Esta reflexión está basada en las enseñazas de Cristo que desea reinar en nuestro corazón, pero en la mayoría de los casos no lo puede hacer ante los obstáculos que le presentamos.
NADA MÍO
Niégate a ti mismo Mateo 16:24 si quieres ser mí discípulo dice el Señor debes negarte a ti mismo, tomar tu cruz y seguirme.
¿Pero en que consiste esa negación de si mismo? Aquello que me da identidad, aquello que afirma mi vida, aquello que yo soy es precisamente mi existencia.
¿Quiere decir que debo entonces negar mi propia existencia?
Cuando Dios se le presentó a Moisés en la zarza ardiente, le manifestó su propio nombre como la existencia misma, le dijo “Yo soy, quien yo soy” Entonces si analizamos filosóficamente esta palabra de Dios, Él es el único que existe, porque los demás solo existimos en él, no somos los que somos sino los que él ha permitido que seamos.
Y Jesús lo repite de otra manera cuando dice, sin mí ustedes no pueden hacer nada. Nos explica como debemos de permanecer en Él para poder lograrlo.
Juan capítulo quince, versículos cuatro y cinco (Juan 15:4-5) Permaneced en mí y Yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto de sí mismo si no permaneciese en la vid, tampoco vosotros si no permaneciereis en mí.
5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada.
La existencia nuestra está de esta manera ligada totalmente a la existencia de Dios, somos un cuerpo con un alma y un espíritu. Conocemos el cuerpo y la mente como la parte integral de nuestra humanidad, pero cuando empezamos a hablar del alma y del espíritu entramos a una dimensión espiritual que la mayoría de los seres humanos ignoran, y no se interesan en ser espirituales porque esto envuelve precisamente esa negación que Dios nos pide en sus mandamientos y que es indispensable si queremos.
Negarnos a nosotros mismos empieza por negarnos para poder obedecer a Dios, esto nos llama a cumplir los mandamientos de Dios y a dejar de hacer muchas cosas que aunque son atractivas a la carne y sus concupiscencias son el veneno del alma.
Vemos como el cuerpo que tenemos no es nuestro, es una propiedad de Dios que Él nos ha concedido para que la administremos de acuerdo a sus mandamientos y no a nuestros deseos. Los mandamientos en si, son una orden de Dios que nos obliga a negarnos del pecado, lo que nos lleva a la muerte. Dios nos da su ley para que nosotros podamos hacer su voluntad y recibir como premio la vida eterna.
Pero como tenemos el regalo del libre albedrío, podemos escoger la vida o la muerte.
Deuteronomio capítulo treinta, versículos del quince al veinte. (Deuteronomio 30:15-20)
15“Mira: hoy pongo ante ti la vida con el bien, la muerte con el mal.
16 Si oyes el precepto de Yahvé, tu Dios, que hoy te mando, de amar a Yahvé, tu Dios, seguir sus caminos y guardar sus mandamientos, decretos y preceptos, vivirás y te multiplicarás, y Yahvé, tu Dios, te bendecirá en la tierra en que vas a entrar para poseerla.
17 Pero, si se aparta tu corazón y no escuchas, sino que te dejas arrastrar a la adoración y al servicio de otros dioses,
18 hoy te anuncio que irás a la segura ruina y que no durarás largo tiempo sobre la tierra a cuya conquista vas después de pasar el Jordán.
19 Yo invoco hoy por testigos a los cielos y a la tierra de que os he propuesto la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia,
20 amando a Yahvé, tu Dios; obedeciendo a su voz y adhiriéndote a El, porque en eso está tu vida y tu perduración: en habitar la tierra que Yahvé juró dar a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob.”
NADA MÍO Esto quiere decir todo lo que Dios ha creado es para nuestro uso responsable, lo puedo usar mientras viva pero no lo puedo llevar a la otra vida. Dios lo llama talentos, por los cuales tenemos que responder, llama a multiplicar su regalo para Él. Recordar la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30)
Entonces, aun lo que tengo no es mío, y si tengo mucho, por mucho debo de responder.
