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Reflexiones espirituales
José Belmore Arias

Dios es LuzDios es Luz

Dios es Luz

Dios es luz

Génesis 1:1-4 En el principio creó Dios el cielo y la tierra.
La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.

Dijo Dios: "Hágase la luz", y la luz fue hecha.

Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad.

En esta palabra, Dios nos confirma que la luz que conocemos es una criatura hecha por su voluntad ante el caos, la confusión y oscuridad que estaba en la tierra recién fue creada.

En el cielo no existe la oscuridad, por eso cuando los ángeles desobedientes se rebelaron contra Dios, fueron convertidos en ángeles de la oscuridad, demonios que inmediatamente fueron expulsados del cielo a la tierra, que Dios creó en su propósito como parte de su plan.

Génesis uno, versículo dos nos dice que la tierra era caos, confusión y oscuridad.

Dios quiso en ese nuevo universo de materia recién creado establecer el orden, por esto su espíritu aleteaba sobre las aguas y así fue como dijo en Génesis capítulo 1, versículo tres Gen 1:3 "Hágase la luz ", y la luz fue hecha.

Luego apartó la luz de la oscuridad, con esto envió esos ángeles rebeldes al mundo de las tinieblas, el mundo de la rebeldía, el mundo de lo escondido, de lo oculto, la mentira, el mundo de la tentación.

Y luego fuimos creados también los seres humanos en un mundo donde Dios primero que todo ha puesto la luz y la oscuridad para que nosotros escojamos con nuestra propia voluntad.

Como criaturas de Dios la luz representa a Dios mismo, y la oscuridad a las fuerzas ocultas del mal.

Dios es un fuego consumidor, Hebreos capítulo doce, versículo veintinueve. (Hebreos 12:29) Pod emos meditar ese fuego en la visión de Moisés Éxodo, capítulo tres, versículo dos (Éxodo 3:2) (En Horeb, la montaña del Señor) se le apareció el ángel de Yahvé en llama de fuego, en medio de una zarza. Moisés vio que la zarza ardía, pero no se consumía.

Zacarías capítulo trece, versículos del ocho al nueve nos dice: (Zacarías 13:8-9) Y sucederá que en toda la tierra - oráculo de Yahvé -serán exterminados dos tercios, y perecerán, pero será preservado un tercio.

Yo pondré al fuego este tercio, y lo fundiré como se funde la plata, y lo acrisolaré como se acrisola el oro. El invocará mi nombre y yo le escucharé. Yo diré: El es mi pueblo; y él dirá: Yahvé es mi Dios."

Ese fuego de Dios no es fuego de la tierra, pero es un fuego que quema el alma, igual que el fuego del Purgatorio que refina como el oro para que el alma quede pura con el oro de la santidad.

Ese fuego del amor divino lo podemos también encontrar en las Santas llagas, sangre, agua, dolores, lágrimas y angustias de Jesús y María. Por esto es tan importante vivir crucificados con Cristo a través de devociones a su pasión, agonía y muerte.

En el sol nos ha dado un símbolo que nos explica su naturaleza divina. El sol se asemeja a la Santísima Trinidad, en esta comparación humilde que nos ayuda a entender a Dios, podemos ponderar sobre este gran misterio de la unidad trinitaria.
Digamos que Dios el Padre es el fuego, Dios el Hijo es la Luz, y Dios el Espíritu Santo es el calor del sol. Dondequiera que haya un fuego, hay luz, donde hay luz, hay calor. Así que los tres están siempre juntos. Dios es uno, y sin embargo tres.

Por esta razón conocemos según San Pablo en 1a Timoteo, capítulo dieciséis, versículo dieciséis (1Timoteo 6:16) que Dios es el único soberano, Rey de reyes, Señor de señores, el único que posee inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder ahora y por siempre. Amén.

Del fuego de Dios que podemos entender como Dios el Padre, se emite esa luz inaccesible que le rodea que es Dios el Hijo, quien ha venido al mundo para ser la Luz del mundo.

