Si no hubiera existido la Virgen María, nosotros estaríamos todavía bajo la esclavitud del demonio, nuestra salvación estaría en duda y no tendríamos a Jesús como nuestro Dios, Señor y Salvador.
La Virgen María fue concebida Inmaculada, y nunca ofendió a Dios ni siquiera con un pecado venial. Esta perfección de su alma era digna para que el Espíritu de Dios increado en la persona del Hijo que es la Palabra de Dios, descendiera a su vientre para remedio de toda la humanidad.
Dios la premió por su santidad, haciéndola madre suya y madre nuestra, le concedió su propio trono haciéndola reina de todo el Cielo, la tierra y todo lo creado, visible e invisible.
Dios la vistió de Luz, Majestad y Gloria, la colmó de Poder, Sabiduría, Amor, Gracia y de todos sus Atributos Divinos. Por esto Dios la consideró toda bella, toda pura, toda santa, toda inmaculada y digna de ser Madre de Dios. Oh Misterio infinito y eterno, lo más bello que Dios nos ha podido dar.
Bendito sea Dios en sus perfecciones infinitas que nos ha dado a la Virgen María como nuestra Madre, Señora y Reina.
La Virgen María sobrepasa todas las perfecciones y virtudes de todos los ángeles y los santos. Es nuestro modelo perfecto para encontrar la Santidad, el camino seguro a Jesús.