Un problema que tenemos los seres humanos es apegarnos a los bienes materiales, al dinero, al aprecio humano, al poder, a la fama y a todo lo que beneficia nuestro ego.
Ahí está el problema de nuestros apegamientos y ahí esta el primer punto de esta reflexión. Debemos negarnos a nosotros mismos de tal manera que no seamos afectados espiritualmente.
NADA MÍO Si alguien me trata mal, y yo me siento ofendido, ya estoy reclamando lo que me pertenece, mi honra, mi fama, mi amor propio y ya estoy fallándole a la petición del Señor NIÉGATE A TI MISMO. Si dejo de socorrer al pobre en necesidad, porque es mi dinero y no lo quiero compartir con nadie, entonces ya le estoy fallando al Señor que me pide NIÉGATE A TI MISMO.
Si no amo al prójimo como Dios me lo pide, estoy desperdiciando el amor que Dios que me ha dado, estoy negándole a los demás, el Dios que vive en mí.
Por eso es que el Señor nos instruye mostrándonos su grandeza, que todos dependemos de él y que sin él no somos nada.
Si nada es mío, entonces tengo que cambiar mi forma de ser, y en cada momento y cada acción recordar a Dios que me lo da todo y me permite tener este regalo de la vida.
San Vicente Ferrer decía: Nada tengo, nada valgo, nada soy, soy un servidor inútil.
Digámosle al Señor entonces, Señor, que yo siempre sea cero y tú el número uno, el máximo.
NADA MÍO, esta es una expresión de humildad que toca el corazón de Dios.
TODO TUYO
Cuando meditamos la grandeza de Dios, podemos llegar a la conclusión de que todo le pertenece a Dios. En él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. (Hechos 17:28)
Podríamos pensar en una pequeña célula de nuestro cuerpo, esta depende de todo el resto de nuestro organismo, y si la extraemos fuera de nuestro cuerpo inmediatamente se muere. El cuerpo debe permanecer unido para sobrevivir, si nos desintegramos, perdemos la unidad de la vida.
Dios en su grandeza nos ha creado para que vivamos en Él, y nos ha dado el mundo que nos rodea donde podemos encontrar todo lo que necesitamos para nuestra supervivencia.
Pero Dios es el supremo dador, nunca se cansa de dar y dar. Y nos ha hecho en imagen y semejanza suya para que tengamos un corazón caritativo, pero bastante nos cuesta.
Desde muy pequeñitos empezamos a adueñarnos de nuestros juguetes, de nuestros padres, de nuestra familia, de todo lo que nos rodea y sentimos ese gozo interior de poseer.
A medida que crecemos queremos y queremos y queremos más. Nada es suficiente, conseguimos una cosa pero no es suficiente, queremos otra más, tenemos dinero y nunca es suficiente porque podríamos comprar todo el mundo si tuviéramos el dinero suficiente para hacerlo.
Jesús vino a vivir en la pobreza para enseñarnos a desapegarnos de todo lo terrenal, sucede que mientras más tenemos más queremos y por eso nos cuesta negarnos a nosotros mismos.
TODO TUYO Todo te pertenece Señor, y si nos das la oportunidad de tener algo, tú quieres que tengamos un aprecio desinteresado por las cosas, pues sabes que cuando nos aferramos a las posesiones terminamos creando dioses falsos.
Mateo 22:37 Jesús nos dice: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Y es que cuando le damos amor a las criaturas, a las cosas, a nuestro yo, estamos dejando de amar a Dios.
No podemos poner todo nuestro corazón, alma y mente en las cosas creadas y eso es lo que nos afecta nuestra relación con Dios.
TODO TUYO Señor. Todo te pertenece, y aun todo lo que nos das o nos permites tener es algo pasajero que no merece el aprecio exagerado que le damos, y mucho menos el apegamiento material.
De ahí que hemos usado la frase “Todo por amor a Dios”, quiere decir que no buscamos el crédito por las cosas que hacemos sino que lo hacemos todo por amor a Dios.
Apocalipsis 4:11 Digno eres, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas.
Cuando amamos a Dios le he estamos dando todo lo que Él mismo nos da, porque aun lo que llamamos nuestro amor por Dios no es nuestro: (1 Juan 4:10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados.