Pasamos de nuestro concepto de luz creada al misterio de la luz de Dios que es espíritu, dicha luz divina es invisible según nuestro alcance humano, inaccesible, radiante y gloriosa.

Esa luz es el misterio espiritual de Dios el Hijo, y aun más grande es su fuente, o sea ese fuego ardiente, devorador, que como en la zarza ardiente nunca se consume, pero es consumidor porque todo lo alcanza y lo cubre.

Es importante entender la estructura del sol para poder tener una pequeña comparación con que entender mejor la naturaleza de Dios.

El sol es el centro de nuestro sistema solar, su fuego existe debido a una continua fusión nuclear interior que genera energía en su centro y que produce radiación de calor, luz y magnetismo desde su exterior. Las partículas que producen energía en el centro del sol tardan 100000 años para llegar al exterior.

Esto nos da una idea del tamaño del sol, tiene más del noventa y nueve por ciento de tamaño que toda la masa del sistema solar, es 109 veces el diámetro de la tierra, pesa unas TRESCIENTAS TREINTA Y TRES MIL 333000 veces tanto como la tierra, es tan grande que podrían caber un millón, tres cientos mil UN MILLON TRESCIENTOS MIL(1’300.000) planetas tierra dentro de el.

Entonces, también miremos la velocidad de la luz es DOSCIENTOS NOVENTA Y NUEVE MILL TRESCIENTOS TREINTA Y SIETE KMS/PH 299337
A esa velocidad para llegar a la luna nos tardamos un segundo 1.25, al sol llegaríamos en ocho punto 31 segundos.

El hombre apenas camina a 5 kilómetros por hora. Una babosa se arrastra a un metro por hora.

La tierra y todos los planetas giran alrededor del sol, esto es debido a la fuerza de gravedad, que hace que el sol los atraiga hacia su centro.

Mirando la grandeza del sol con relación al resto del sistema solar, tenemos una pequeña comparación, que nos permite aumentar nuestra percepción de la grandeza de Dios con relación a su creación.

Dios es el centro de toda la creación. Aunque la creación es materia, y Dios es espíritu, es como si el espíritu es el centro de la materia, así Dios es el centro de toda la creación material.

Dios siendo espíritu ha dado a los seres humanos un alma inmortal y un espíritu que está destinado a volver a la luz de donde salió o a perderse eternamente en la oscuridad según su propia voluntad.

Entonces del sol sale calor y luz para sostener el sistema solar, el magnetismo del sol y su fuerza de gravedad hace que los planetas, entre ellos la tierra giren a su alrededor.

De la luz del sol disfrutamos la luz del día, y sin la luz tenemos la oscuridad de la noche.

La luz creada que conocemos, es apenas como una pequeña sombra de la luz espiritual de Dios. Cuando Jesús nos dice (Juan 8:12 ) “Yo soy la luz del mundo” nos está diciendo que Dios el Padre en su Divina Voluntad, Poder, Ley y Orden lo ha enviado a la tierra como lámpara de luz, y camino de vida a seguir, confirmando este proverbio en capítulo seis, versículo veinte tres. (Proverbios 6:23) Porque la orden es lámpara y la enseñanza luz, y son camino de vida las reprimendas que corrigen.

La orden de Dios o sea los mandamientos y preceptos de Dios son una lámpara de donde proviene la luz del evangelio que es una enseñanza que sirve de camino para llegar a la vida eterna.

Jesús explica: "Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida." (Jn 8:12) Jesús decreta como Dios comando que sale de la voluntad de Dios el Padre, la Palabra de Dios es el mandamiento, el que sigue el mandato de la Palabra, el evangelio de Jesús no camina en la oscuridad porque esa palabra es luz, y como tal, caminando en el camino de Jesús caminamos en la luz.

Esa luz que seguimos en Cristo nos permite siempre caminar en Dios que es luz, voluntad, ley, y orden, por eso el que camina con Cristo no caminará en la oscuridad, no participará del reino del demonio sino que tendrá la luz de la vida, la luz que nos lleva a vida eterna.

