.
Dios nos propone la cruz como el medio de nuestra salvación.

¿Pero cual es la proposición del demonio para el hombre?
Lo que sugiere el demonio es el hedonismo en vez del sufrimiento, el hombre no tiene por que sufrir, obedecer es sufrir, la misma propuesta que le hizo a Eva, la mentira, desobedezcan y serán como Dios. El demonio sugiere el placer, sugiere la vida fácil sin sacrificio, sugiere el paraíso aquí en la tierra pero sin Dios. El demonio nos propone alejarnos de la cruz y de la virtud, y es porque Dios le ha dado poder al Santo Nombre de Jesús y la Santa Cruz para aplastar su cabeza, Jesús es nuestro camino, no un camino ancho, sino un camino estrecho y difícil, lleno de sufrimientos y luchas, pero que al final nos abre la puerta del Cielo. Satanás nos ofrece un camino ancho, alejado del sufrimiento y de la cruz donde al final está la puerta del infierno.

El nuevo orden mundial promovido por la masonería nos habla de un mundo lleno de esperanzas, tal como el amor y la fraternidad entre los pueblos, una libertad que más bien es libertinaje, una religión común sin Dios, donde Jesucristo Dios y hombre ya no tiene ningún valor, pues es tan igual como cualquiera de los profetas de otras religiones. Esta mentira del demonio es una serie de promesas falsas que aspiran a quitarnos nuestra fe en Cristo y su cruz, una nueva religión donde la cabeza va a ser el Anti Cristo y Dios va a ser el mismo demonio.

Por eso mantengámonos alerta, bendigamos el sufrimiento que recibamos para unirlo a los sufrimientos de Cristo y su Madre Santísima por que en ellos tenemos la salvación prometida, ayunemos y hagamos penitencia, porque los tiempos de la tribulación están con nosotros.

Comamos del cuerpo y sangre de Cristo, comamos de su sufrimiento y junto con Él esperemos con gozo ese encuentro final de nuestras vidas con el Autor de la creación.

Dios nos ama, tengamos fe.

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