|
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
|
Autor:
José de Jesús y María
|
Cuarta palabra en la cruz
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Querido Señor Jesús, todos tus amigos y los apóstoles te abandonaron, tenían miedo, excepto Juan tu fiel discípulo, tu santa madre, y algunas mujeres que te acompañaron en tu dolorosa pasión y permanecieron al pie de la cruz hasta que respiraste tu último aliento.
A pesar de esta santa compañía a tu alrededor, con voz agonizante, le dijiste al Padre; Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Padre, Yo he hecho tu Santa Voluntad, he dado todo lo que mi humanidad unida a mi Divinidad pudo darle a mis hijos. Me gustaría salvarlos a todos, pero veo tanto rechazo y malicia. Padre, no me abandones; necesito al menos tu consuelo, para compensar la indiferencia de la raza humana. Yo Los amo tanto que estoy dispuesto a perdonarlos a todos, mis brazos abiertos están aquí para darles la bienvenida, mis santas llagas están abiertas para absorber su pecaminosidad, y cuando los perdono, quiero lavarlos con mi Preciosa Sangre y dar vida de nuevo a sus almas. Y, sin embargo, Yo siento que dan la espalda a mi sufrimiento, ignoran mi sacrificio por ellos, están siendo arrancados de mi alma cuando eligen despreciarme y entregarse a su nuevo padre, el demonio.
Almas, almas, ¿por qué me han abandonado? ¿Qué he hecho para merecer tal desdén? Yo les di la vida, respiré mi aliento en las almas para que pudieran vivir para siempre, pero ahora ustedes están inhalando el veneno del mundo. Seguramente morirán en sus pecados y serán condenadas a menos que vengan a Mi misericordia. Quiero perdonarles, vengan a mí y aprovechen de mis sufrimientos, porque por mis santas llagas todos son sanados.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
No estoy solo, en mi alma viven todas las almas vivientes, las abarco a todas, las he comprado todas al precio de mi muerte, pero esta muerte que estoy experimentando en mi alma es la muerte eterna de esas almas condenadas que están lanzándose al infierno a través de su propia decisión. Ellas rechazan la Luz que Yo soy, pero aceptan la oscuridad y la muerte como su suerte.
Mi querida alma, no me abandones. Ven a esta fuente de perdón, aquí en la cruz, el Trono de la Misericordia; mi cuerpo crucificado es tu única salvación. Yo soy el Cordero de Dios, siendo sacrificado por los pecados de todo el mundo. Sin embargo, veo que muchas almas siguen dudando después de más de dos mil años, ¿Acaso no sabes que Yo soy eterno? Yo soy el mismo Dios Eterno en la Gloria de mi Padre antes de la creación, al igual que estoy aquí en la cruz, haciendo expiación por tus pecados. Yo soy el mismo Dios Eterno, siendo levantado aquí, como cuando soy levantado en el altar por cualquiera de mis sacerdotes consagrados, o cuando estoy expuesto en el Santísimo Sacramento. Yo soy el verdadero Dios que tú encuentras en todos los Siete Sacramentos de la Iglesia Católica. Yo soy el Dios Eterno, el que abre la puerta de la eternidad para todos; Yo soy el Camino, el único Camino al Padre Eterno.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me han abandonado?, ¿por qué han abandonado al que nunca los abandona?
Mi querida alma, estas palabras son para ti. No te alejes de mí. No me abandones, no me dejes colgando en la cruz sufriendo por tus pecados. Arrepiéntete y quita estos clavos de mis manos y pies, sana mis llagas, acéptame como tu Señor y Salvador, come de mi carne y bebe de mi sangre en la Sagrada Eucaristía. Yo soy el Señor tu Dios, el pan de los ángeles, el alimento de tu alma, el pan de la vida.
Regresar a las últimas siete palabras de Jesús en la cruz |
|
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Apostolado del Trabajo de Dios - tdo©#98
|
|