Nacimiento de la Santísima Virgen María - Revelación a Sor María de Agreda
Nacimiento de la Santísima Virgen María - Revelación a Sor María de Agreda
Nuestra Iglesia Católica celebra el nacimiento o la Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María el día 8 de Septiembre de cada año. Según la tradición, María siendo descendiente de David nació en Belén, sus padres fueron San Joaquín y Santa Ana.
Fue para la humanidad el día más hermoso y esperado, pues era necesario que naciera una mujer digna de ser la madre del Redentor del mundo.
Sin María no tenemos salvador. Sin María no podemos ser hijos de Dios porque así como en el orden de la naturaleza todo hijo tiene un padre y una madre, en el orden divino los hijos de Dios tienen a María como madre.
En la creación humana Dios hizo el hombre y la mujer, en la nueva creación de la gracia, Dios hizo a María madre de Jesús la palabra de Dios encarnada. Jesús engendró toda la humanidad en su alma y nos representa ante el padre como el único mediador. La nueva creación de la Gracia está en Jesús el Nuevo Adán y en María la Nueva Eva. Juan 19:26 Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Jesús vio en Juan a toda la humanidad, así como el Padre Celestial mira toda la humanidad en Jesús. Dios vio la humildad de María y por ella fue justificada y elevada a la Gloria y Majestad del Trono de Dios.
A continuación les relato sobre el nacimiento de la Santísima Virgen María como le fue revelado a la venerable Sor María de Agreda en su libro la Mística Ciudad de Dios. Enlace provisto en la descripción de este video.
326 Llegó el día alegre para el mundo del parto felicísimo de Santa Ana y nacimiento de la que venía a él santificada y consagrada para Madre del mismo Dios. Sucedió este parto a los ocho días de septiembre, cumplidos nueve meses enteros después de la concepción del alma santísima de nuestra Reina y Señora. Fue prevenida su madre Ana con ilustración interior, en que el Señor le dio aviso cómo llegaba la hora de su parto. Y llena de gozo del Divino Espíritu atendió a su voz; y postrada en oración pidió al Señor la asistiese su gracia y protección para el buen suceso de su parto. Sintió luego un movimiento en el vientre, que es el natural de las criaturas para salir a luz; y la más que dichosa niña María al mismo tiempo fue arrebatada por Providencia y virtud Divina en un éxtasis altísimo, en el cual absorta y abstraída de todas las operaciones sensitivas nació al mundo sin percibirlo por el sentido; como pudiera conocerlo por ellos, si junto con el uso de razón que tenía, los dejara obrar naturalmente en aquella hora; pero el poder del Muy Alto lo dispuso en esta forma, para que la Princesa del cielo no sintiese lo natural de aquel suceso del parto.
327. Nació pura, limpia, hermosa y llena toda de gracias, publicando en ellas que venía libre de la ley y tributo del pecado; y aunque nació como los demás hijos de Adán en la sustancia, pero con tales condiciones y accidentes de gracias, que hicieron este nacimiento milagroso y admirable para toda la naturaleza y alabanza eterna del Autor. Salió, pues, este divino lucero al mundo a las doce horas de la noche, comenzando a dividir la de la antigua ley y primeras tinieblas del día nuevo de la gracia, que ya quería amanecer. La envolvieron en paños y fue puesta y aliñada como los demás niños la que tenía su mente en la Divinidad, y tratada como párvula la que en sabiduría excedía a los mortales y a los mismos Ángeles. No consintió su madre que por otras manos fuese tratada entonces, antes ella por las suyas la envolvió en las mantillas, sin embarazarle el sobreparto; porque fue libre de las pensiones onerosas que tienen de ordinario las otras madres de sus partos.
328. Recibió Santa Ana en sus manos a la que, siendo hija suya, era juntamente el tesoro mayor del cielo y tierra en pura criatura, sólo a Dios inferior y superior a todo lo criado; y con fervor y lágrimas la ofreció a Su Majestad, diciendo en su interior:
Señor de infinita sabiduría y poder, Criador de todo cuanto tiene ser; el fruto de mi vientre, que de vuestra bondad he recibido, os ofrezco con eterno agradecimiento de que me le habéis dado, sin poderlo yo merecer. De hija y madre haced a vuestra voluntad santísima, y mirad nuestra pequeñez desde lo alto de vuestra silla y grandeza. Eternamente seáis bendito, porque habéis enriquecido al mundo con criatura tan agradable a vuestro beneplácito y porque en ella habéis preparado la morada y tabernáculo para que viva el Verbo Eterno. (Sabiduría, capítulo 9 versículo 8)
A mis santos padres y profetas doy la enhorabuena, y en ellos a todo el linaje humano, por la segura prenda que les dais de su redención. Pero ¿cómo trataré yo a la que me dais por hija, no mereciendo ser su sierva? ¿Cómo tocaré la verdadera arca del testamento? Dadme, Señor y Rey mío, la luz que necesito para saber vuestra voluntad, y ejecutarla en agrado vuestro y servicio de mi hija.
