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Reflexiones espirituales
José Belmore Arias

La omnipresencia de Dios - Atributo divinoLa omnipresencia de Dios - Atributo divino

La omnipresencia de Dios - Atributo divino

La omnipresencia de Dios - Atributo divino

En publicaciones anteriores hablamos de los atributos divinos y tocamos brevemente la Omnipresencia de Dios.

Este es uno de los muchos atributos divinos que merecen ser estudiados y que nos permiten conocer a Dios más de cerca. Más adelante también les contaré experiencias que he tenido en la omnipresencia de Dios.

La Omnipresencia de Dios nos enseña sobre la grandeza de su omnipotencia que le permite estar en todas partes, y en todo momento del tiempo.

Vamos a meditar este atributo divino para entrar más profundo en el conocimiento de Dios.

Salmo 139 versículos del 7 al 10 ¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?

8 Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí.

9 Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar,

10 aun allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha!

Dios está en todas partes, ese concepto en si es algo infinitamente grande para nuestras mentes, San Pablo nos dice en Actos capítulo 17 versículo 28, que en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Efesios capítulo 1 versículo 23 Dios lo llena todo.

Entremos en la omnipresencia de Dios.

Dios está conmigo en este momento, a la vez está contigo y con todos los seres humanos, oye los latidos de nuestro corazón, escucha nuestros pensamientos aun antes de que los tengamos, conoce toda nuestra vida y la ve en un instante, está en todo momento en nuestro pasado y también en nuestro futuro. Nos conocía por toda la eternidad y sabe cual es nuestro futuro. Conoce todas las generaciones de la tierra una por una, las mira en su eterno presente y responde con su divina providencia no solo en este momento sino también en el pasado y en el futuro. Dios lo ve todo, todo lo escucha, todo lo puede y no existe nada imposible para Él.

Su presencia está tan cerca como mencionar su santo nombre. Dios es el mismo ayer hoy y siempre, lo cual nos lleva también a meditar su inmutabilidad. Dios nunca cambia, puesto que sus perfecciones sobrepasan los límites de nuestro entendimiento y todo lo que hace, todo lo que piensa, todo lo que desea es perfecto.

Este Dios tan perfecto es Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo, nuestro Padre Celestial que ansía tener una morada en nuestro corazón.

Isaías 57 versículo 15 porque así dice el Altísimo, cuya morada es eterna y cuyo nombre es santo: Yo habito en un lugar elevado y santo, pero también en un corazón contrito y humillado.

Dios ha hecho su creación y mora en ella, pero su deleite es reinar y establecer su trono en un corazón que acepta la divina voluntad.

La omnipresencia de Dios le permite estar en la persona del Hijo y en el Espíritu Santo a la vez, Juan 14 versículos del 9 al 10 por eso el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre, y el que ve al Hijo ve al Padre.

Apocalipsis 3 versículo 20. A través de su hijo Jesús, Dios el Padre toca á la puerta del corazón de cada ser humano para entrar y hacer su morada con su Espíritu Santo. Realmente Dios es todo amor paciente que espera el momento del arrepentimiento del hombre para llenarlo de la divinidad.

Este Dios omnipresente es bloqueado por el hombre con su indiferencia y con el pecado, pero no por eso deja Dios de darle la vida y esperarle fielmente hasta que el hombre reconozca que Dios es amor.

Un ejemplo de la omnipresencia de Dios lo encontramos en la crucifixión de Jesús.

La escritura nos dice en Zacarías 12 versículo 10 que todos veremos al que traspasaron. Desde la cruz Jesús ve a toda la humanidad y siente el pecado de cada uno de nosotros en su cuerpo crucificado. Jesús habla con el Padre y le dice Padre perdónales porque no saben lo que hacen. En ese momento desde su trono de la Gracia, Jesús mira todas las generaciones pasadas, presentes y futuras. Allí estoy yo y estás tú, Jesús nos perdona y nos justifica con su pasión agonía y muerte ante el Padre y nos salva a través de su Misericordia divina.

Igualmente de una manera incompresible para nosotros, aunque no lo entendamos, cuando pecamos crucificamos a Cristo. También cuando nos olvidamos de Él, lo tenemos como en una prisión, sufriendo todos los momentos de su pasión, agonía y muerte. Puesto que Dios es infinitamente grande y lo envuelve todo con su amor, de la misma manera es infinitamente ofendido y por eso está crucificado en todos los corazones de aquellos que están en pecado.

Dios es omnipresente y omnipotente, en el trono de la cruz. Y aunque Jesús murió allí, en el trono de la Gracia y la Misericordia, Jesús está vivo, su omnipresencia trasciende tiempo, lugar y materia para estar en cualquier momento, lugar y persona perdonando nuestros pecados. Su presencia ha quedado en la tierra después de la muerte, por eso su nombre es Emmanuel, Dios con nosotros, y permanece en los Sacramentos de la Iglesia, en el Sacerdocio que ofrece y renueva de una manera no sangrienta el sacrificio de la cruz. Por esta razón Jesús está realmente presente en la Santa Misa, en los sacramentos, en la Sagrada Eucaristía, en cada hostia consagrada. Cuando adoramos su Presencia Eucarística, es necesario que le reconozcamos en todas las hostias consagradas presentes, pasadas y futuras, igualmente en todos los sacramentos y de una manera muy especial en cada misa que se está celebrando, que se ha celebrado y que se celebrará en tiempo y en eternidad.
Si miramos a Dios con sus ojos aunque sea por un instante entenderemos la grandeza de su omnipresencia y podremos adorarle verdaderamente en espíritu y en verdad.

