Podemos sentir mucha verguenza de nosotros mismos cuando hemos hecho algo terrible, o cuando alguien nos ha hecho algo terrible, desarrollamos un sentimiento de vergüenza de nosotros mismos y de odio o resentimiento contra otras personas.
Entonces, ya sea la vergüenza, el odio o la culpa seguirán cazándonos como un fantasma. Es un mal sentimiento que siempre está presente con nosotros, sin importar cómo tratemos de ignorarlo. A veces las personas se avergüenzan de cosas de las que no deberían avergonzarse, por ejemplo, cuando lastimamos o si mataramos a alguien accidentalmente, así que debemos aceptar la realidad, tenemos que perdonarnos a nosotros mismos y seguir viviendo.
Para curarnos de nuestra vergüenza debemos perdonar a esa persona o ignorar esa situación que ha causado nuestra vergüenza. También tenemos que perdonarnos a nosotros mismos. Tenemos una vida para vivir, la vergüenza no nos deja vivir, será una acusación constante.
Lo primero a tener en cuenta es que no podemos retroceder al pasado para reparar los errores que afectan nuestro presente, no podemos dejar que esos sentimientos nos hieran más, de lo contrario nuestras heridas crecerán y empeorarán.
La clave de nuestra sanación es la aceptación de lo que causó nuestra vergüenza, combinado con el perdón. Cuando podemos decir, "esto está bien", ya no quiero pensar en esto, es cosa del pasado, es solo una herida que ya está sanada y me causa estar más fuerte ahora, esto nunca volverá a suceder, no dejaré que esto suceda nuevamente, etc., estas afirmaciones de aceptación darán una sensación de paz y causarán una sanación permanente.
Si estamos avergonzados porque cometimos un pecado, entonces Dios es la respuesta. Debemos confesar nuestro pecado a un sacerdote, con remordimiento por haber ofendido a Dios, para ser sanados por Dios.
El fruto de nuestra reconciliación con Dios es la paz y la sanación espiritual interior.
El Señor dice:
Aunque tu vergüenza te acusa ...
Isa 1:18 Venid, pues, y disputemos - dice Yahvé -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán.
Isa 54:4 No temas, que no te avergonzarás, ni te sonrojes, que no quedarás confundida, pues la vergüenza de tu mocedad olvidarás.
Yo no miro las apariencias humanas, miro directamente al corazón. Es más, miro dentro del alma y veo mi luz reflejada como en un espejo cuando no hay culpa cubriendo el alma con una nube de pecado. Yo soy el cordero de Dios que quita los pecados del mundo. No importa cuán grandes u ofensivos sean tus pecados para mí, Yo estoy dispuesto a perdonarte cuando vengas a mí con humildad y contrición. Yo elimino tu vergüenza y dejo tu alma limpia como si nada hubiera pasado. Cuando Yo te perdono, me olvido de tus pecados. Y cuando Yo te perdono, tu también debes perdonarte a ti mismo y a los demás, no llames tus pecados pasados desconfiando de mi misericordia. Siempre puedes recordar que me ofendiste, para que te mantengas humilde ante mí, pero recuerda, Yo te he perdonado.
Deja que mi paz reine en tu corazón, no dejes que el maligno te acuse más, yo te sanaré.
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