329. Respondió el Señor a la Santa Matrona en su interior, que tratase a la divina niña como madre a su hija en lo exterior, sin mostrarle reverencia, pero que se la tuviese en lo interior; y que en su crianza cumpliese con las leyes de verdadera madre, cuidando de su hija con solicitud y amor. Todo lo cumplió así la feliz madre; y usando de este derecho y licencia, sin perder la reverencia debida, se regalaba con su Hija Santísima, tratándola y acariciándola como lo hacen las otras madres con las suyas, pero con el aprecio y atención digna de tan oculto y divino sacramento como entre hija y madre se encerraba. Los Ángeles de Guarda de la dulce niña con otra gran multitud la adoraron y reverenciaron en los brazos de su madre y la hicieron música celestial, oyendo algo de ella la dichosa Ana; y los mil Ángeles señalados para la custodia de la gran Reina se le ofrecieron y se dedicaron para su ministerio; y fue esta la primera vez que la divina Señora los vio en forma corpórea con las divisas y hábito que diré en otro capítulo; y la niña les pidió que alabasen al Altísimo con ella y en su nombre.
330. Al punto que nació nuestra Princesa María, envió el Altísimo al santo Arcángel Gabriel para que evangelizase a los Santos Padres del limbo esta nueva tan alegre para ellos; y el embajador celestial bajó luego, ilustrando aquella profunda caverna y alegrando a los justos que en ella estaban detenidos. Les anunció cómo ya comenzaba a amanecer el día de la felicidad eterna y reparación del linaje humano, tan deseado y esperado de los Santos y prenunciado de los Profetas, porque ya era nacida la que sería Madre del Mesías prometido; y que verían luego la salud y la gloria del Altísimo. Y les dio noticia el Santo Príncipe de las excelencias de María Santísima y de lo que la mano del Omnipotente había comenzado a obrar en ella, para que conocieran mejor el dichoso principio del misterio que daría fin a su prolongada prisión; con que se alegraron en espíritu todos aquellos Padres y Profetas, y los demás justos que estaban en el limbo, y con nuevos cánticos alabaron al Señor por este beneficio.
331. Habiendo sucedido en breve tiempo todo lo que he dicho en que nuestra Reina vio la luz del sol material, conoció con los sentidos a sus padres naturales y otras criaturas, que fue el primer paso de su vida en el mundo en naciendo. El brazo poderoso del Altísimo comenzó a obrar en ella nuevas maravillas sobre todo el pensamiento de los hombres; y la primera y estupenda fue enviar innumerables Ángeles para que a la electa para Madre del Verbo eterno la llevasen al cielo empíreo en alma y cuerpo para lo que el Señor disponía. Cumplieron este mandato los Santos Príncipes y, recibiendo a la niña María de los brazos de su madre Santa Ana, ordenaron una nueva y solemne procesión, llevando con cánticos de incomparable júbilo a la verdadera arca del Nuevo Testamento, para que por algún espacio estuviese, no en casa de Obededon, mas en templo del sumo Rey de los reyes y Señor de los señores, donde después había de ser colocada eternamente. Y este fue el segundo paso que dio María Santísima en su vida, desde el mundo al supremo cielo.
332. ¿Quién podrá dignamente engrandecer este maravilloso prodigio de la diestra del Omnipotente? ¿Quién dirá el gozo y admiración de los espíritus celestiales, cuando miraban aquella tan nueva maravilla entre las obras del Altísimo y con nuevos cánticos la celebraban? Allí reconocieron y reverenciaron a su Reina y Señora escogida para Madre del que había de ser su Cabeza, y que era la causa de la gracia y de la gloria que poseían, pues Él se la había granjeado con sus méritos previstos en la Divina aceptación. Pero ¿qué lengua o qué pensamiento de los mortales puede entrar en el secreto del corazón de aquella niña tan tierna en el suceso y efectos de tan peregrino favor? Lo dejo a la piedad católica, y mucho más a los que en el Señor lo conocerán, y nosotros cuando por su misericordia infinita llegaremos a gozarle cara a cara.
Si te gustó este video, por favor danos un me gusta, suscríbete a nuestro canal “El Trabajo de Dios”, comparte en las redes sociales y no te olvides dejar tus valiosos comentarios. ¿Como te pareció esta reflexión? Dios te bendiga.
Nacimiento de la Santísima Virgen María - Revelación a Sor María de Agreda