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Sol de la Eucaristía
Sol de la Eucaristía
En cierta ocasión durante mi proceso de reconversión a la fe, alrededor de 1992, tuve una visión muy hermosa sobre la Eucaristía que les quiero compartir.
En ese entonces yo anhelaba estar en la Presencia de Dios, como un enamorado que no puede dormir pensando en su amada. Yo sentía hambre de Dios, sed de Dios, yo anhelaba recibir ese pan de la vida como si fuera siempre la primera vez que le recibía y cuando lo recibía sentía tanta satisfacción como si ya quedara lleno a plenitud, y me sentía tranquilo en una paz que me alistaba para salir de esta vida y estar ya en unión con Dios eternamente, de manera que vivía en ese ciclo de deseos de Dios en el pan Eucarístico de Cristo Jesús.
De repente mientras meditaba ese amor que ardía en mi corazón, tuve una visión en el Espíritu y sentí una hostia que entró en mi boca, pero era más bien como un sol brillante que empezó a rodar desde la punta de la lengua por dentro de mi boca hacia el paladar, yo la veía como en rayos x pero de unos colores tan hermosos que no puedo describir con los colores de la tierra, era un sol dorado vivo, que se movía por encima de la lengua en camino hacia mi interior.
Yo veía como a través de una pantalla, que me mostraba por el lado izquierdo de mi rostro el interior iluminado de mi boca. El sol emitía rayos dorados de ese sol que giraba y llenaba todo mi ser.
Al mismo tiempo sentía con un gusto aumentado, un sabor delicioso que llenaba mi boca y me causaba mucho deleite. El sol Eucarístico siguió su camino hasta mi paladar.
En el momento en que tragué hubo una explosión de luz, como si fuera la explosión más grande de todos los planetas del mundo, que lo llenaba todo.
Sentí en todo mi cuerpo una sensación de placer como nunca había sentido jamás, sentía que cada célula de mi cuerpo era como un centro del placer más grande que nos podamos imaginar, era algo era continuo y sin fin. Esta sensación me produjo cierto tipo de éxtasis y me sentí como abrazado en los brazos del creador por un tiempo que no se medir. Dios estaba en mí y yo estaba en Él. El sol Eucarístico que recibí fue recibido por mi alma en esa explosión de luz y por varios días sentí una sensación como de borrachera, como si estuviera embriagado con el vino del Espíritu.
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