Necesitamos del amor propio o la auto estima, que es la consideración o el aprecio que tenemos de nosotros mismos. Esto nos sirve para llevar una vida en la que opinamos bien de nosotros y así nos sentimos miembros respetables de la sociedad, donde se supone que nuestro progreso es para el bien nuestro y el de otras personas.
Así como en una colonia de abejas, cada individuo presta un trabajo importante, el ser humano debe vivir de acuerdo a las normas que exige su entorno para el bien común de todos.
Todos deseamos estar bien, tener buenas cosas, buenos trabajos, buena salud y larga vida. Pero por causa de este amor propio que parece tan necesario y bueno, empezamos a salirnos del amor que le debemos a Dios y al prójimo, puesto que ponemos nuestros intereses por encima de los demás; por consiguiente el amor propio pasa de ser algo necesario a ser nuestro enemigo en el campo espiritual.
El conocimiento de nosotros mismos consiste en saber que Dios es todo, puesto que "Él es, el que es" y que nosotros somos nada, pues cualquier cosa que somos es porque Dios lo ha dispuesto. De nosotros no sale nada bueno a no ser por Dios que nos mueve a hacerlo a través de su gracia, y así verdaderamente ocurre cuando vivimos en conformación a su Divina Voluntad.
Pues Dios nos ha creado para conocerle, amarle y servirle, no existe ninguna otra razón para nuestro existir. Siendo así, debemos conocerlo a través de nuestra búsqueda en la oración continua, la meditación, la contemplación y los sacramentos. Debemos amarle amando al prójimo como nos exige su palabra. Este amor empieza en comprender a todos aquellos que están cerca de nosotros, en aceptarles como son, en vivir en armonía con ellos y en socorrerles a través de las obras de misericordia. A Dios le servimos cuando servimos al prójimo, 1a Juan capítulo 4:20 pues nadie puede amar al Dios que no ve, sino ama al prójimo a su alrededor que como creación de Dios es un templo de su Espíritu.
El amor propio no solo se da en individuos sino también en grupos, de ahí surgen divisiones y fanatismos como en la política, la religión, los deportes, el racismo y otros más. Muchas veces lleva al orgullo que ocasiona guerras, destrucción y muerte. El amor propio se convierte en el autor de todos nuestros pecados capitales Mateo capítulo 16:24, porque el ser humano no se niega a si mismo, como nos pide la palabra de Dios sino que arremete con el orgullo en busca de satisfacción.
Miremos los Pecados en la forma que son causados por el amor propio
1 El orgullo - Cuando se hiere el amor propio, el orgullo sale en su defensa y como perro guardián justifica cualquier acción, es la imitación de Satanás que orgullosamente se sintió más grande que Dios y por eso fue expulsado del Cielo. Junto con el orgullo está el egoísmo que solo busca el bien personal y no le importa aplastar a los demás. También está la vanagloria, que aspira a la grandeza y ve a todos los demás como seres inferiores.
Aún desde la cuna empezamos a sentir poder y en nuestro orgullo empezamos a llamar la atención y a ser correspondidos, este poder va creciendo en nosotros y se convierte en deseo de ser superiores a los demás.
Las formas para vencer el orgullo las podemos encontrar a través de la humildad, la abnegación y la conformidad o aceptación de la Voluntad de Dios.
2 Miremos más pecados que causa el amor propio; La mentira, el engaño, la falsedad, la vanidad y el mundo.
Para poder satisfacer el amor propio, se vuelve necesario esconder la realidad, tener una máscara para no mostrar la verdad. La mentira es un arma para engañar a los demás y así defender la armadura de nuestra falsedad.
La mentira engendra la vanidad que nos hace adorarnos a si mismos, nos embellecemos artificialmente para ser lo que no somos, queremos vivir en castillos como reyes y reinas que se alejan más y más de Dios.
Dios es la verdad, pero la mentira busca contradecir a Dios en nosotros. La única manera de vencemos la mentira es viviendo siempre en Dios que es la verdad.
El mundo nos atrae y nos hipnotiza con sus deleites, ocupaciones y distracciones, así nos permite robarle a Dios el tiempo que debemos darle en adoración. Vivimos tan ocupados que no hay tiempo para Dios. Solo podemos vencer el mundo y sus atracciones a través del recogimiento que nos ofrece el estar en la Presencia de Dios.
3 Y también tenemos que luchar contra otros pecados como el odio, la impaciencia, la intolerancia, la ira y los juzgamientos que nacen en el amor propio.
El odio empieza con la impaciencia, la intolerancia, y luego la ira que se transforma en odio. Nos incomoda todo lo que toca nuestro amor propio, nos hace groseros, malgeniados, desafiantes y siempre queremos tener la razón. El orgullo sirve de combustible para todas las pasiones del hombre, su esclavo principal es el amor propio que a su vez nos esclaviza.