(1 Juan 4:19) Nosotros amamos, porque él nos amó primero.
A medida que profundizamos en el amor de Dios, vemos que el amor es un espíritu, una corriente, algo que pasa a través de nosotros para glorificar a Dios. Es Dios mismo que fluye a través de nuestras buenas obras y es glorificado cuando dejamos que el amor trabaje en nosotros.
El mejor trabajo que podemos hacer para Dios es dejar que Él trabaje en nosotros, y esto es el verdadero Trabajo de Dios.
Los discípulos le preguntaron a Jesús como podían hacer el Trabajo de Dios, Jesús les respondió (Juan 6:29) El Trabajo de Dios es que creamos en aquel que Dios ha enviado.
Aprendamos entonces que todo es de Dios, todo viene de Dios, digamos continuamente esta frase “TODO TUYO”, para que con esas dos palabras le demos todo el crédito a Dios.
NO SOY NADA
Dios es grande para nosotros en proporción a lo pequeñitos que creemos que somos.
Cuando pensamos que somos algo, todo eso actúa contrario a negarnos a nosotros mismos y de esa manera nos llenamos haciendo crecer nuestro yo.
Mientras más tenemos de nosotros, menos podemos tener de Dios, al volvernos nada le damos espacio a Dios para que reine en nuestra vida.
Reflexión: Cuando me comparo con el universo, me desaparezco, pues soy menos que una partícula de polvo ante la grandeza de la creación de Dios.
TU ERES TODO
Sin ti Señor, no somos nada. Pues la existencia viene de ti. Tu santo nombre es “Yo soy quien yo soy”, así que nuestro nombre es una pequeña expresión de lo que tú eres.
Reflexión: Si yo soy nada ante el universo, entonces, cuando comparo el universo con Dios, el universo se desaparece, pues es menos que una partícula de polvo en sus manos. ¡Que grande eres Señor!
QUIETO ESTOY
¿Qué sería de una estatua, si se moviera cuando el escultor está perfeccionándola y dándole los últimos toques de belleza? Se podría romper en pedazos.
¿Qué sería de un cuadro en las manos de un gran pintor que está pintando una obra maestra si de repente empezara a moverse? Pues arruinaría la obra del maestro.
¿Que sería del cuerpo de un paciente que está siendo operado delicadamente por un cirujano, si empezara a moverse? Pues estropearía la operación.
¿Qué sería de una vasija de barro que el alfarero esta perfeccionando, si de repente empezara a moverse y no se dejara formar?
Pues esto es lo que sucede con nosotros; no nos quedamos quietos para permitir que Dios haga su obra maestra en nosotros.
Salmo 46:10 "Quédate quieto y sabe que Yo soy Dios.
QUIETO ESTOY El Señor nos llama a entrar en el Silencio Interior para que silenciando nuestros sentidos, nuestra mente y nuestro ser podamos estar atentos a la voz del Señor.
Dios nos habla en lo más profundo de nuestro ser cuando tenemos quietud total, tanto de pensamientos, palabras y obras, es decir cuando en profunda contemplación, no nos interesa decirle nada, solo escucharle. Sucede que en nuestra oración elegimos hablarle al Señor pero no le escuchamos.
El Silencio Interior es ese estado de oración contemplativa en la cual simplemente venimos a Dios a contemplar su hermosura, donde entendemos que él conoce todo lo que llevamos en nuestra mente y en nuestro corazón, nos desconectamos de nosotros mismos y en esa quietud se manifiesta Dios.
Cuando callamos las pasiones y silenciamos los deseos de los sentidos verdaderamente morimos espiritualmente y nos conocemos más a si mismos, de esta manera podemos empezar a conocer a Dios mas profundamente.
En el silencio aprendemos a no hablar tanto con las criaturas sino a hablar con Dios, el alma se aniquila en su presencia y solo desea estar en Dios, en esa quietud de pensamientos, del alma y del espíritu, Dios se manifiesta.
QUIETO ESTOY Veamos como tan solo en la quietud surgió este encuentro del profeta con Dios.