Podemos entonces decir que la Palabra de Dios es luz, y como tal es divina. Y que podríamos hacer en la tierra sin la luz, y en cuanto a nuestro camino hacia el cielo, que podríamos hacer sin la palabra del evangelio?

La luz es transparente, y disipa la oscuridad, la luz permite ver claramente para que no nos tropecemos. (Hebreos 4:12) Igualmente la luz de la palabra de Dios es viva, eficaz y tajante, más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la medula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Cuando Dios entra en el alma, o sea cuando aceptamos la palabra de Dios, espada es como un bisturí afilado de un doctor que para hacer una operación penetra y causa dolor, pero que remueve el tejido enfermo o canceroso que destruye el cuerpo. Así mismo la palabra de Dios penetra lo más profundo de nuestro ser y allí renueva la conciencia, ablanda el corazón y crea un hombre nuevo.

La luz de Dios ilumina la conciencia y le muestra como en un espejo el estado del alma. Aquel que se arrima a la luz de Dios se llena de ella.

Éxodo capítulo treinta y cuatro, versículos veintinueve al treinta (Éxodo 34:29-30) Cuando bajó Moisés de la montaña del Sinaí, traía en sus manos las dos tablas del testimonio, y no sabía que su faz se había hecho radiante desde que había estado hablando con Yahvé.

Aarón y todos los hijos de Israel, al ver cómo resplandecía la faz de Moisés, tuvieron miedo de acercarse a él. Moisés tuvo que taparse el rostro.

Recordemos con que humildad tuvo que acercarse Moisés a la zarza ardiente, el Señor le pidió que no se acercara, que se quitara las sandalias, porque la tierra que pisaba era tierra santa.

¿Donde podemos nosotros encontrar esa zarza ardiente que encontró Moisés?
Nosotros somos templos del espíritu, (1 Corintios 6:19) ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por tanto, no os pertenecéis?

El centro del hombre es Dios mismo, así como Él es el centro de todo el universo creado, la materia no puede existir sino como testimonio del creador.

La única manera de encontrarnos con Dios en nuestro templo interior es haciendo un viaje hacia nuestro interior. Esto solo se logra cuando entramos en el silencio interior, tenemos que estar relajados, aquietamos las pasiones del cuerpo, silenciamos los sentidos, renunciamos todas nuestras ambiciones terrenales, silenciamos todo lo que nos identifica con nosotros mismos, es decir, cuando nos declaramos nada ante Dios.

Esto no es obra de minutos, ni de días, esto es obra de una nueva vida entregada a Dios, pero ese momento llega cuando el alma de cualquier ser humano, tal como Moisés se encuentra ante la zarza ardiente de la Presencia de Dios en su corazón y con humildad escucha la voz de Dios que le habla y brilla su luz.

En la Presencia de Dios entramos a ese lago plácido y sereno del alma que como un espejo puede reflejar la luz del sol o de la luna y de esa manera permite que Dios pueda manifestarse como lo dice el Salmo 46:10 Quédate quieto y sabe que Yo soy Dios.

Es solamente en la debilidad completa del ser humano que Dios se manifiesta en su Gracia, es solamente cuando admitimos toda nuestra oscuridad y con humildad y arrepentimiento nos presentamos a Dios que Dios manifiesta su luz en nuestra alma y podemos estar más cerca de Él.

Dios desea que nos acerquemos, así como llevó a Moisés a entrar en curiosidad para ver esa zarza ardiendo. Todos sabemos que hay algo en nuestro interior que es superior a nuestro intelecto, hay algo más poderoso que nuestra propia razón, hay algo más valioso en nuestras vidas que nuestras vidas mismas, Dios. Debemos encontrarnos con Dios.

Cuando somos bautizados recibimos la luz de Cristo que remueve la mancha del pecado que heredamos en el pecado original, entramos en el cuerpo de Cristo y nos vestimos con su luz. Gálatas tres, versículo veintisiete (Gálatas 3:27) Porque todos los que han sido bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo.
Por falta de nuestra percepción espiritual y por causa de nuestros pecados, nuestra vestidura espiritual ha sido manchada, la hemos llenado de la oscuridad, y lo único que la puede embellecer de nuevo es la Preciosa Sangre de Cristo.