El Señor nos dice en Lucas capítulo 6:37 "no juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados". Pero parece que todos nos convertimos en jueces de los demás y siempre tenemos las razones para condenar.
Solo podemos vencer el odio y todos sus cooperadores, viviendo en Dios que es amor.
5 Otros pecados a los que nos lleva el amor propio son la lujuria, la sensualidad, la fornicación, el adulterio y el hedonismo.
Como seres humanos tenemos la sensualidad como parte integral de nuestro cuerpo, pero el amor por la sensualidad se convierte en una debilidad que nos lleva a la lujuria, la fornicación, el adulterio y el hedonismo. Son pasiones difíciles de controlar puesto que nos dan la máxima satisfacción carnal.
La palabra de Dios nos llama a vencer el mundo, el demonio y la carne, que son los tres principales enemigos del alma. Cuando la satisfacción del amor propio se sale de los mandamientos de la ley de Dios, entramos a todos los pecados capitales.
Vencemos la lujuria con la oración, el ayuno, la abstinencia y el conocimiento de que somos templos del Espíritu Santo.
Para vencer el hedonismo, esa búsqueda del placer como lo más importante en nuestra vida, debemos practicar el ayuno físico y espiritual.
6 Y es que el amor propio es como un demonio amistoso que actúa dentro de nosotros y también nos lleva a la avaricia, la codicia, la envidia, el materialismo y los celos.
El deseo de tener lo que otros tienen o de tener más, mueve el hombre a cometer injusticias y aún crímenes. Para el avaro, nada es suficiente, el hambre de la fortuna crece y crece aunque sabe que no puede llevarse nada a la tumba. El amor propio esclaviza al hombre a que tenga más de lo que tiene y así nunca puede ser feliz. Pues es muy cierto que es más rico aquel que necesita poco, y no el que tiene mucho y todavía quiere más.
Los celos mueven a las personas a sentirse dueños de sus seres queridos ya sean esposos, hijos o empleados. Igualmente sienten celos de los que otros tienen y de que puedan tener lo que ellos tienen. No pueden dormir bien porque sienten temor y deben cuidar de todos sus amores.
Solo se puede vencer este pecado capital con el desprendimiento, las limosnas, la caridad, y el desapego de los bienes terrenales.
4 Y el amor propio también nos afecta permitiendo que tengamos pereza física y espiritual. La acedia es como una apatía hacia las cosas divinas que lleva el alma al descuido de las cosas espirituales.
El amor propio nos lleva a usar el tiempo exclusivamente para nosotros, pues "Yo", soy el centro del mundo, todo gira a mi alrededor. Si no tenemos tiempo para la oración, no tenemos tiempo para Dios.
Se dice que la pereza es la madre de todos los vicios, y en la vida espiritual esto es tan cierto que si no tenemos tiempo para Dios, Dios no vale nada para nosotros. Que podemos esperar de Él.
Tenemos que entrar en acción, sacar tiempo para el autor del tiempo, así venceremos la pereza y la acedia.
La gula y la glotonería son también pecados nacen de nuestro amor propio.
Todos los vicios de la carne y la concupiscencia vienen de ese desinterés por el control propio, el individuo le da rienda suelta al placer olvidándose de sus consecuencias tanto físicas como espirituales. De aquí surge el alcoholismo, la gula, la droga adicción, y muchos otros males.
Tan solo podemos vencer el burro del cuerpo cuando lo domamos a punta de corrección, de oración, de ayuno y de desprecio.
Conclusión - Dios desea lo mejor para nosotros y esto se consigue a través de su amor no a través del amor propio. Pues el que se ama a si mismo y no odia el pecado, odia a Dios. Debemos mortificar el cuerpo y la voluntad propia, esto es lo que dice Jesús Mateo capítulo 16:24 Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme.
El amor propio es una nube que oculta el amor de Dios, que nos enceguece para que no podamos ver la luz divina. Pues cuando el amor propio oculta la luz de Dios, no podemos conocernos a nosotros mismos y así damos rienda suelta a nuestra rebelión.
El aborrecimiento del pecado y la sensualidad nos lleva a superar el amor propio totalmente. La abnegación, la tolerancia y la humildad nos permiten hacer todo por amor a Dios.
Vemos entonces que la Voluntad de Dios es que hagamos su voluntad, ya que fuera de ella salimos de su luz y entramos en nuestro mundo de oscuridad y rebelión, el pecado.
El amor propio es esa nube que cubre la luz del Amor de Dios, nos enceguece y evita que nos conozcamos verdaderamente a nosotros mismos.
El amor propio es la voluntad propia que ignora la voluntad de Dios, trabaja obstinadamente en la oscuridad y nos lleva al pecado.
Jesús nos dice de una que para muchos puede parecer exagerada, como debe ser el amor para Él.
Mateo capítulo 10:37 El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.
Y para concluir Jesús nos diría también, El que se ama a si mismo más que a mí, no es digno de mi.