Juicio particular, Juicio Final, Justicia Divina

Juicio particular, Juicio Final, Justicia Divina

Realidad del Cielo, Purgatorio, e Infierno > El Juicio

 Juicio particular y final

Hebreos 9:27 Estamos destinados a morir una vez y después viene el Juicio.

Juicio particular

Juicio final

Existencia del más allá

Juicio particular

Después del momento de la muerte aparente, período que puede durar algunas horas, el alma todavía está conectada al cuerpo y existe una buena oportunidad para que se arrepienta antes de la muerte real o sea cuando el alma se separa definitivamente del cuerpo y así pueda salvarse. La persona puede recibir el sacramento de la confesión antes de la muerte, la extrema unción antes o después de morir con el mismo efecto si el alma se encuentra todavía en el cuerpo.

Una vez ocurre la muerte real, ya no existe regreso para el alma, esta se separa del cuerpo, el  cuerpo yace inerte sin vida, pero el alma siendo la vida del cuerpo es atraída hacia su origen. El alma pura brilla llena de luz, la luz de Cristo, purificada con su sangre. El alma del pecador se ve en la luz de Cristo y se da cuenta que no brilla en toda su pureza, en efecto Dios le permite ver todo su pecado desde el comienzo de su vida hasta el final. Aparece como una pantalla en la que se proyecta toda la vida en un instante, pues el alma siendo parte de Dios, tiene participación en su omnipresencia y sabiduría en el grado suficiente para reconocer su estado ante Dios.

Dios es infinitamente grande en su misericordia y desea la salvación de todas las almas que reconocen su pecado, por esto si el alma reconoce sus ofensas y siente remordimiento de haber ofendido a Dios y pide misericordia, recibe la salvación, sujeta a la expiación de sus pecados en el purgatorio. El alma ve por un instante la luz de Dios la cual le hace desear ardientemente estar en la luz divina, para contemplar el rostro de Dios en la visión beatífica y así como Pedro se arrojó a los pies del Señor y le dijo apártate de mi Señor que soy pecador, así también el alma con ese alto conocimiento de si misma se arroja al fuego purificador del purgatorio para purificarse de todas las manchas de pecado que la han manchado. No es Dios quien arroja el alma al Purgatorio, es el alma misma que se siente indigna de estar en la Presencia de Dios y es acompañada por el ángel de Dios (San Miguel Arcángel) al lugar de expiación.

Si la persona muere en pecado mortal, el alma se encuentra en un estado de separación de Dios y como no se arrepintió en vida, es muy difícil que por cuenta propia lo haga en el momento de entrar en el conocimiento de Dios. Cuando ve la luz de Dios la rechaza y no quiere verla, pues el pecado nos hace huir de la luz. Sin embargo la misericordia de Dios es infinita y en muchos casos debido a las oraciones de los santos, el alma puede recibir suficiente gracia para arrepentirse y salvarse, pero en la mayoría de los casos el pecador rechaza a Dios y se arroja a la oscuridad por su propia cuenta, donde encuentra al amigo que ha tenido de por vida, el demonio que lo lleva al fuego eterno.