En la Sagrada Eucaristía tenemos el encuentro más grande que sea posible con Dios, pero por no meditar lo que recibimos, por no parar a llenarnos de Dios y a adorarle en espíritu y en verdad, nos perdemos una hermosa oportunidad de entrar en su Presencia y permanecer en ella.

Isaías capítulo uno, versículo dieciocho, (Isaías 1:18) Venid y entendámonos, dice Yahvé. Aunque vuestros pecados fueran como la grana, quedarán blancos como la nieve. Aunque fuesen rojos como la púrpura, vendrían a ser como la lana.
Apocalipsis capítulo siete, versículos del trece al catorce, (Apocalípsis 7:13-14) Tomó la palabra uno de los ancianos y me dijo: Estos vestidos de túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde vinieron?

Le respondí: Señor mío, eso tú lo sabes. Y me replicó: Estos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre del Cordero.

Dios es luz, Juan, capítulo 1, versículo cinco (Juan 1:5) La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla.

Nosotros también somos enviados por Cristo como luz del mundo, por eso invoquemos la luz de Dios para que venza las tinieblas que nos rodean, seamos luz de liberación y sanación.

Salmo cuatro, versículo siete (Salmo 4:7) Muchos dicen: "¿Quién nos hará ver la dicha?". ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro! Yahvé.

Esa luz de Dios es la visión beatífica que tanto esperamos, es el premio de la salvación que nos permite encontrarnos con Dios cara a cara. Y es también la felicidad eterna.

Como portadores de la luz de Dios, debemos elevar esa luz a lo alto para que disipe la oscuridad del mundo, como ciudades en lo alto de una montaña, (Mateo 5:16 ) Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Como seres de luz, hijos de la luz, (1 Tesalonicenses 5:5 – Mateo 5:14) nosotros debemos luchar por ver esa luz de la cual venimos.

Somos portadores de la luz de Cristo imitando las luciérnagas que cuando se unen en una noche oscura se convierten en lámpara que guía al caminante.

Como me encanta esa canción que dice “yo soy como la linterna que lleva la luz por dentro.”

Miremos con que pasión buscan la luz las polillas o chapolas que en su deseo ardiente siempre vuelan hacia la luz, pues se sienten atraídas y seguras, aunque muchas de ellas así se encuentran con la muerte.

Pues esa atracción que Dios nos da hacia la altura de su luz debería ser una manera de morir al hombre viejo de la oscuridad que tiene que morir para poder empezar a vivir la nueva vida en la luz.

Quiero leerles algunos extractos de mensajes que Dios me ha dado, donde habla sobre la luz.

Este mensaje es para ti, abre el corazón y te darás cuenta de que es para ti.
Hijo mío, hija mía:
836 El mundo necesita y espera mi Luz y mi Gracia. Yo la he dejado en los corazones de todos los que tienen fe en mí, por eso les llamo luz y sal de la tierra.
Cada creyente es un pequeño Cristo con el potencial de atraer muchas almas a mi Reino.

835 Tú eres la luz del mundo. Piensa que tan importante es la luz, sin ella todo es tinieblas, sin el calor del sol no hay vida, sin la luz no existiría nada.
Yo soy la luz del mundo y te he llenado de mi luz. Cada ser humano es como un rayito de mi luz, puesto que Yo soy el Sol de la Justicia.

Ahora, tú debes brillar la luz que te he dado, debes iluminar el mundo con mi Palabra que descansa en tu corazón, debes hablar con mis palabras, con el evangelio. Estudia mi Palabra y vuélvete un eco de ella, cuando hables siempre piensa ¿Como hablaría el Señor en esta ocasión? siempre pregúntate, ¿Que haría el Señor en esta situación? Todo debe ser un reflejo de mi luz en ti.
Todos los creyentes, deben de brillar mi luz, para que este mundo salga de la oscuridad en que vive.

