Jesús
Hijo mío
Te encuentras ante mi Presencia en el Santísimo Sacramento del Altar. Estás ante el Rey de Reyes, el Señor de Señores, el Dios Supremo Creador del Cielo y de la tierra, el Dios invisible que se encarnó y se hizo hombre. Te encuentras ante la Palabra del Padre que ha venido a su amada creación visible y tangible para estar más cerca de ella. Yo soy el mismo Jesús que entregó su vida en la cruz por toda la humanidad, Yo soy el sufrimiento supremo que ha conseguido el gozo eterno de todas las almas, y todo esto es la obra de mi amor.
No existe otro Dios, pues Yo soy uno con el Padre, mi Padre es la Voluntad Divina, Yo soy la palabra que comanda y los dos ejecutamos nuestra acción en el Poder del Espíritu Santo. Somos tres acciones en una: Voluntad, Palabra y Acción. Somos un solo Dios.
Hemos creado el hombre en imagen y semejanza nuestra, para que pueda en el poco tiempo de su existencia terrenal elevarse en espíritu y adorar el Dios que le ha creado, y de esta manera merecer el gozo eterno. Yo descendí del Cielo para perdonar el pecado de toda la humanidad y así hacer más fácil el ascenso del espíritu.
El hombre como templo del Espíritu Santo tiene la capacidad de aceptar a Dios como su Padre y trabajar espiritualmente para conseguir la felicidad eterna. ¿Pero que es lo que veo en esta humanidad?
Las cosas terrenales, las cosas temporales y las pasiones de la carne han engañado al hombre con la ayuda del enemigo para enfrentarse a la Voluntad Divina que desea la santidad de todas las almas. El hombre está enceguecido con los placeres, el dinero, las tecnologías, los compromisos terrenos, la vanidad, el orgullo, los vicios, el entretenimiento y todo aquello que lo aleja de Dios. No es un templo del Espíritu de Dios, es un burdel de los demonios, una casa de citas con el demonio, un altar de perversión y entrega a Satanás.
Todo esto indigna la Voluntad del Padre, por esto Yo sufro por la criatura y le ofrezco mi Misericordia Divina. Las voces de mi humanidad quebrantada en la cruz y en todos los altares del mundo no paran de llamar al hombre a la conversión.
Aquí estoy hijo mío en esta hostia consagrada, aquí me encuentro dejándote saber como sufro por esta humanidad, y te pido que compartas mi sufrimiento, ofreciendo tu vida como un sacrificio viviente de alabanza, agradecimiento, adoración, intercesión y reparación para la conversión y salvación de toda la humanidad.
La hora de la Justicia se acerca, te pido que vivas en continua oración, la justa ira del Padre no se puede detener por mucho más tiempo, ora hijo mío. Pide sanación, conversión, reparación y adoración. El Cielo está ansioso, las cosas van a cambiar muy pronto.
Mensajes de Jesús, María
y Dios el Padre.
Las cosas van a cambiar pronto
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