El Juicio particular revelado a Sor María Natalia Magdolan
Libro La Victoriosa Reina del mundo
En varias ocasiones Jesús me llevó al lugar del juicio individual. La última vez que fui, oré por un alma pecadora. Mi confesor me dijo que le preguntara a Jesús si esa alma se había salvado. Entonces Jesús me permitió ver cómo esta alma había sido juzgada.
Yo pensaba que iba a ver algo aparatoso, mientras no vi nada de eso. Puedo describir esta experiencia sólo en imágenes. Vi a esta alma mientras se acercaba al lugar del juicio. A un lado estaba el Ángel de su Guarda y al otro Satanás. Jesús, en su divina majestad los estaba esperando porque Él es el Juez. El juicio fue rápido y en silencio. El alma pudo ver en un instante toda su vida, no con sus propios ojos, sino con los ojos de Jesús. Vio las manchas negras, grandes y pequeñas. Si el alma va a la eterna condenación, no siente ningún remordimiento por lo que ha hecho. Jesús permanece callado y el alma se aparta de Él y entonces Satanás la arrebata y la arrastra al infierno.
Sin embargo, durante la mayor parte del tiempo, Jesús, con un amor indescriptible, extiende su mano y muestra el lugar al cual el alma debe ir. Jesús le dice: “¡Entra!”, y entonces el alma se pone un velo, similar al que he visto en el purgatorio, blanco o negro, y ella se dirige al purgatorio. La acompañan Nuestra Señora y su Ángel de la Guarda tratando de consolarla. Estas almas son muy felices porque ya vieron su lugar en el Cielo donde les espera la felicidad eterna.
Nuestra Señora no está presente en todas las fases del juicio, pero antes de que se pronuncie la sentencia, Ella le suplica a su Hijo, como abogada defensora, exactamente como hace el abogado con su cliente, defendiendo en modo particular a las almas que durante su vida le fueron devotas. Pero cuando el juicio empieza, Ella desaparece, sólo su gracia está irradiando sobre el alma. A la hora del juicio, el alma está completamente sola frente a Jesús. Después del juicio, cuando el alma está cubierta con el velo del color apropiado, entonces la Virgen aparece otra vez, se pone al lado del alma y la acompaña por el camino del purgatorio.
La Virgen casi se pasa su tiempo en el purgatorio, irradiando sus gracias consoladoras y salvadoras.
El purgatorio es un lugar de purificación, pero también un lugar de felicidad. Las almas que esperan allí están aguardando felices el momento de entrar a la felicidad eterna. El énfasis es en la felicidad y no en el sufrimiento. Olvidaba decir que el pecador que mencioné al principio, sí se salvó.
Le pregunté un día a Jesús:
–¿De qué depende nuestra salvación?
Y Él me contestó:
–La salvación no depende de hoy, de mañana o de ayer, sino del último momento. Por eso ustedes deben arrepentirse constantemente. Ustedes se salvan porque Yo los he salvado y no por sus méritos. Solamente el grado de la gloria que ustedes reciban en la eternidad depende de sus méritos. Por lo tanto, ustedes tienen que practicar constantemente dos cosas: el arrepentimiento de sus pecados y decir con frecuencia: “Oh Jesús mío, en tus manos encomiendo mi alma”.
Uno no debe tener miedo al juicio. Jesús, como humilde cordero, rodea las almas con un amor indescriptible. El alma que ansía estar limpia llega al juicio para poder encontrarse con el Amor mismo de Quién ella estará enamorada eternamente. En cambio, el alma orgullosa, detesta este Amor, ella misma se distancia de Él y esto en sí mismo es el infierno.
Una vez, apoyada en el hombro de Jesús, yo lloré preguntándole:
–¿Por qué creaste el infierno?
Para contestarme, Jesús me llevó al juicio de un alma muy pecadora, a quien le perdonó sus pecados. Satanás estaba furioso:
–¡Tú no eres justo! –gritaba–. ¡Esta alma fue mía toda su vida! Este cometió muchos pecados, mientras que yo cometí sólo uno y Tú creaste el infierno para mí.
–¡Lucifer! –Le contestó Jesús con amor infinito–. ¿Tú, alguna vez, me pediste perdón?
Entonces Lucifer, fuera de sí, gritó:
–¡Eso nunca! ¡Eso nunca lo haré!
Entonces Jesús se volvió hacia mí, diciéndome:
–Ya lo ves, si él me pidiera perdón tan sólo una vez, el infierno dejaría de existir.
Es por esto que Jesús nos pide que vivamos en continua conversión. Debemos meditar todo lo que Él sufrió por nuestros pecados para que podamos alcanzar la salvación. Hemos de amarle por su amor profundo. “Cada alma es un mundo único”, me dijo. “Una no puede reemplazar a otra”. Jesús ama a cada alma con un amor especial, y ese amor no es el mismo amor que tiene para las otras.
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Juicio final
Al final de los tiempos ocurrirá la resurrección de la carne como ha sido predicha por Jesús en el evangelio en la cual todos los vivos y los muertos comparecerán ante su Juicio.
Las almas salvadas que no ascienden al cielo durante su estadía en Purgatorio, permanecen allí hasta el momento del Juicio final o segundo Juicio. Igualmente los que se han condenado a si mismos, han de tener un segundo Juicio que es el Juicio final donde son juzgados y condenados perpetuamente por la Justicia Divina.
Después del Juicio final, la carne resucitada se reúne con el alma ya sea para gozar eternamente del Cielo en su cuerpo glorioso o para sufrir eternamente en su cuerpo maldito el castigo previsto para toda la eternidad.