Una manera de adorar a Dios en su omnipresencia es entrar en su pasión, agonía y muerte. De una forma espiritual acompañar a la Santísima Virgen María que estaba espiritualmente crucificada al alma de Jesús, y si nosotros también nos crucificamos espiritualmente en Jesús podremos ver como el pecado le tiene prisionero y crucificado en muchos corazones. En nuestra adoración y reparación podemos traerle alivio a Jesús y a la vez implorar el arrepentimiento y la conversión de los pecadores, luego haciendo nuestras las palabras de Jesús, en su omnipresencia le pedimos a Dios por nuestros hermanos, “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.”

A Jesús también lo encontramos en los sufrimientos de los seres humanos porque Jesús es la vida, y la vida sufre en la participación de los sufrimientos de Jesús. De ahí la importancia de la caridad para darle alivio a los demás, el amor al prójimo tan recomendado por el mismo Jesús cuando dice en Mateo 22 versículos del 36 al 39.

36 Cuando le preguntaron ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?

37 El respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

38 Este es el más grande y el primer mandamiento.

39 El segundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo.

Dios es amor, y cuando amamos al prójimo participamos en el flujo del amor divino a través de nosotros, pero de una manera más elevada si entramos en adoración a Dios penetramos en la Gloria de su omnipresencia, lo cual trae grandes regalos al alma.

El alma siendo un espíritu incorpóreo participa en un pequeño grado la omnipresencia de Dios. Es por esto que el alma puede trasladarse en un instante desde un lugar a cualquier extremo del universo, aunque no lo puede hacer de una manera perfecta. Siendo imagen de Dios el alma es invitada a perfeccionarse para disfrutar de la omnipresencia divina en la eternidad.

Recemos el Padre Nuestro entrando en la omnipresencia de Dios, miremos no con la mente sino con el alma lo que ocurre. Le invocamos y ya estamos con él en el Cielo, santificamos su nombre al unirnos a la adoración y santificación que recibe en su gloria de todas sus criaturas, le pedimos desde la tierra que nos envíe su reino al corazón, le confirmamos que deseamos que su voluntad se extienda desde el cielo hasta la tierra. Le pedimos con la seguridad de que nos escucha, entramos en negociación con su grandeza ofreciendo perdonar a nuestros enemigos para obtener nuestro perdón, este es un acto omnipresente porque el alma perdona sin necesidad de estar presente ante alguien.

Luego le pedimos que desde lo alto nos evite la tentación y nos libre del maligno.

Que tan grande es Dios.

Con relación a la Omnipresencia de Dios, el Señor me habló sobre la importancia de meditar este atributo divino porque a través del conocimiento que recibimos por su Gracia, podemos alcanzar un alto grado de santidad.

En cierta ocasión Jesús me dijo, Estira tus manos hacia los lados, ¿hasta donde puedes alcanzar con ellas? Con tu mano derecha talvez un metro, y con tu mano izquierda talvez otro metro. Esto no es nada. En cambio si entras en mi Espíritu y estiras tus manos en mis manos, podrás alcanzar toda la tierra y la podrás envolver con tu oración. Esto es la omnipresencia del Espíritu en la cual podemos entrar con la fe.

En otra ocasión me encontraba en profunda adoración una noche y le pedía al Señor perdón por mis pecados. El Señor me permitió ver mi alma como salía de mi cuerpo, como si fuera otro cuerpo igual al físico, caminó por unos dos metros, allí estaba el Señor sentado en una silla, mi alma se arrodilló, y con las manos sobre la frente se inclinó sobre sus rodillas.

Es de notar que en momentos de oración también el Señor me ha transportado por un instante a lugares donde encuentro personas enfermas por quienes hago oración. Y de la misma manera me ocurren visiones de muchas personas, por quienes luego hago oración, aunque todo esto ocurre en un instante.

Yo medito mucho sobre las Santas Llagas de Jesús, una noche el Señor me dio una visión en la cual yo estaba dentro de la llaga de su espalda, desde allí vi toda su carne y su sangre, esto me hizo estremecer. En otra ocasión tuve una visión en la cual vi en mis pies los pies del Señor y parte de su túnica. Como estas visiones me toman por sorpresa, yo siento como un golpe en el corazón que estremece todo mi ser. - - Te alabo y te doy gracias Dios Padre Santo por revelar los secretos de tu corazón y las maravillas de tu reino a los pequeñitos y a los humildes, mientras que escondes esto de los orgullosos y aprendidos, si Padre, esto es lo que te complace hacer. (Mateo capítulo 11 versículos 25-26)

Estas experiencias son pequeños anticipos de los regalos celestiales, que Dios en su grandeza a todos nos puede participar.

Dios nos entrega todo su amor y espera ansiosamente nuestra reacción en el amor, por eso mientras más amamos, más profunda es nuestra relación con Dios, y su manifestación se hace cada vez más íntima con el alma.

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Dios te bendiga.

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