Libro primero de Reyes, capítulo diecinueve versículo once. (1 Reyes 19:11-13) Díjole Yahvé al profeta Elías: 11 “Sal afuera y ponte en el monte ante Yahvé. Y he aquí que va a pasar Yahvé.” Y delante de él pasó un viento fuerte y poderoso que rompía los montes y quebraba las peñas, pero no estaba Yahvé en el viento. Y vino tras el viento un terremoto, pero no estaba Yahvé en el terremoto.
12 Vino tras el terremoto un fuego, pero no estaba Yahvé en el fuego Tras el fuego vino un ligero y blando susurro.
13 Cuando lo oyó Elías, cubrióse el rostro con su manto, y, saliendo, se puso de pie a la entrada de la caverna y oyó una voz que le dirigía estas palabras: “¿Qué haces aquí, Elías?”
Espiritualmente Dios le dijo a Elías, sal fuera de ti mismo o sea Dios le dice “nada es tuyo”. Debes decir “NADA MÍO”, solo lo que el Señor quiera darme, ponte en el monte ante Yahvé, entra en la Presencia del Señor. Elías todavía no entraba en el silencio interior, pues estaba ante el viento, el terremoto y el fuego de nuestras vidas. Pero luego vino una brisa suave, como un blando susurro, tal como se hace cuando nos aquietamos y decimos “QUIETO ESTOY”. Así llegó el Espíritu de Dios a Elías, y así llega al alma para hablarnos.
Cuando oramos, Jesús nos llama a cerrar la puerta (Mateo 6:6) y entrar en nuestro cuarto interior, y orar a nuestro Padre en secreto, esto quiere decir en el Silencio Interior, en la quietud, lejos del mundo.
ACTÚA SEÑOR MÍO
Si yo tomo el teléfono en mis manos y empiezo a hablar sin marcar un número telefónico, estoy perdiendo el tiempo y las palabras, son palabras que se lleva el viento.
Si antes de orar yo no me recojo, si no tengo reverencia por el Señor, si no le muestro respeto, si solo vengo a ponerle quejas, ¿que puedo esperar de mi oración?
Si mi oración es una oración distraída por causa de mis problemas, ansiedades, desinterés, cansancio, falta de piedad, ¿Qué puedo esperar de mi oración?
Si mi oración se convierte en un monólogo, donde solo hablo yo, ¿Qué puedo esperar?
Jesús nos dice en Mateo capítulo seis, versículo ocho, (Mateo 6:8) Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
(Mateo 6:33) Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las cosas que necesitéis se os darán por añadidura.
Y nosotros con confianza vengamos ante Dios nuestro Rey, quien es digno de alabanza, agradecimiento, honor, poder, majestad y Gloria.
Entonces resumiendo esta enseñanza, si Yo vengo ante Dios con humildad y le digo:
”Nada mío, todo tuyo, quieto estoy, Señor mío!”
Nada mío Señor, vengo ante ti con una actitud humilde, vengo desapegado y desprendido de todo lo terrenal, aun de lo que espero en mi oración.
Todo tuyo Señor, Alabanza y Gloria para ti. Todo lo que mi cuerpo y alma necesitan está en tus manos, tú te complaces en satisfacer las necesidades de todas tus criaturas, tú conoces mi necesidad, encárgate de todo.
No soy nada Que puedo yo ser ante este mundo tan grande, ante el tiempo que ha pasado y pasará, ante ti Señor que lo has creado todo y aun no te he visto, realmente no soy nada.
Tú eres todo Bendito, alabado y adorado seas Señor, tú eres todo.
Quieto estoy Señor, nada me molesta, nada me inquieta, estoy ante ti Padre amado, crucificado con Cristo, quieto estoy aquí en la cruz, humildemente te digo: “con Cristo, por Él y en Él”, todo lo espero de ti.
Actúa Señor mío. En la pobreza de mi alma, donde nada es mío, donde todo es tuyo, en mi quietud; vengo humildemente como alguien que espera atentamente, como el barro ante el alfarero, Señor mío, aquí estoy, haz conmigo lo que quieras según tu Santa Voluntad.
No soy nada, nada mío, todo tuyo, Tú eres todo, actúa Señor