El Juicio final lo explica Jesús en Mateo como sigue:
Mateo, 25:31-46
31.«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.
32.Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
33.Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
34.Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
35.Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis;
36.estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."
37.Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?
38.¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
39.¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?"
40.Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis."
41.Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles.
42.Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43.era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis."
44.Entonces dirán también éstos: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?"
45.Y él entonces les responderá: "En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo."
46.E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»
 

Apocalipsis 20:12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; fueron abiertos unos libros, y luego se abrió otro libro, que es el de la vida; y los muertos fueron juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras.

PURGATORIO ......Aunque el pecado haya sido perdonado en la tierra, si no se hizo reparación por sus culpa, el alma deberá purificarse así como el oro es purificado en el fuego hasta que cualquier mancha que no se limpió con la sangre de Cristo aquí en la tierra sea purificada con el fuego de la Justicia Divina. De ahí la importancia de la reparación que todos debemos hacer constantemente con la caridad hacia el prójimo, y con virtudes que remplacen los vicios y pecados que el alma tuvo en la vida mortal. En el Purgatorio el alma no puede rezar por ella misma, pues lo que no se hizo en vida, no se puede hacer después de la muerte, así que el alma queda a la merced de la misericordia de las personas en la tierra que recen por ella.

Existencia del más allá por Antonio Royo Marín, O.P.

Comenzamos hoy, bajo el manto y la mirada maternal de la Santísima Virgen de Atocha, esta serie de conferencias cuaresmales, cuyo tema central lo constituye El misterio
del más allá.
Y, ante todo, os voy a decir por qué he escogido este tema. Son tres las principales razones que me han movido a ello:
En primer lugar, por su trascendencia soberana. Ante él, todos los demás problemas que se pueden plantear a un hombre sobre la tierra, no pasan de la categoría de pequeños
problemas sin importancia. No voy a invocar una conversación tenida con un alto intelectual. Salid simplemente a la calle. Preguntadle a ese obrero que se dirige a su trabajo:
–¿Adónde vas?
Os dirá: ¿Yo?, a trabajar.
–¿Y para qué quieres trabajar?
–Pues para ganar un jornal.
–Y el jornal, ¿para qué lo quieres?
–Pues para comer.
–¿Y para qué quieres comer?
–Pues..., ¡para vivir!
–¿Y para qué quieres vivir?
Se quedará estupefacto creyendo que os estáis burlando de él. Y en realidad, señores, esa última es la pregunta definitiva; ¿para qué quieres vivir?, o sea, ¿cuál es la finalidad de
tu vida sobre la tierra?, ¿qué haces en este mundo?, ¿quién eres tú? No me interesa tu nombre y tu apellido como individuo particular: ¿quién eres tú como criatura humana,
como ser racional?, ¿por qué y para qué estás en este mundo?, ¿de dónde vienes?, ¿adónde vas?, ¿qué será de ti después de esta vida terrena?, ¿qué encontrarás más allá del sepulcro?
Señores: éstas son las preguntas más trascendentales, el problema más importante que se puede plantear un hombre sobre la tierra. Ante él, vuelvo a repetir, palidecen y se
esfuman en absoluto esa infinita cantidad de pequeños problemas humanos que tanto preocupan a los hombres. El problema más grande, el más trascendental de nuestra existencia, es el de nuestros destinos eternos.

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El Trabajo de Dios - Indice