Estudio del Evangelio -
Inspiración del Espíritu Santo
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Cristo ReyJuan 18:33-3733 Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? 34 Respondió Jesús: ¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí? 35 Pilato respondió: ¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? 36 Respondió Jesús: Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí. 37 Entonces Pilato le dijo: ¿Luego tú eres Rey? Respondió Jesús: Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para est he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. |
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Inspiración del Espíritu Santo - Desde el Sagrado Corazón de Jesús. El temor de Dios es el comienzo de la Sabiduría. ¿Pero cuanta gente siente ahora temor de Dios? ¿Y cuantos sintieron respeto y temor de Dios cuando Yo, la Palabra de Dios encarnada vine al mundo a ofrecer la salvación? No muchos, les digo. El orgullo estaba en el Cielo cuando Lucifer desafió la Divina Voluntad, y por su insulto mereció condenación junto con todos sus seguidores. El orgullo entró en la raza humana en el Paraíso cuando Adán y Eva no pusieron cuidado al mandamiento de Dios y se sometieron a las tentaciones del malvado. El orgullo ha plagado la raza humana a través de los siglos y ha desafiado los mensajeros de Dios. El orgullo fue responsable por la muerte de todos los profetas y finalmente motivó a mis enemigos para que me mataran. El orgullo continúa desafiando a Dios hasta el final de los tiempos. Yo vine al mundo para ofrecer mi Reino a todo aquel que acepte humildemente mi invitación a arrepentirse y a seguirme. Yo soy el Rey de Reyes, el Todopoderoso, el todo amante, el todo misericordioso. Yo no vine a forzar mi Reino sobre nadie, no vine a criticar ni a condenar, vine a perdonar los pecados de todo el mundo al precio de mi propia muerte. Observen a su Rey, por tres horas estuve colgado debajo de ese aviso que decía que Yo era el Rey de los Judíos. Pero aquellos que me condenaron representan a toda la raza humana, Yo soy el Rey de todos. Todos ustedes me han condenado, su Rey, a la muerte por sus propios pecados. Y sin embargo, mientras Yo era torturado nunca les hice responsables por mi dolorosa agonía y muerte. Yo sufrí todos mis dolores, mis heridas, y la perdida de mi sangre mientras me ofrecía al Padre por su salvación. Yo todavía estoy esperándoles en la cruz. Es allí donde les muestro mi misericordia; es allí donde mi sufrimientos les acusan de mi muerte pero mi misericordia está lista para aceptar sus culpas y concederles la vida eterna. Vengan a mí, su Señor y Rey crucificado, sientan temor de Dios y sepan que Yo tengo el poder de perdonarles y de abrir la puerta al Paraíso.
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Por José de Jesús y María
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El
trabajo de Dios
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