778 Habla el Padre Eterno
Abre tu corazón completamente, déjame brillar mi luz intensa sobre tu alma, déjame transfigurarte. Déjame llenarte de mi Espíritu, para que puedas estar en mí y Yo en ti. Déjame reinar en tu vida.

294 Mi querido hijo - hija; se siempre mi instrumento. Brilla la luz de mi bondad a los demás, deja que mis palabras fluyan de tu corazón para aquellos que te escuchan y el poder de mi amor tocará sus corazones.

Mensaje eucarístico 243
El Padre Celestial - Déjate guiar por esa luz interior que te habla
Hijo mío, vive para ser mi complacencia, mi gozo y mi alegría.
Escucha la voz del espíritu que te mueve a hacer cosas inesperadas, escucha el espíritu que cada momento te perfecciona. Déjate guiar por esa luz interior que te habla. Hijo mío, estás conmigo, estás con mi gracia y Yo te bendigo.

La Santísima Virgen María - Hijo mío, hija mía. Para que brilles intensamente con la luz de Dios, tu debes estar siempre en su presencia, no te alejes de Él hijo mío, acércate como lo hizo Moisés a la zarza ardiente. Acércate al Sagrado Corazón de Jesús y a mi Inmaculado Corazón para que esa luz brille intensamente sobre tu alma. En esa luz, estarás alejado del mundo, de las tentaciones, y estarás escondido de la tentación del demonio. Hijo mío, vive en la luz del Señor. te bendigo.

Habla Jesús
Hijo mío, hija mía. Vístete de mi luz. Pues para eso te he creado. Yo quiero que tú brilles intensamente en este mundo de oscuridad, pues Yo miro desde lo alto y son pocas las luces que brillan en este mundo, pero Yo quiero que tú brilles intensamente para que glorifiques mi nombre. Yo te bendigo en mi Luz. -

Oración a Dios, Luz de luces


Señor Dios todo poderoso, tu eres la luz de todas las luces de la creación. Padre Santo Rey del Cielo y de la tierra, estás rodeado de Luz inaccesible, de Majestad incomprensible y de Gloria infinita y eterna.

Tú eres la luz que brilla sobre toda la creación, tu luz vence las tinieblas y las disipa con tu poder supremo.

Tú me haz hecho hijo de la luz, luz de tu luz, espíritu de tu espíritu, imagen y semejanza tuya.

Padre amado, Luz de luces, Espíritu de los espíritus, te levanto humildemente mi espíritu y te pido que brilles tu luz de diez mil soles en mi alma.

Permíteme brillar como luz del mundo que me haz hecho, como faro de luz en las tinieblas, permíteme portar tu luz y elevarla a lo más alto para que disipe la oscuridad. Envíame para que brille tu luz sobre los hombres para que se conviertan y también sobre los demonios para que huyan ante tu presencia, para que tu luz sea liberación y sanación. Déjame participar en la batalla espiritual de tu Reino, para que brille la Gloria de tu Santo Nombre sobre la nueva tierra.

Lléname de tu luz Padre Santo, para que sea un sol de adoración para ti, para que mis rayos de luz te adoren sin cesar, para que mis rayos de caridad y misericordia alcancen a todos los seres humanos y para que el poder de tu luz arroje fuera de este mundo la oscuridad de Satanás; todo esto te lo pido en tu Santo Nombre.
Brilla tu luz Dios Padre Eterno, brilla tu luz Señor Jesús Hijo de Dios el Padre, brilla tu luz Espíritu Santo.

Virgen María, Madre Santísima portadora de la Luz de Dios, ilumíname y protégeme, intercede por nosotros, brilla tu luz.

San Miguel Arcángel, lámpara que brillas ante Dios Altísimo, líder de los ejércitos celestiales, brilla tu luz, guíanos y protégenos con todos los ángeles y los santos en nuestra batalla espiritual. Amén.()

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